Es bueno que, cuando corresponde, compartas tus sentimientos.
Al expresarlos por medio de la Comunicación Auténtica estás entregando algo de ti que el otro debería admitir, aunque no comparta tu sentimiento.
De igual forma, tu deberías admitir el sentimiento por él expresado, aunque no lo compartas.
Porque, cada uno tiene sus sentimientos, propios, los cuales al ser negados podrían resultar en inconvenientes.
Si uno los niega para sí mismo, se enquistan, absorben energías que pudieran ser provechosas para otras cuestiones.
Si uno niega los del otro, se produce un bloqueo en el flujo de la comunicación. Tú me estás negando, ¿cómo esperas que yo te admita a ti?
Entonces, siempre con Comunicación Auténtica, cuando sea apropiado, puedes compartir tus sentimientos con el otro y admitir los tuyos, así como los de él.
Admites que los tiene, que son de él, que eso le está pasando aunque tú no estés de acuerdo en el contenido de los mismos.
Por ser los sentimientos personales, propios, intransferibles, luego de la admisión de ellos podemos intentar etiquetarlos dentro de lo que tenemos conocido, pero ciertamente jamás sentiremos exactamente lo que el otro siente.
Aunque hagamos lo posible para establecer una relación intensa, por medio de la Comunicación Auténtica, igualmente habrá una brecha insalvable.
Son sentimientos, por tanto imposible de objetivar, de clasificar para sentirlos idénticamente.
Algo diferente ocurre con las ideas.
Cuando compartimos ideas estamos en un terreno en donde la separación se puede reducir.
Por ejemplo, si le dices al otro: “te quiero mucho”, el otro admite que sientes eso, lo comprende racionalmente, pero no lo puede sentir como tú lo haces. Quizás el sentimiento sea mutuo, tú también sientes gran afecto por él, pero es tú cariño, que necesariamente es diferente.
Pero, si el otro te dice: “uno más uno es dos”, tú lo admites, lo comprendes y la imagen mental se forma idéntica a la que el otro expresó.
Cuando las ideas son abstractas, igualmente permiten un acercamiento mayor que en la expresión de los sentimientos.
Éstos se sienten, se traducen en gestos, entonaciones, palpitaciones, palabras –que no llegan a servir para sentir idénticamente-.
Las ideas, establecen un puente de comprensión.
Hay una dimensión en la cual no hay palabras, ni son necesarias.
Es la del espíritu.
En ella es lo cotidiano que se reviste de espiritualidad, de conexión con los designios del Eterno.
Ciertamente no es algo ritual, en sí mismo. Es contrario a lo religioso, aunque muchos lo cofunden.
Lo espiritual es lo que verdaderamente une y unifica, aquí-ahora y en la eternidad-cosmos.
Aprende a identificar tus sentimientos, pensamientos, acciones.
Conócelos, admítelos, exprésalos cuando sea necesario y correcto.
Modifica lo que dañe.
Fortalece lo que colabora con el crecimiento.
Construye shalom.