El regalo

El otro día conversaba con un conocido al cual los negocios no le han sonreído, más bien le han amargado la existencia, y ya hace mucho se encuentra en un estado económico calamitoso.
Los intentos, escasos, que ha hecho para elevarse del pozo no han dado resultados favorables. Por el contrario, cada vez se hunde más, o eso es lo que el siente y como él lo vive.
El desánimo, las creencias negativas, las culpas, la impotencia viene ganando terreno a pasos agigantados.

Pero la falta de éxito no se vive solamente en el plano económico, material, profesional, sino que también tiene su presencia en el de la familia y con la relaciones sociales.
No puedo decirte si uno precede al otro, si uno causa al otro, ni cual antecedería a cual, como tampoco si son parte de una misma entidad que se manifiesta en diferentes planos. No lo sé, tampoco creo que me aporte saberlo, aunque a veces uno puede suponer que un cambio positivo en su hacienda producirá un estrechamiento de los vínculos familiares, ¿o no?
No lo sé, pero hay un par de hechos ciertos (verificables más allá de opiniones):

  • no está teniendo una presencia valiosa para su hija adolescente (¿alguna vez la tuvo?);
  • aquellos que alguna vez fueran amigos, se han apartado de su lado (¿alguna vez lo estuvieron?).

Permíteme que te hable solo del asunto con la joven, de los supuestos amigos quizás hablemos otro día.
Su hija no conoce al padre. Por lo que sé, el contacto nunca fue estrecho. Si bien pudieron pasar horas y días juntos, en la tierna infancia de la niña, no era un tiempo cargado de especial significado, de comunicación auténtica, sino más bien de hacerse cargo de las cuestiones básicas para preservar la existencia de la pequeña.
Quizás me equivoque, no lo sé realmente, pero según recuerdo de los esporádicos comentarios de aquellos años y los fugaces contactos en la actualidad, siempre tuve esa impresión.
La niña estaba, el padre estaba, la madre estaba, pero entre ellos como si no hubiera profundidad, como si la energía gravitacional que los vinculase fuera escasa, cada uno en su propia órbita, en su mundo, con leves contactos, los imprescindibles digamos.
Actualmente, la joven se despierta cuando quiere, ya que esté en vacaciones, no tiene hora para salir de la cama, tampoco para irse a dormir. No hay un marco que la regule, no tiene límites, no conoce de reglas que le exijan cumplir determinadas funciones para beneficio del grupo familiar o de alguno de sus integrantes. Es una mera receptora. Nada da. Solo recibe, y espera recibir. Si no dan, demanda, exige, reclama, insulta, se enoja, se queja, hace sentir la culpa de vivir en la pobreza, aunque de manera sutil y sin decirlo abiertamente. Pero bien que hace sentir la culpa de la falta económica y lo aprovecha para que sus padres, en particular el padre, esté a su servicio, no le imponga pautas, etc. Es una hábil jugadora, o eso cree ella, o eso me parece a mí.
Y esta existencia receptora parece que se continúa en la época de clases. La chica no es precisamente estudiosa, ni aplicada,  ni esmerada. Llega tarde, falta, sale más temprano y sin autorización, no presenta trabajos, no cumple con pruebas escritas, a duras penas y con mucho esfuerzo de parte de los docentes y la institución es como la joven avanza en su carrera estudiantil, a tropezones, con decepciones constantes, con el ánimo por el piso. Al llegar a fin de año pareciera que la muchacha quedará repetidora, pero de alguna manera consigue sortear los obstáculos necesarios para pasar de año, aunque se lleve algunas materias a examen, obviamente.
No, tampoco en el colegio se puede decir que la joven es emprendedora, trabajadora, responsable. Está, pero como si no estuviera.
Y al pensar en sus vínculos con compañeros, descubrimos nuevamente la misma ausencia, la idéntica necesidad de recibir de otros favores, asistencia, lecciones, lo que fuera necesario para devolver a cambio nada, ni un simple y sincero “gracias”.
Entre sus conductas habituales, según sé, cuando está en casa se encierra en su cuarto todo el día, allí come sola ya que ni se reúne en ninguna de las comidas diarias con sus padres, solamente sale para pedir comida, o reclamar dinero para salidas con amigas. En los pocos momentos de interacción de la chica con mi conocido (su padre), éste se desvive por “servirle”, traerle cosas, darle incluso lo que no tiene materialmente. Ella quiere un celular caro, ella lo obtiene. ¿Cómo hace Jacinto, mi amigo, para comprarlo? ¡Ni idea! El hecho es que la joven tiene un juguete oneroso para… ¿para?
Y Jacinto se excusa diciendo que no le da vacaciones afuera, ni viajes, ni fiestas, ni una casa propia, ni auto, ni… entonces acomoda aquí, mueve allí, para darle a la niña lujos pequeños, para de cierta forma calmar su culpa, su impotencia.
Como si con esos objetos y con la permisibilidad sin límites pudiera esconder el reflejo de ineficacia en todos los planos.
Dispara excusas, se justifica, se miente a sí mismo y a los pocos que le puedan prestar atención, para hacer creer que de esta manera brinda a su hija cariño, comprensión, respeto, algo valioso para compensarla por las carencias materiales, ya que él es incapaz de generar el dinero suficiente como para permitirse siquiera pequeños lujitos.
Al mismo tiempo, está enojado con la vida, amargado, quejoso, resentido, con deseo de venganza, esperando la realización de sueños improbables que le permitan salir de su calamitosa situación. Se enoja, se fastidia, se concentra en problemas (reales o imaginarios) y de tanto enfocarse en la miseria, probablemente deja pasar bandadas de oportunidades para mejorar y escalar sanamente en la vida.

El otro día, como amigo ya que no es paciente ni alumno, le pregunte a Jacinto por qué no cambiaba de pisada.
Que le parecía si dejaba de pretender comprar el cariño de su hija con esas presuntas libertades absurdas (que son una cárcel para todos) y con querer satisfacer el capricho insaciable y manipulador de la chica.
¿Por qué mejor no le regalaba un poco más de su presencia, verdadera presencia, multidimensional?
¿Qué tal si una de las comidas diarias, al menos, era en familia, todos reunidos?
Pero Jacinto tenía preparada una rápida respuesta: la niña, Candela se llama (creo que no lo comenté hasta ahora), estaba acostumbrada a comer a sus propios ritmos y en su cuarto, no podría hacer que cambie ahora.
Le pregunté si al menos una comida, por ejemplo la cena, cuando se supone están los tres en casa, sería posible juntos.
Dijo que lo pensaría, pero su actitud me decía lo contrario.
Entonces le pregunté cuál sería el mejor regalo que podría darle a su hija.
Y salió que con vacaciones en Punta del Este, o Disney, o un S4, o tales zapatos carísimos (mujer al fin)…
Le interrumpí (típico en mí) y le dije: ¿no sería mejor que tuviera a su padre?
Porque, esto mismo le sucede a padres “exitosos”, aquellos que traen montones de dólares a casa todos los meses, pero que nunca están. Por ahí se comunican por Skype, Whatsapp, o algo así. Pero estar, lo que se dice estar… pues no tanto…
Así, para compensar la ausencia, imponen la presencia material de los regalos, la plata, los viajes, el lujo.
A su manera Jacinto pretendía algo similar con Candela. ¿Podría ser?
Pero, ¿no son mejores regalos un marco firme en la flexibilidad, atención, presencia verdadera, orientación, “castigo”, obligaciones y responsabilidades para cumplir?
Muy lindo el celular comprado vaya a saber cómo, muy lindo vivir siendo receptora que se humilla constantemente, muy lindo ser huérfana con los padres al otro lado de la puerta… ¿cierto?

¿Tal vez Jacinto pudiera ser exitoso en los negocios si cambiara su forma de relacionarse con su hija?
¿Quizá la familia tuviera momento de satisfacción con lo poco o mucho que tienen actualmente?
¿Acaso la vida de Candela pudiera dar un salto favorable al recibir lo que está realmente necesitando y no lo que su EGO quiere y el EGO de sus padres ofrece?
¿Qué piensas?

Bueno, por ahí tú eres Jacinto, o eres Candela, o la esposa/madre.
O los conoces, con otros nombres, historias muy pero muy parecidas a ésta que he inventado para que aprendamos algo juntos… que es…

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que extraño. Hace poco menos de un siglo en mi país la gente no tenía dinero, pero parece que tenían mas cosas (más hijos, tierra, alimentos, familia, etc). Hoy la gente tiene mas dinero pero no tiene esas cosas ( menos hijos, menos tierra, menos familia, etc). Algo hicimos mal. Nos materializamos a cambio de la espiritualidad

Jonathan Ortiz

Hace tiempo vivi en un bonito edificio y vi una familia que tenia cinco carros, pero estaban pagando alquiler del apartamento. Me pregunté por qué? Qué pasó con la vieja costumbre de hacerse de un patrimonio verdadero como una casa propia donde se pueda vivir tranquilamente. Quizas faltó capacidad de transmisión en los valores de la vida, o se dio el ejemplo pero este no llegó como debia. Jacinto pareciera está tratando de sentirse bien consigo mismo, no le importa Candela. Olvida que algun dia Candela se verá sola en la vida y no sabrá como responder adecuadamente a lo… Read more »

julioaqui

Probablemente replantear y ordenar con prioridades reales el manejo de nuestros recursos económicos puede ser un buen inicio. A veces nos damos cuenta que, somos extraños pata nuestra propia familia, los hay que jamás se enteran de eso. Realmente un amigo jamás se aparta cuando tienes problemas, al contrario, se acerca más, aunque a veces nuestra terquedad los ahuyenta. A veces por estar apagando pequeñas fogatas se pierde la dimensión de un incendio. Querer sustituir con regalos las cuestiones afectivas, solo nos conduce al fracaso y la pérdida del amor que deseamos conservar. No hay nada que pueda sustituir los… Read more »

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