Me siento triste…

Tenemos derecho a sentirnos mal, a sentirnos tristes, a ver las cosas de color oscuro, a creer que no hay salida al pozo.
Somos personas, no ángeles, ni dioses, ni máquinas, ni entes insensibles de solo espíritu o solo mente.
Somos humanos, multidimensionales, una amalgama de aspectos muy diferenciados, que incluye las emociones, las variaciones químicas y físicas que son percibidas como tristeza, malestar, abandono de esperanzas, etc.
Está en nuestro ser el miedo, la duda, el conflicto, las falsas creencias, el abandono, la debilidad, la impotencia.
Es normal el sentirse abatido, a veces.
No tiene nada de demoníaco, satánico, perverso, enfermo, pecaminoso, amoral, desenfrenado, sentir angustia, sentir que la vida es insufrible.

Pero,
no tenemos el derecho,
no podemos quedarnos en el fondo, ni usar el sentirse mal como excusa para no hacer el bien.

Ya sabemos, son momentos pasajeros, el EGO haciendo de las suyas, sea por mecanismos aprendidos o sea por mecanismos orgánicos,
sea por lo que llevamos en nuestros genes, o sea por lo que hemos adquirido como hábitos,
es el EGO haciendo trampas para seguir en el poder.
Se nutre de nuestra sensación de impotencia,
nos inunda de miedos,
nos hace creer impedidos para cambiar,
nos esclaviza
y nosotros agachamos la cabeza y nos sometemos,
le damos nuestra energía,
lo cuidamos,
lo alabamos,
lo adoramos,
lo excusamos,
lo defendemos,
para seguir en el estado de impotencia que da soberanía al EGO.

Cuando el malestar es severo, recurrente, permanente,
es obligado consultar con especialistas en salud mental.
No hay que buscar pecados, ni reencarnaciones, ni vidas pasadas, ni demonios, de posesiones diabólicas, ni maldiciones, ni trabajos de religiones, ni inventar excusas, pues todo esto no es más que fantasías de la mente al servicio del EGO.
Busquemos ayuda de especialistas certificados en salud mental.
Sigamos sus recomendaciones técnicas apropiadas.
Tengamos soporte de maestros espirituales, no de farsantes religiosos o supersticiosos, sino de aquellos que complementan con sus saludables palabras las orientaciones profesionales de los especialistas en salud.
Encontremos ejercicios que vitalicen el cuerpo físico, fortalezcamos nuestras sanas relaciones sociales, quitemos supercherías y boberías de nuestros pensamientos, limpiemos nuestras creencias de mitología y religiosidad.
Hagamos lo bueno y necesario para encontrar el equilibrio multidimensional.
Seamos fuertes, tanto como podamos.
Controlemos aquello que está en nuestro ejercicio controlar. Pero, no pretendamos controlar lo que está fuera de nuestra alcance.
Aceptar nuestra impotencia y conseguir desarrollar nuestro potencial, nos dará la fuerza real que contamos.

Definamos correctamente nuestro problema.
Demarquemos con exactitud aquello que nos está provocando el malestar.
Al final, y al principio, siempre será el EGO, pero veamos lo que está más cercano a nuestra conciencia, aquello que resulta ser lo llamativo que nos lleva a la situación angustiosa.
Recemos, pero no dependamos de milagros.
Hagamos, pero no nos creamos todopoderosos, porque tras el idealizar viene el doloroso golpe de la caída.
Cambiemos.
Seamos responsables.
Actuemos.
Dejemos de echar culpas, acusar, esperar que la vida se encargue por nosotros de lo que debemos hacer nosotros.

Dobleguemos al EGO, es nuestro servidor pero no nuestro amo.

Si estamos tristes, sepamos que es normal, pero no nos quedemos en el pozo.
No es excusa que algo sea normal para que se convierta en un hábito enfermizo.

Aprendamos a  usar los problemas como trampolines,
las piedras para levantar paredes de casas,
las burlas como si no existieran,
la tristeza para valorar lo bello de la vida.

Ni bien se pueda hacer.
¡Ánimo!

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