"Pero el pueblo se impacientó por causa del camino, y habló el pueblo contra Elokim y contra Moshé [Moisés], diciendo: –¿Por qué nos has hecho subir de Mitzraim [Egipto], para morir en el desierto? Porque no hay pan, ni hay agua, y nuestra alma está hastiada de esta comida miserable."
(Bemidbar / Números 21:4,5)
¿Algún otro pueblo o familia a lo largo del tiempo, a lo ancho del Mundo, ha sido bendecido con tantas revelaciones, manifestaciones e indicaciones directas de Dios, como el Pueblo de Israel?
Ningún otro.
Dios nos eligió, nos elevó de Mitzraim, nos entregó la Torá, nos mantuvo en el desierto, nos hizo ingresar a la Tierra de Israel, nos dio un Templo, nos permitió subsistir mas de tres milenios (mientras imperios y monarquías desaparecían).
Cuando los hebreos eran conducidos con amor y justicia por el desierto era habitual que las masas clamaran: "¿¡Por qué este sufrimiento!? ¡Preferimos Mitzraim con sus ollas de carne y cebollas, en lugar de la protección de este Dios demasiado recto, demasiado exigente! ¡Queremos agua YA, satisfacción YA!"
A cada instante nuevas exigencias, más pretensiones.
Todas, realmente, comprensibles; todas explicables; todas humanas.
Por eso Dios, en su papel de criador, atendía solícito las peticiones, pues el estadio de desarrollo del Pueblo y de la humanidad, era el de la primera infancia, la que requiere la atención parental constante.
Pero, cuando llega el momento de crecer, de aceptar las propias responsabilidades, de asumir las limitaciones y circunstancias, los padres deben apartar un poco su mano protectora, deberían dar espacio para que aquellos que dependían constantemente de ellos puedan hallar sus modos de evolucionar.
Sin embargo, si los métodos hallados son inapropiados.
Si el sistema descubierto es indecoroso o falto de moralidad.
O, si criadores o criados prefieren mantener lazos de dependencia enfermiza, hay algo que no funciona…ni permitirá la libertad.
Los hebreos liberados de Mitzraim no quisieron crecer.
Ellos siguieron berreando como infantes de pecho.
Aquellos hebreos se inclinaban hacia las bajezas de Mitzraim en lugar de tender a la trascendencia.
Por eso, murieron en la infancia estéril: en el desierto y sin entrar a la Tierra de Promisión.
Por eso, también, fallaron sus líderes (Moshé y Aarón), y en esta semana golpean la roca para que mane agua, en lugar de hablarle…porque el agua esperaba que la roca -la dureza- fuera abatida con el desarrollo -la palabra- y no con la bruteza de la inconsciente niñez -el golpe de la vara.
Podemos llorar, podemos patalear, podemos reclamar, podemos hacer berrinches…o podemos olvidarnos de nuestro Mitzraim y salir al duro camino de la vida, que siempre conlleva sufrimientos y pesares, pero que finalmente nos trae a la Paz Prometida, la casa de nuestros padres.