Temas de la parashá:
- Continúa el conteo de los hijos de Israel, comenzando en la parashá anterior. Ya se había censado a los varones de todas las tribus y más tarde aparte a los miembros de la tribu de Leví. Ahora se cuenta a los varones, entre los treinta y cincuenta años de edad, de las familias levíticas de Gershón, Merarí y Kehat. Luego se detallan sus deberes en el tabernáculo (4: 21-49).
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El Eterno instruye a Moshé acerca de qué hacer con personas ritualmente impuras, además lo que deben realizar las personas cuando se han arrepentido por sus pecados y también se explica un procedimiento ritual para traer la paz a la familia cuando existen sospechosos de adulterio (5: 1-31).
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Se explican las obligaciones que recaen sobre el Nazir, aquella persona que ha declarado para sí llevar por un tiempo el un voto nazareo, que le obliga a abstenerse del alcohol y no cortarse el cabello (6: 1-21).
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Dios le dice a Moshé cómo enseñar a Aarón y a sus hijos la Bendición de los Cohanim, “Iebarejejá Hashem veishemereja; iaher Hashem panav eleja vijuneka; isa Hashem panav eleja veiasem leja shalom” – «’El Eterno te bendiga y te guarde. El Eterno haga resplandecer Su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia. El Eterno levante hacia ti Su rostro, y ponga en ti paz.’» (6: 22-27).
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Moshé consagra el Santuario, y los jefes tribales traen ofrendas. La Torá repite una y otra vez el detalle de lo regalado, dando así la idea de que todos trajeron lo mismo, sin hacer diferencias entre las tribus.
Moshé luego habla con Dios dentro de la Tienda de la Reunión (7: 1-89).
Nos encontramos en la parashá con que el Eterno diciéndole a Moshé:
«’Di a los Hijos de Israel que cuando un hombre o una mujer cometa cualquiera de los pecados con que los hombres ofenden al Eterno, esa persona será culpable. Confesará el pecado que haya cometido y hará restitución completa por el daño que hizo. Sobre ello añadirá la quinta parte y lo dará a aquel a quien había hecho el daño.» (Bemidbar/Números 5:6-7).
La Torá Oral explica que acá se está específicamente tratando del hurto que la persona judía comete en perjuicio de una persona que se convirtió al judaísmo. Sin esta aclaración, podríamos haber supuesto infinidad de cosas que explicaran el texto. Pero, la cuestión se limita, en principio, a lo mencionado.
Como sabemos, la Tradición nos enseña que debemos prestar atención a lo que la Torá Oral revela, pues es la clave inseparable para desentrañar correctamente el contenido de los textos de la Torá Escrita. Esto es así porque cuando Dios dictó la Torá a Moshé no la dejó librada a la libre interpretación, sino que adjuntó una cuidadosa y precisa información que permite entender el mensaje exacto de lo que quedó por escrito. Por ello, desde el inicio de la Torá en el pueblo judío se hizo insustituible la presencia de los maestros, aquellos que recibieron de sus maestros el conocimiento y a su vez estaban en condiciones de compartirlo y mantenerlo con vida. Por ello a los sabios de la Tradición se los conoce como “Talmidei Jajamim”, que significa “Discípulos de Sabios”, porque solamente alguien que fue, es y será un estudiante puede llegar a ser un maestro de Torá, según es explicado tradicionalmente.
Esto no contradice el concepto de “shivim panim laTorá”, que significa que la Torá cuenta con innumerables facetas, niveles para ser estudiada, comprendida y explicada. Pero no en base a la opinión superficial, sino tras el esforzado estudio de las fuentes, la constante revisión con los maestros, lo que permite finalmente que el discípulo llegue a revelar ideas que son armoniosas con la realidad que le toca vivir. Por ejemplo, todas las otras leyes o reglas de conducta que derivaron los maestros del pasaje que citamos, más allá de la específica originalmente marcada por la Torá Oral.
A veces la línea de transmisión oral sufrió algún percance, por ejemplo durante la dominación terrible de Roma en Judea se asesinaron a miles de sabios, poniéndose en riesgo todo el sistema de preservación y conocimiento de la Torá. Fue un desastre descomunal, que en parte motivó el semi duelo de la recién terminada Sefirat haOmer.
Las dificultades en el pasaje del conocimiento, por el motivo mencionado y otros, causó que en algunas secciones surgieran dudas o se produjeran directamente olvidos.
Es bueno saber todo esto, porque es parte de nuestra cultura, pero también para invitarnos a estudiar Torá, conocerla, vivirla, compartirla.
No es algo de religioso, sino parte de nuestra identidad como judíos.
Ahora, la persona gentil que lee esto no tiene parte directa en la Torá, ya que ésta es la herencia que Dios entregó al pueblo judío. Pero no por ello ha de sentirse menos o a la deriva, sin la orientación del Eterno. Porque en verdad, desde el inicio de la humanidad cuenta con su propia Torá, la que conocemos actualmente como Siete Mandamientos para las Naciones. Éste es el código de comportamiento sagrado que el Todopoderoso entregó a través del patriarca de la humanidad, Noaj/Noé, para que conozcan y cumplan todas las personas, en todas las generaciones. Es el primer pacto eterno que Dios ha sellado con la humanidad, es irrevocable y provee de todo lo que la persona precisa para conectar con su esencia sagrada. Conocer estos mandamientos, ver su enorme valor, cumplirlos, sumar sobre ellos todas las acciones que permitan desarrollar el paraíso en la tierra, es la tarea santa que Dios ha dado a los gentiles, a todas las personas no judías del mundo, en todas las épocas y lugares.
La Torá de los gentiles es por completo de índole oral, porque el Eterno no quiso que esos sencillos mandamientos, sustanciales y fundamentales, quedaran fijados por escrito en una placa evocativa, sino que fueran el pensamiento, la palabra, la acción constante de los humanos. Así pues, en este caso no hay diferencia entre Torá Oral y Escrita, siendo la única necesaria la oral, que contiene en sí todo lo necesario para la construcción de un mundo de SHALOM bajo la guía del Señor.
Pero, porque la gente suele perderse ansiosa por sentir magia en su vida, Dios separó a una familia de entre las otras y la comisionó a ser la maestra del resto.
Para poder cumplir con su trabajo de guía debió recibir mayor carga horaria y de compromiso. Se le añadieron 606 mandamientos a los Siete. Se le impuso toda suerte de obligaciones y restricciones, para sustentar su propia identidad espiritual y de esa manera estar al servicio de las otras naciones en la obra del Eterno.
Esa familia es la judía, la que fue elegida no para gobernar ni aprovecharse de los otros, sino para ser un faro de luz en la tiniebla de la existencia. Es el trabajo pesado y duro de ser la luz para las naciones, llevando a toda la humanidad el recuerdo de la Palabra del Eterno. Por tanto, el pueblo judío recibió esta Torá de doble entrada, oral y escrita, porque tiene una sustancial diferencia en las obligaciones, en el trabajo a cumplir. Aquellos de entre los gentiles que crean que porque los judíos son “pueblo elegido”, se ha discriminado negativamente a los gentiles, en verdad no tienen idea de lo que están diciendo ni del tremendo compromiso y esfuerzo, para una magra paga, que significa ser el “pueblo elegido”. Elegido para enseñar, elegido para trabajar, elegido para ser odiado pues recuerda con su presencia y actividad que el hombre no está aquí para soñar con poderes mágicos, sino para desarrollar el mundo con esfuerzo, con dedicación, con amor y eso duele a todos los esclavos del EGO que desde la impotencia pretenden controlar el universo.
En resumen, tenemos mucho por estudiar, mucho por aprender y por desaprender, tenemos tanto para cumplir y compartir.
No perdamos tiempo con cosas insustanciales.
Gocemos de lo permitido, apartémonos de lo prohibido.