Sin ti no puedo vivir…

Cuando sientes, piensas o dices: “te necesito”, y con ello pretendes expresar tu amor, ciertamente allí no hay amor, sino una estrategia del EGO.
Sientes que estás en una situación de impotencia, real o imaginaria, y tienes la creencia que dependes de ese alguien.
El EGO te hace creer que tu vida no tiene sentido si falta esa persona, o que tú no podrás seguir adelante sin ella, o que el poder (placer, gratificación, satisfacción) lo obtienes por su intermedio.
Entonces, buscas a como dé lugar que esa persona, supuestamente salvadora y/o proveedora, ese otro “especial” para que resuelva tu insatisfacción, te brinde de su (supuesto) poder.

Actuarás cariñosamente, para recibir halagos recíprocos.
Harás sentir culpa, para someter.
Obsequiarás objetos, para comprar presencia y respuesta.
Entregarás tu cuerpo, para que el otro no se escape.
Prometerás lo imposible, con tal de nublar el razonamiento.
Llorarás, gemirás, te lamentarás, probarás dar lastima, a ver si la persona sigue a tu lado.
Propondrás cambios, para que el otro cambie o que no cambie, depende lo que te convenga.
Te rendirás, para que el otro se sienta poderoso y quiera permanecer contigo.
Te esclavizarás, para esclavizar al otro.
Dirás: “Sin ti no puedo vivir”, hasta te lo creerás y querrás que el otro viva en función a esa mentira espantosa.
Cubrirás tus miedos, odio, ira, deseo con palabras zalameras, con mentiras supuestamente piadosas, con religiosidad y misticismo.
Proclamarás tu amor, tu fidelidad, que tu vida solamente vale junto a ella, para que te brinden un consuelo similar al bebe que es acunado por su cuidadora.
Dependes de la otra persona, entonces harás lo que esté a tu alcance para que ella te cobije, incluso llegarás hasta el crimen para obtenerlo.
Es que, para el estratega EGO todo es admisible en favor de sentir el poder ilusorio.
Sí, así es el “amor” en el idioma del EGO, que confunde necesidad, deseo o querer con amor.

Amor es hacer lo bueno y justo por otro, de forma generosa, absolutamente desinteresada.
Das de ti, si esperar nada a cambio.
Cuando amas, dejas libre y eres libre, sin por ello apartarte de tus compromisos y responsabilidades.
Cuando amas, no dependes ni haces depender.
Es unidad, interna y externa.
Es coincidir, incluso en la diferencia.
Es conexión, aunque no estén físicamente presentes.
Es aceptar.
Es comunicación auténtica.
Es admitir que a veces se salpica del “amor” del EGO, porque somos humanos, porque somos débiles, porque el EGO es una parte intrínseca de la persona.
Es tantas cosas, y ninguna que se aproxime a las que presenta el EGO…

Pero el “amor” del EGO es impotencia,
son las herramientas del EGO,
es dolor,
insuficiencia,
es mayor sentimiento de impotencia,
es aferrarse a lo muerto,
paralizarse en el pasado,
obnubilarse con el futuro,
dejar de vivir el aquí y ahora para solamente desperdiciarlo en tanto se lo padece.

El otro puede dejarse llevar por el enamoramiento (condición producida por efectos de neuroquímicos),
por las fantasías que elaboras desde condicionado por tu EGO,
por las ilusiones de supuesto poder que tú le alimentas a su EGO,
por sus propias fantasías de ser algo para alguien, de ser amado, de ser poderoso, de ser.
Sí, por un tiempo (quizás prolongado) el jueguito del amor del EGO puede funcionar y aparentar ser el verdadero amor.
Es que ambos obtienen ventajas, beneficios secundarios, supuesta resolución a sus dramas y miserias interiores.
Pero, cual volcán dormido en algún punto explotará y volcará el infierno desde sus entrañas.
Quizás sea que el salvador no logró salvar, o el cansancio venció a la insistencia por mantener la fachada, o el asco brotó incontenible, o el otro simplemente no pudo… pon tú el motivo, el pequeñito fósforo que enciende la erupción.
Saldrá la impotencia, con las manifestaciones típicas de llanto, grito, violencia física, desconexión de la realidad y los derivados de todas éstas.

Quizás regresen a la vida en común, reacomodadas las máscaras.
Tal vez sientan que mejor malo conocido que bueno por conocer.
Por ahí especulan con cambios y promesas.
O se despedazan en idas y vueltas, en finales que parece nunca terminar, en irse desprendiendo de a tajadas con todo el dolor que implica.
O, salen con otras personas, se acuestan con otros, inventan excusas para la infidelidad.
O saltan de una liana a la otra, como Tarzanes desbocados en un frenético e imparable pasaje sin sentido por la selva de la vida.
Pero amor, eso no…

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