Allí está el recuerdo de la infancia, la persona en problemas que exclama: “Oh, y ahora, ¿quién podrá ayudarme?”. Y del lugar menos esperado, saltando como un chapulín (langosta), vemos aparecer la inefable figura del máximo súper héroe de todos los tiempos, quien con su quebrada y aguda voz responde: “Yo, el Chapulín Colorado”.
También, para los memoriosos, estaba la letanía de la perrita Sweet Polly Purebred en apuros: “¿Adónde, adónde, adónde estará, mi héroe adorado, mi gran Súper-Can?”.
Así, podrás recordar infinidad de personajes de ficción o de la historia, de religiones y sagas históricas, que tienen algo en común: la espera de ese alguien que vendrá a rescate.
¿Estás esperando que alguien te venga a rescatar?
Cualquiera que fuera la situación, una sentimental, laboral, de pobreza, enfermedad, soledad, dudas, presentar un informe, rendir un examen, en cualquiera de las dimensiones de tu vida. Te encuentras abrumado, entonces, ¿esperas ese rescate?
¿Alguna persona, el gobierno, Dios, una deidad, un santo, un ángel (de la guarda), un profesional, un amigo, un familiar, un rabino, un maestro, cualquiera?
¿Te quejas, reclamas, dependes, rezas ordenando soluciones, dictaminas con decretos para que el universo los concrete, pides auxilio, tienes esperanzas en que de alguna forma las cosas se resolverán?
¿Sientes como si algo te faltara para conseguirlo por ti mismo?
Dependes de esa ayuda, y te angustias si no aparece, o te enojas, hasta llegas incluso a odiar al que te decepciona (sepa o no que tú esperas su auxilio, pueda o no brindártelo).
Hasta pareciera como si a veces tu pareja no fuera otra persona, alguien para amar y que te ame, para respetar y que te respete, para construir juntos una vida.
No, pareciera como si estuviera para tapar algún pozo, esconder alguna amargura, cubrir alguna falta, servir a tus necesidades (y/o viceversa).
¿Le reconoces como una persona completa, o es alguien para “completarte” solamente?
¿Y ella a ti?
¿O son como dos personas que se usan mutuamente como si fueran muletas, tal como si estuvieran incapacitados para caminar cada uno sobre sus propios pies?
Necesariamente surgen las fallas, los desencuentros, las faltas, las imprecisiones, los disgustos, los no quiero, o la sumisión que representa la muerte emocional de al menos uno de los dos.
En la pareja así como en los otros lazos que formaste de dependencia. Sea con tu pastor, clérigo, jefe, empleado, vecino, amigo, hijo, cuidador, médico, sicólogo, deidad… nómbralo tú.
Con tal de no perder esa ilusoria ayuda, eres capaz de… ¡tú sabes qué!
No preciso contarte lo que bien puedes reconocer que haces, dejas de hacer, obligas, te obligan para no quedarte inerme, sin poder, sin esa ayuda.
Así no puedes ser feliz.
¿Cómo serlo, si cada cosa está dependiendo de otro?
Entonces, te mantienes alerta a no perder el lazo con es persona, sospechas, ansías, te esclavizas para esclavizar, con la esperanza de mantener la cadena bien tensada, para el otro no escape y quizás no tomaste conciencia que tú eres también esclavo de esa relación poco feliz.
De modo que pretendes controlar aquello que no está bajo tu dominio, al tiempo que renuncias a controlar lo que ciertamente puedes/debes controlar.
Estás más interesado en saber minuciosamente que hizo ella, en vez de aprender a controlar tus pensamientos confusos y empobrecedores. Dedicas horas y energías a que el otro no salga de tu órbita, pero no aprendes a vivir felizmente.
¿No te parece poco razonable?
Por supuesto que la comunicación auténtica es inexistente o impracticable, atenta contra el estado de impotencia en el cual te encuentras a (dis)gusto.
Podría espantar a aquel que consideras un salvador.
No que hablar de disfrutar a pleno de tu espiritualidad (enemiga declara de la religión), puesto que el espíritu libera, refuerza la identidad, mantiene vigorosas relaciones con el prójimo, construye shalom. Mejor esfumarse en la religión, en las doctrinas necias, en lemas repetidos hasta el cansancio, en rituales, en falsas santidades, en pactitos y negocitos con la deidad, a la cual se le atribuye el rol de salvador al servicio del impotente hombre. Impotente pero pretende dominar con palabras mágicas, sacrificios inútiles, prácticas supersticiosas a los poderes, al Todopoderoso. ¿No es irracional?
¿Te sientes identificado con esta descripción?
¿Y si comenzarás a dejar ir las esperanzas en salvadores y soluciones mágicas?
¿Si trataras de hacer tu parte en lugar de depender de otros?
¿Si te comprometieras y fueras responsable en vez de quejarte y demandar?
¿Si aceptaras tus limitaciones, te entrenarás para mejorar, y admitieras tus fuerzas?
¿Si controlaras tu porción y con ello fueras feliz?
¿Si rezaras para conocerte mejor, agradecer, comunicarte con el Padre, pensar qué pudieras hacer para mejorar la vida del prójimo?
¿Si fueras más solidario y menos pedigüeño o avaro?
¿Si construir shalom entrara en tu vida, no como un lema más, sino como la manera de vivir a cada instante?
¿Si dejaras de necesitar a tu pareja y fueras un integrante al 100% de un equipo en el cual el otro participante también pone el 100%?
¿Si juzgaras menos y aceptaras más, sin por ello permitir lo negativo, ilegal, contrario a la ética?
¿Si fueras una persona que integra lo espiritual a la vida cotidiana, en lugar de enfrascarse en dogmatismos y religión?
¿Si no creyeras más en reyes magos, Papa Noel y cualquier otra fantasía o superstición, para dedicarte de pleno a vivir?
Aquí esta la clave para un matrimonio feliz… a favoritos. Muchas gracias por compartir moré Ribco.
no solo para un matrimonio feliz,
diria q tambien para una vida plena en toda relacion, o sin ella.
gracias por leerlo y comentarlo.