Resp. 3784 – Unión carnal y santidad

Sr. Yehuda Ribco
Conozco está función de la letra que conforman los términos varón y varona, entiendo que se nombran dos situaciones diferentes, por un lado las letras que introduce ischá nombra la presencia de Dios en el hombre (¿la mano de Dios en el hombre?), y las letras que son comunes, y que designan isch, nombran la presencia latente del ardor.
La pregunta que intento formular concierne al momento de la desobediencia, cuando se adquiere el saber, la ciencia del bien y del mal, el conocimiento de la diferencia y el consiguiente sentimiento de vergüenza.
1- ¿Podría considerar que la «multiplicación» del hombre como criatura de Dios, se transmuta en reproducción sexuada?
2- ¿Pierde por su acto (inclinar su interés por el ardor), la criatura de Dios, la presencia de Dios?
3- ¿Porque si el hombre sabe la diferencia (del bien y del mal) debe «conocer» mujer?
Espero, si le es posible, su amable comentario.
Carlos Antonio Lossada

Shalom,
«¡Bendito el que viene en el nombre del Eterno!» (Tehilim / Salmos 118:26).
Bienvenido y gracias por enviarnos su interesante misiva.

Con todo respeto y sin ánimo negativo quiero confesarle que me cuesta bastante entender lo que me está preguntando.
Por otra parte, lo que expresó en su introducción debiera ser tomado con pinzas, pues no es precisamente lo que está consignado en la sagrada Tradición.
Así pues, trataré de responder según lo que interpreto de sus preguntas.

1- Sí.
Lo expresa claramente el propio texto de la Torá:

«Creó Elokim, al humano a su imagen; a imagen de Elokim lo creó; hombre y mujer los creó. Elokim los bendijo y les dijo: ‘Sed fecundos y multiplicaos.»
(Bereshit / Génesis 1:27-28)

Ser fecundos para multiplicarse.
Es una bendición dada al macho y la hembra de la especie humana.
Nada más para añadir.

2- Todo lo contrario.
Cuando la pareja de cónyuges se une íntimamente con amor y respeto, la Presencia Divina los cobija.
Pero, cuando la lujuria es el único motivo del ayuntamiento, entonces lo que se resta es una tanto a la dignidad de la persona, pero esto no afecta su vínculo inquebrantable con el Padre Celestial.

3- Primero, ¿el hombre sabe realmente la diferencia entre el bien y el mal?
Si lo distinguiera con claridad no llamaría santo a lo más aberrante y profano; por ejemplo, no adoraría a Jesús como una deidad.
Para la gente se hace muy complicado discernir correctamente entre lo que es bueno y lo que no, y desgraciadamente la cultura no aporta para educar hacia el bien.

Por otra parte, «conocer» en términos de la Torá, cuando se aplica a una relación entre hombre y mujer es una alusión en lenguaje recatado a la unión sexual.
Esto es así porque, es tan intenso y profundo el contacto integral de la pareja en el acto sexual, cuando se hace con amor y respeto, que las almas se entrelazan y se conocen.
La unión carnal entre los cónyuges es un instante de santidad, o un momento de animalidad; todo depende de la actitud de ambos.
La Torá tiende a que toda nuestra vida sea de santidad, incluso (y muy especialmente) el momento de la relación sexual entre cónyuges.

Si le quedan dudas pertinentes, hágalas llegar.

Iebarejejá H’ – Dios te bendiga, y que sepamos construir Shalom.

Moré Yehuda Ribco

 

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