Es tan abusivamente imperfecto el dar por demás,
como el restringirse en la entrega de manera excesiva.
Debe existir un equilibrio a la hora de brindar de lo nuestro a los otros,
para que no estemos provocando la dependencia ajena,
ni sometiéndolo a la vergüenza de ser un receptor pasivo,
pero tampoco para agotarnos y vaciarnos sin capacidad natural para recuperarnos.
Así mismo, guardar y ser cuidadoso con los bienes que están a nuestra disposición
pero sin llegar al extremo de la avaricia, de la retención enfermiza.
Solidaridad verdadera y saludable,
ahí está el foco del crecimiento propio y del prójimo.
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