En un hermoso día, un niño se encontraba paseando por la montaña junto a su padre. Mientras exploraban, el niño tropezó con una roca y dejó escapar un grito de dolor diciendo: «¡Ay!» Para su sorpresa, desde lo lejos, una voz respondió: «¡Ay! ¡Ay!»
Intrigado, el niño preguntó: «¿Quién está ahí?» Y la voz respondió al instante: «¿Quién está ahí?» El niño, sintiéndose frustrado porque la voz repetía sus palabras, gritó enojado: «¡Cobardeeeee!» Y de nuevo, la voz repitió: «¡Cobardeeeee!»
El niño, confundido, buscó a su padre y le preguntó: «¿Quién es? ¿De dónde viene esta voz, papá?» Su padre, con una sonrisa en el rostro, le pidió al niño que prestara atención y se acercó a la montaña. Haciendo una bocina con las manos, gritó con entusiasmo: «¡Te admiroooo!»
Y para sorpresa del niño, la voz resonó una vez más diciendo: «¡Te admiroooo!» El padre no se detuvo ahí y gritó: «¡Eres un campeoooón!» Y el eco respondió: «¡Eres un campeoooón!»
El niño, observando con curiosidad, pero sin comprender del todo, le preguntó a su padre: «No entiendo, ¿qué está pasando?» Con amor y paciencia, el padre explicó:
«Mira, hijo, lo que has escuchado es el eco. Es como si la montaña te estuviera devolviendo tus propias palabras. Y así como el eco refleja lo que dices, la vida funciona de la misma manera. Lo que das, regresa a ti».
El padre continuó con su explicación: «Tu vida es un reflejo de tus acciones. Si deseas más amor, crea amor a tu alrededor. Si deseas alegría y sonrisas, brinda una sonrisa a quienes te rodean. Si deseas justicia, sé justo con los demás. La vida te devuelve lo que tú le das».
El niño miró a los ojos de su padre, comprendiendo la enseñanza, y con amor en su corazón, se abrazó a él. Entendió que tenía el poder de influir en su propia vida y en la de los demás a través de sus palabras y acciones.
En Rosh Hashaná, cuando comenzamos un nuevo año, recordamos el poder del eco de nuestras vidas. Es un momento para reflexionar sobre cómo hemos vivido y cómo deseamos vivir en el futuro. Podemos elegir ser portadores de amor, bondad y compasión. Podemos esparcir sonrisas y alegría a nuestro alrededor. Podemos ser justos y tratar a los demás con respeto.
Que a partir de este Rosh Hashaná, recordemos el cuento del eco y actuemos de manera consciente y amorosa. Que nuestras palabras y acciones sean un reflejo de lo mejor que hay en nosotros. Y que así, juntos, podamos construir un año lleno de amor, paz y bendiciones para nosotros y para el mundo que nos rodea.
Shana Tová Umetuká, ¡un feliz y dulce año nuevo!
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