La sabiduría del no decir

Mis queridos alumnos, en estos tiempos de sobreexposición constante donde parece que todos necesitan anunciar al mundo cada paso que dan y cada pensamiento que tienen, me gustaría compartirles una valiosa lección que podemos aprender tanto de nuestra propia tradición judía como de la valiosa filosofía estoica.

Como saben, nuestra cultura siempre ha valorado la modestia, la humildad y la introspección silenciosa. Tanto los sabios de la antigüedad como nuestros propios textos sagrados enfatizan la importancia de cultivar el crecimiento espiritual lejos de miradas ajenas, a través de la autoevaluación tranquila y la conexión íntima con lo divino.

Es por eso que les presento esta lista de 10 temas que tanto los filósofos estoicos como nuestra propia tradición consideran efectivos mantener en privado. Cada punto destaca un área de la vida donde guardar silencio permite nutrir la fuerza interior, la confianza en uno mismo y la sabiduría que sólo pueden alcanzarse a través de la introspección callada. Desde los logros hasta las dudas, desde los sueños hasta los planes, esta sabiduría milenaria nos enseña a proteger nuestro camino espiritual alejado de la opinión de los demás.

Es mi esperanza que meditando sobre estas ideas encuentren mayor paz interior y fortaleza de carácter. En la quietud del silencio es donde Dios habla más claramente a nuestros corazones.

1. No hablar de tus logros
En el judaísmo, el éxito se mide por la conducta ética y las buenas acciones, no por logros materiales o reconocimiento externo. Maimónides (Hiljot Deot 5:6) nos enseña: «צניעות גדולה נוהגים תלמידי חכמים בעצמן«, que se traduce como «Gran modestia es acostumbrada por el sabio».  Los logros internos de crecimiento espiritual son lo que importan, de los cuales tampoco hay que hacer alarde.
No es malo tener éxitos materiales ni gozar de los bienes saludables de este mundo, sin embargo, visibilizarlos a ojos públicos no es de persona que quiera andar por un camino de gozo.

  1. No hablar de tus desafíos
    En los tiempos de prueba, cuando sentimos que las cosas no nos van bien, el judaísmo tradicional enseña a examinar las áreas de mejora interior antes de enfocarse en factores externos.
    Es bueno saber que los obstáculos moldean el carácter a través de la autorreflexión silenciosa y son muchas veces el factor que nos obliga a crecer. Nadie es fuerte si no sale de su cuna de algodones, ni tampoco logramos poder si andamos hablando de los desafíos que tenemos por delante.

  2. No hablar de tus buenas obras
    El embellecimiento del mandamiento bíblico de tzedaká, es el  «מתן בסתר», que nos enseña a hacer el bien en secreto. La generosidad, desde una perspectiva clásica judía, busca ayudar a otros de forma desinteresada por completo, no por reconocimiento personal o alguna ventaja que querríamos obtener, en este o el siguiente mundo.
    Por tanto, si has hecho algo bueno, guárdatelo para ti, a no ser que hablando de ello puedas motivar a otros a seguir tu ejemplo y ampliar la generosidad hacia el prójimo.

  3. No hablar de tu resentimiento
    El perdón es una parte fundamental del judaísmo, reflejado en diversos párrafos del Tanaj, en la oración, en la vida cotidiana. Liberarse del rencor a través de la comprensión interior brinda paz y permite no solo cumplir un mandamiento de la Torá, sino abrirse a cumplir muchos más con ello.
    El perdón es clave para la paz interior y la libertad de emociones negativas.

  4. No hablar de tus sueños profundos
    Los sueños privados se comparan con los deseos del corazón, que deben nutrirse en silencio antes de manifestarse, evitando presiones o juicios externos.
    Evita, por tanto, hablar de tus deseos más profundos, de tus planes futuros, de tus pesadillas, de tus cuestiones inconfesables. Los sueños son delicados y necesitan privacidad para crecer sin críticas, o ser corregidos con certeza.

  5. No hablar de tus próximos pasos
    Es muy valorada la autoconfianza más que la validación ajena. Un gran árbol se protege cultivándolo en privado hasta que esté listo para florecer. No des oportunidad al malvado para que te perjudique, ni al envidioso que enlode tu camino, ni al agobiado por el EGO que te maldiga.
    Al proteger silenciosamente los planes, estos pueden desarrollarse y cumplirse a su debido tiempo, con la ayuda de Dios, lejos de presiones externas.
    Habla lo justo y necesario, que aporte a tu beneficio y al del prójimo.
    Déjate acompañar por los que son valiosos y no alertes al sospechoso.

  6. No hablar de tus dudas
    Las dudas espirituales deben explorarse con tu maestro de Torá, el cual te podrá guiar con sabios consejos, te dirá preguntas que te abran la perspectiva, te dará indicaciones para oración, tendrá orientación hacia el acertado estudio. Exponer públicamente o con personas no idóneas tus vulnerabilidades espirituales, reduce tu dignidad personal, ya que te deja a merced de piratas de la fe, de corruptos, de burladores, o de gente con buenas intenciones, pero sin preparación acorde.
    Por supuesto que cuando tengas conflictos emocionales, inquietudes psicológicas, podrás acompañarte por el experto en dichas cuestiones, quien no necesariamente es tu maestro de Torá.

  7. No hablar en tus momentos de soledad
    El judaísmo valora la introspección en silencio, por lo cual, hay momentos en el día, o la semana, que son apropiados para estar solo contigo mismo y en presencia de Dios.
    Respeta esos momentos para ti mismo y para el otro.
    La soledad, en su justa medida, es un santuario para la mente y la conexión interior.

  8. No hablar de lecciones no aprendidas
    Los errores son oportunidades para crecer a través del arrepentimiento y la renovación interior, lejos de miradas ajenas.
    No ganas nada exponiendo tus tropezones, pero sí sirves como ejemplo de resiliencia, de disciplina, de buen ánimo, de dedicación.

  9. No hablar de tus miedos
    En los momentos de incertidumbre y temor, es fácil dejarse llevar por la ansiedad y la desesperanza. Enfrentar los miedos internamente, sin expresarlos, es la forma de vencerlos.
    Al ocultar nuestros temores ante los demás y centrarnos en examinar su origen con paciencia, podemos ganar valentía y perspectiva. Al explorarlos con aplomo, sin dejarnos manipular por ellos, terminamos por comprender que lo que nos aterra quizás no sea tan impactante como creíamos. Reconocemos siempre que cualquier miedo no es otra cosa que una fantasía de una impotencia futura, que, por tanto, es inexistente.
    Al igual que un músculo se fortalece con ejercicio, el silencio sobre los miedos ejercita nuestra resistencia emocional. Poco a poco dejamos de ser esclavos de las dudas para pasar a ser sus dueños. Y al enfrentar nuestros propios temores en privado, sin mostrar debilidad, nos convertimos en personas más fuertes y seguras capaces de afrontar cualquier desafío.
    Guardar silencio sobre los miedos es una forma poderosa de vencerlos desde adentro, sin necesidad de aprobación ni lástima de los demás. Esa es una lección de gran valía que el judaísmo y estoicismo comparten.
    Por supuesto, tu sicólogo te puede dar una excelente mano, porque no siempre tienes tú todas las herramientas a disposición, y por ello, es de sabio saber cuándo guardar silencio y cuándo romperlo.

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