La verdadera compasión es durable y consistente,
es decir, perseverante.
Se basa en el juicio así como en la bondad,
en una mirada/acción que es equilibrada entre ambos.
Su intención no es manipular,
brindando una falsa misericordia funcional a la obtención de beneficios incorrectos.
Tampoco exonerar al culpable que no se ha redimido de su acción desviada,
ni justificar lo que no tiene excusa.
La verdadera compasión construye SHALOM,
no meramente oculta el mal con máscaras risueñas y afables,
que no corrigen el problema,
sino lo profundizan.
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