Tiempo atrás había visto un pequeño video de una madre yendo con su hijita por un estacionamiento, ella iba concentrada en algo –al parecer muy- importante en su celular. No me acuerdo si estaba hablando, chateando, estupidiciando con la infinidad de banalidades absurdas de los eventos cyber sociales que las pantallitas nos traen a cada instante, y que nosotros colaboramos en dar vida.
La niñita estaba caminando solita, era bajita, chiquita. Era, porque un auto que salía le pasó por encima y allí mismo falleció. El pobre conductor no tenía manera de saber que la pequeñita estaba allí, muy por debajo de su línea de visibilidad. ¿La madre? Estaba unos metros para otra parte, totalmente absorta en sus –digamos- importantes cosas de la pantallita.
Muchas vidas destruidas en pocos segundos.
El chofer y la niña dos víctimas, sin dudas.
Familias sumergidas en culpas, reproches, sufrimiento, remordimiento… ¿todo para qué? ¿Por qué?
Esto lo había visto en YouTube hace unos tres o cuatro meses, le comenté a familiares, alumnos, conocidos, etc.; para que tuvieran precaución.
Porque, una cosa es el miedo y otra es tomar conciencia de los peligros probables y andar con cuidado.
Nunca viene de más un poquito de atención a lo que realmente es valioso y dejar de lado lo secundario.
Como me decía mi madre, que viva por muchos años y con bienestar, cuando yo era pequeño y me aventuraba solo por las tranquilas calles de aquella antigua Montevideo: “Más vale perder un minuto de vida, que la vida en un minuto”.
Hace un rato, tomando fuerzas de algún lado para poder incorporarme –estoy muy mal de la columna por estos días, apenas si me arrastro un poco- saqué a mi perrita a la calle. La cachorra estaba pidiendo y no tenía a nadie más a mano para esta noble tarea. Así que lentamente fuimos para la calle, en una calurosa tardecita del verano austral. Fuimos despacito, despacito hacia la esquina. A unos metros por detrás venía una madre hablando por teléfono, muy entretenida planificando sus vacaciones para los próximos días. No está bien escuchar la conversación ajena, pero la señora era la que invadía el entorno con sus gritos y ademanes. Un poco por detrás venían dos criaturitas, no sé si de dos y tres años, o por ahí. Arrastraban sus monopatines o cochecitos de juguete para bebes. En eso la doña se para en la esquina y sigue dale que te dale cacareando con su interlocutor. Y yo seguí mi pesado paso arrastrado por mi perrita. En eso siento un griterío tremendo y la frenada de un coche. Miro hacia el ruido, habían sido unos muchachones de mal aspecto pero buena intención los que gritaron salvajemente.
¿Qué había sucedido?
La hijita mayor de la doña del teléfono había comenzado a cruzar solita la calle, entretenida en sus cositas, desprovista de toda conciencia de sus actos.
Mientras la doña estaba sumamente enfocada en las cosas –supongo que muy- importantes que estaba vociferando por el móvil.
Afortunadamente, gracias a Dios, el conductor tuvo reflejos rápidos, y los muchachones lanzaron esos gritos abrumadores.
Por centímetros la niñita se salvó.
Eso lo imaginé, porque yo no estaba viendo la escena, alejado como a veinte metros de allí, mirando para el otro lado.
Sí tuve tiempo para ver el auto parado y el hombre agarrándose la cabeza.
Y a la madre levantando a la niña del piso a los gritos y zarandeos, no escuché qué insultos y otras agresiones disparaba contra la inocente niña, recién nacida de nuevo.
Comencé mi arrastre hacia ellas para dar una mano, pero mi columna no está para andar rápido.
Cuando pude caminar un par de metros la madre ya estaba con sus hijas lejos, en eso, se sienta en la calle y abraza a la nena.
Después la aúpa y se van para allá, alejándose de mí.
Casi media hora más tarde pude llegar a casa y compartir con ustedes estas líneas.
Por supuesto tiene mucho que ver con la parashá de la semana, Vaijí (o Vaieji como se dice a veces).
Si deseas puedes comentar el suceso, mi relato, lo que supones es el vínculo con la parashá, etc.
Gracias.
Lo socialemente bueno de hoy es la distracción por lo novedoso que ofrece la tecnologia. Hoy lo bueno es estar inconsciente, alejado de la realidad, por los metodos no convencionales sino por lo que ofrece la tecnología. Hoy es bueno las relaciónes impersonales.
Pero, si eso es lo bueno socialmente, espero que los casos que expone hagan variar lo que hoy es bueno.
Parece que a mayor tecnologia mayor dificultad para estar con otros, incluso con nosotros mismos.
La adicción de estar conectados nos tiene mal, muy mal.
Saludos Moré, espero que se recupere por completo y que sea pronto. Un fuerte abrazo.
Nutritivo relato. Que lo que su generosa mano da le sea devuelto en salud
Quiera Di-s le aminore su padecimiento querido Moré
Me hace reflexionar mucho sobre este tema que nos trae a la mente una accidentada situación
Nos llenamos de escalofrío y por que no culpa y reflexión relámpago ya luego se nos pasa con este feo vicio de «matarnos»el tiempo,
Cuantas perdidas tenemos con esto,
No vemos la tragedia diaria
El vacío del que nos hemos llenado y nuestros hijos a quienes llamamos una gran bendición van caminando solos aún lado nuestro creciendo y aprendiendo de lo mismo.