La Geometría del Alma Por qué Janucá nos Enseña a Encender el Mundo de Izquierda a Derecha

Hay una pregunta fascinante que pocos se detienen a contemplar: ¿por qué colocamos las velas de Janucá de derecha a izquierda, agregando una nueva cada noche, pero las encendemos en el orden inverso, comenzando siempre por la vela más reciente?

Esta aparente contradicción encierra uno de los mensajes más profundos del judaísmo.

El Conflicto de Janucá: Más Allá de lo Militar

Primero, recordemos que Janucá no celebra únicamente una victoria militar. Los Macabeos no lucharon solo contra un ejército greco-sirio, sino contra toda una cosmovisión: el helenismo.

Los griegos habían alcanzado cumbres impresionantes de pensamiento filosófico, arte y cultura. Pero su enfoque tenía una orientación particular: la glorificación de lo físico, lo visible, lo perfecto en su forma material. El ideal griego era el cuerpo perfecto, la estatua de mármol, la geometría pura. Para ellos, lo espiritual debía expresarse a través de lo físico y permanecer subordinado a él.

El judaísmo propone exactamente lo opuesto: lo material existe para ser elevado por lo espiritual. El cuerpo es el vehículo del alma, no su propósito final.

La Derecha y la Izquierda en el Árbol de la Vida

En la Cabalá, el Árbol de la Vida nos muestra dos columnas fundamentales. La columna derecha, que incluye sefirot como Jojmá y Jesed, representa la expansión, la bondad divina, lo espiritual fluyendo hacia el mundo. La columna izquierda, con sefirot como Biná y Gevurá, representa la contracción, el juicio, la concreción de esa energía en formas definidas.

Cuando colocamos las velas de derecha a izquierda, estamos siguiendo el patrón de la creación misma: del pensamiento a la acción, de la potencialidad a la actualización, de lo abstracto a lo concreto. Es el movimiento natural del Shefa, la abundancia divina, que desciende desde los mundos superiores hasta nuestro mundo material.

Este era precisamente el enfoque helenista: partir de lo ideal, de las formas perfectas platónicas, y descender hasta el mundo material, donde todo es copia imperfecta de esas formas eternas.

La Revolución del Encendido

Pero aquí viene la revolución judaica, y es exactamente lo más relevante: encendemos las velas en dirección opuesta, de izquierda a derecha.

Comenzamos por la vela más nueva, la más cercana al lado de Gevurá, de la concreción, de la materialidad. Y con cada noche, expandimos la luz hacia la derecha, hacia Jesed, hacia Jojmá. Vamos de lo concreto hacia lo espiritual.

¿Por qué? Porque el mensaje de Janucá es revolucionario: no venimos a escapar del mundo material hacia reinos espirituales abstractos. Venimos a transformar lo material mismo en receptáculo de luz divina.

El Talmud en Shabat 21b nos enseña que las velas de Janucá deben colocarse en la puerta que da hacia el dominio público, hacia la calle, hacia el mundo. No es una luz para esconderse en la sinagoga o en el estudio privado. Es «pirsumei nisa» – publicar el milagro, iluminar el espacio público, transformar la oscuridad del mundo exterior.

Moshe Frente al Faraón: Un Paralelo Iluminador

Hay un midrash poderoso que conecta con esto. Cuando Moshe se presenta ante el Faraón en Egipto, el texto dice «Bo el Paró» – «ven hacia el Faraón». Los sabios preguntan: ¿por qué «ven» y no «ve»? Hashem le está diciendo a Moshe: «Ven conmigo, entra a la profundidad de la klipá, de la cáscara de impureza que es Egipto».

El trabajo espiritual no es huir de la oscuridad, sino entrar en ella con luz. No es abandonar lo material, sino elevarlo.

Los Macabeos no se retiraron a las montañas para vivir vidas de pureza aislada. Pelearon por recuperar el Templo, ese lugar donde cielo y tierra se encuentran, donde los sacrificios físicos – animales, aceite, incienso – se transforman en conexión espiritual.

Aceite: La Metáfora Perfecta

Y hablemos del aceite de oliva, el protagonista silencioso de Janucá.

El olivo debe ser presionado, aplastado, para dar su aceite. El Talmud en Menajot 53b especifica que solo el aceite puro, «zait zaj» – aceite de oliva prensado que fluye naturalmente – es apto para la Menorá del Templo.

El aceite representa la esencia que emerge cuando el mundo material es trabajado, refinado, presionado con propósito espiritual. No se trata de rechazar lo físico – necesitamos las aceitunas – sino de extraer su luz interior.

El Rabino Itzjac Luria enseñaba que cada cosa material en este mundo tiene una chispa divina atrapada dentro, esperando ser liberada.
Nuestra tarea no es despreciar lo material, sino revelar esa chispa.

Nosotros Somos la Novedad

Hay otra dimensión hermosa: encendemos primero la vela nueva cada noche. El Jidush, la novedad espiritual, siempre debe ser nuestro punto de partida.

En el judaísmo, no vivimos del pasado solamente. Cada día trae nueva luz. «Mitjadesh betuvo bejol yom tamid maasé bereshit» – «Renueva en su bondad cada día, constantemente, la obra de la creación». La creación no es un evento histórico; es continua.

Entonces cada noche de Janucá añadimos una vela nueva, porque la luz debe crecer. La victoria sobre el helenismo no fue de un día; es un trabajo continuo. Y comenzamos siempre por lo nuevo, por el presente, por donde estamos ahora parados, en la materialidad de este momento.

Desde aquí, desde nuestra realidad concreta, encendemos hacia la derecha, expandiendo la luz, revelando que incluso en el lugar más denso, más material, puede arder la llama espiritual más pura.

El Mensaje Para Hoy

En nuestros días, enfrentamos un neo-helenismo sofisticado. Una cultura que celebra lo inmediato, lo sensorial, lo cuantificable. Una cultura donde el cuerpo perfecto en Instagram reemplaza al alma, donde el éxito material define el valor humano.

Janucá nos recuerda: toma ese mundo material, ese cuerpo, esa vida física que vives, y enciéndela. No la rechaces ni la idolatres. Transfórmala en candelabro.

Colocamos las velas de derecha a izquierda – sí, reconocemos el descenso natural de lo espiritual a lo material. Pero las encendemos de izquierda a derecha, proclamando que el viaje de retorno es posible, que podemos tomar este mundo de concreción y hacerlo brillar con luz divina.

El pequeño frasco de aceite puro que encontraron los Macabeos no debía durar ocho días. Era imposible. Pero lo material, cuando está dedicado a lo sagrado, puede trascender sus propios límites. Un día se convierte en ocho. Lo finito toca lo infinito.

Que cada noche de Janucá, al agregar una vela más y encenderla primero, recordemos: estamos aquí, en este mundo material, no por accidente sino por misión. Nuestra tarea es encender, desde donde estamos, hacia la expansión de la luz. De la concreción a la trascendencia. De la oscuridad al resplandor.

Janucá Sameaj – que tu Janucá esté llena de luz que crece.

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