Shalom, estimados lectores.
Esta semana leemos Parashá Vaerá, donde el relato de la redención comienza a desplegarse de manera dramática. Dios se revela a Moshe con un mensaje claro: “He escuchado el sufrimiento de Mi pueblo y los liberaré con mano poderosa” (Shemot 6:6). Pero la redención no es inmediata ni sencilla. Faraón endurece su corazón, y el pueblo, abatido por siglos de esclavitud, no logra confiar del todo en el plan divino.
Esto me recuerda una escena icónica de la película Rocky. ¿La recuerdan? Rocky Balboa, un boxeador desconocido, recibe la oportunidad de enfrentarse al campeón mundial, Apollo Creed. Rocky no tiene la técnica ni la experiencia para vencer, pero se niega a rendirse. Lo vemos entrenar con intensidad, tropezar y levantarse una y otra vez, porque su meta no es solo ganar, sino demostrar su valía, probar que puede soportar cada golpe y mantenerse de pie.
El camino de Moshe y el pueblo de Israel en esta parashá es similar. Dios les promete libertad, pero el proceso está lleno de desafíos: un faraón obstinado, plagas devastadoras y un pueblo cuya fe flaquea. Sin embargo, al igual que Rocky, no se trata solo del resultado final, sino del esfuerzo, la resistencia y la transformación en el proceso.
Rocky no gana su primera pelea contra Apollo, pero su verdadera victoria es haber perseverado, haber demostrado que tenía lo que se necesitaba para pelear hasta el final. Así también, el pueblo de Israel no sale inmediatamente de Egipto en Vaerá. Las plagas son solo el comienzo, pero cada golpe que Egipto recibe es un paso más hacia la libertad, un recordatorio de que la redención es un proceso que requiere fe y acción constante.
¿Y nosotros? Todos enfrentamos nuestros propios “faraones”: miedos, desafíos, situaciones que parecen insuperables. A veces dudamos de nuestras propias fuerzas o incluso de que Dios esté escuchando. Pero Vaerá nos enseña que no estamos solos en esta lucha. Al igual que Rocky tuvo a Mickey, Moshe tuvo a Aarón y, sobre todo, a Dios.
La redención de Israel nos recuerda que no importa cuán oscura sea la situación, siempre hay una mano divina guiándonos. Pero también se nos pide nuestra parte: no rendirnos, no dejar que los golpes nos derriben, seguir peleando por lo que es justo y verdadero.
Como Rocky, debemos levantarnos después de cada golpe y seguir avanzando, porque la victoria real no es solo salir de Egipto, sino descubrir la fuerza que llevamos dentro durante el camino.
Que esta semana aprendamos a resistir y a confiar en el proceso de redención, tanto personal como colectiva.