IEADA (primera parte)

Cada problema que atravesamos es un momento o estado de impotencia, real o vivida.
Si tuviéramos potencia, poder, y lo pudiéramos aplicar de manera positiva, entonces no sería en modo alguno un problema.
Problema  = impotencia, real o sentida.

Sabemos que ante el sentimiento de impotencia se dispara automáticamente el EGO con alguna de sus herramientas naturales y/o sus derivados.
Habrá, repito que de forma automática, una o varias de las siguientes conductas: llanto, grito, golpes o desconexión de la realidad,  y/o cualquiera de sus derivados.
No depende del pensamiento, ni de la voluntad, ni de etnia, estado civil, edad, religión, estrato social, cultura, sino simplemente de cómo está organizado el cuerpo y su sistema rudimentario de defensa.

En determinados problemas la respuesta del EGO puede ser la indicada o quizás única posible.
En otras es la que surge espontáneamente, involuntariamente, en una fracción de segundo, pero que tal vez si dejáramos pasar un par de segundos más y no actuáramos en base al instinto, la respuesta y el posterior encadenamiento podrían ser de mejor resolución.
Ambas son normales, naturales, desprovistas de intencionalidad, ninguna pecaminosa en sí misma, nada de demonios y posesiones, tampoco de destinos místicos, simple y llana fisiología.
Pero en una el resultado es el esperable y necesario, en la otra las consecuencias suelen ser un empeoramiento de una situación que podría haber tenido otras derivaciones.

Evalúa tú y considera cuándo es oportuno y necesario que sea el EGO el que responda.
Un bebe con hambre, no va hasta la cocina y se prepara la cena, llora, grita, patalea o se duerme al no recibir los cuidados de un adulto atento y responsable.
Una señora mayor que está siendo arrojada al piso para robarle su cartera, probablemente reaccionará con gritos, algún intento de forcejeo, tal vez llanto y en puede que tenga algún episodio de desconexión de la realidad.
El joven que a la madrugada está volviendo del baile y lo rodean unos patanes para molerlo a palos, por el “placer” de dañar a alguien indefenso o tal vez “diferente”, ¿cuál será su reacción automática?
Y al señor que le comunican que su amada esposa tiene un cáncer terminal, ¿cómo reaccionará al primer momento?
Y alguien que ve salir  de un hotel de alta rotatividad a su cónyuge que está abrazada fuertemente de otra persona, ¿tendrá una respuesta inmediata ecuánime y meditada?
Y al enterarse que la empresa a la cual le ha sido fiel durante 34 años le está por despedir. O cuando llega la edad de la jubilación y no tiene un proyecto para continuar su vida con un propósito.
O cuando su pareja de mediana edad, que no trabaja y se pasa en casa todo el día de malhumor, agrediendo a sus hijos de un anterior matrimonio, y reclamando y demandando su atención y dinero.
O cuando quiere divorciarse, ya está cansada de la vida con su cónyuge, pero no tiene el valor, o la decisión, o el dinero, o lo que sea y sigue en esa prisión.
Y no salvó el último examen que debía para recibirse de su profesión, a pesar de haber estado 100% segura de que estaba más que resuelto.
O alguna persona conocida no te saludo aunque pasó a tu lado y evidentemente te vio.
O el vecino que hace ruidos muy molestos, para usted, a cualquier hora, cualquier día, y no hay pedido o amenaza que le devuelva la tranquilidad.
Y si su auto de repente se queda sin frenos y va a velocidad considerable en una ruta atestada.
Y en la oficina te pasean de una ventanilla a otra, de un formulario a otros dos, de una sección a la siguiente y largas colas de por medio, para no obtener respuesta. Ídem con llamadas telefónicas en donde te recibe una contestadora automática, musiquita espantosa y nadie con quien comunicarte durante horas.
El ascensor que no baja y tú dale que e dale tocando el botoncito y sudando para que de una buena vez se abra la puerta y subas a tu piso.
O la chica jovencita que recién conoce a un muchacho (con el cual ya tuvo relaciones íntimas) y éste se la pasa hablando de ex novias, conversando con ellas por teléfono a cada rato, descuidándola, ignorándola.
O su hija que no quiere comer, y se empecina en no comer, y se niega a comer, y es una guerra campal cada vez que se sientan a la mesa para la comida.
Y cuando su perrita se suelta de la correa y sale corriendo a gran velocidad justo delante de un camión que viene presuroso.
Y su adorado equipo de fútbol está jugando espantoso, el árbitro cobra en contra todo el tiempo, y nada parece salir bien.
O cuando está apasionado por esa chica hermosa, siente que la ama, que es la mujer de sus sueños, que no puede haber otra como ella, que la tiene ahí a su lado, pero no se anima a encararla con una propuesta, ni siquiera con una tímida invitación al cine y no mucho más.
O… podríamos seguir imaginando problemas, grandes o pequeños, reales o imaginarios, vitales o banales, trascendentes o vacíos, del momento o a largo plazo, personales o que involucran a más personas, y encontraríamos que siempre estamos ante el sentimiento de impotencia y el instantáneo brote del EGO como respuesta.

Te pedí que evaluaras cuál situación se resuelve apropiadamente con el EGO y cual pareciera resolverse pero se desmejora y agrava como consecuencia de permitir que sea el EGO quien toma las riendas de tu conducta.

Si ya hiciste este ejercicio, ahora te pido que evalúes un día cualquier de tu vida. Puede ser hoy mismo. Distingue las situaciones o estados de impotencia por las cual pasaste. Descubre tus impotencias, cómo llegaste a ese estado o situación. Percibe el juego del EGO desde las sombras. Date cuenta de si tu reacción fue la más provechosa para la mayoría de los implicados, o si termino por ser peor. Haz una lista para tener los datos a la vista y sin equívocos luego.
Hazlo por favor.

Ahora toca aprender a manejarse de manera más eficiente y efectiva, para dotar a tu vida de propósito, de tranquilidad, de goce de la bendición, de felicidad.
Vamos a ver cómo proceder para salir del bucle, no perpetuarse en círculos viciosos.
¿Estás preparado?

Pero no será ahora.
Este tema, si Dios quiere, lo continuaré ni bien pueda y quiera.

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