Estamos por ingresar a otro Shavuot, reviviendo la entrega de la Torá, que como sabemos, tiene una faceta, Escrita y otra Oral.
La Torá Oral es el alma vibrante del judaísmo. Sin ella, la Torá Escrita quedaría como un documento inerte, sin profundidad ni aplicación real. Es el hilo que une generaciones, el puente entre la letra y la vida, el diálogo constante que permite que la sabiduría divina siga siendo relevante en cada época.
Para los rabinos y estudiosos, la Torá Oral es el laboratorio del pensamiento judío. A través del Talmud, la Halajá y los comentarios milenarios, las mentes más brillantes han discutido y refinado nuestra comprensión de la voluntad divina. Sin este proceso dinámico, el judaísmo no podría responder a los desafíos modernos.
Para los judíos tradicionales, es el legado de nuestros ancestros, la transmisión de padre a hijo, de maestro a discípulo. Es el susurro del pasado que sigue resonando en cada decisión cotidiana. ¿Cómo se aplica la kashrut en el mundo actual? ¿Cómo equilibrar la ética con la tecnología? La Torá Oral nos da las respuestas.
Para los buscadores espirituales, es la clave para conectar con la Torá más allá de lo literal. Nos enseña que el judaísmo no se trata solo de reglas, sino de valores, de visión de mundo, de un camino de vida. Nos muestra cómo cada mitzvá tiene un propósito interno, cómo la interpretación nos lleva a la introspección y al crecimiento.
Para la comunidad en general, la Torá Oral es lo que hace que el judaísmo sea una tradición viva. Nos une a través de la discusión, el estudio en grupo, el intercambio de ideas. No es una colección de leyes frías; es la chispa que enciende el debate, la conexión que nos recuerda que seguimos siendo una familia, incluso con perspectivas diversas.
Hoy, más que nunca, en un mundo cambiante y lleno de desafíos, la Torá Oral nos da las herramientas para aplicar la sabiduría eterna en nuestras vidas reales. Nos recuerda que la Torá no es solo historia, sino un código vivo de pensamiento y acción.
Porque la Torá no solo se estudia, se vive.
Y en ese vivir, seguimos escribiendo nuestra parte en el gran diálogo judío.
¡Jag Sameaj!
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