Shabbat: Elul 18, 5767; 1/9/07
*Bendito en todas tus acciones*
Shalom. ¡Qué bueno encontrarnos nuevamente!
Estamos a pocos días de Rosh HaShaná, como cada año deberíamos estar reforzando nuestras acciones positivas de Teshuvá, Tefilá y Tzedaká -arrepentimiento, oraciones y actos de caridad-, pues, tal como enseña nuestra Tradición, tienen un efecto poderoso para equilibrar el espíritu y aminorar las presiones sobre él.
Como te das cuenta, no se nos instruye para que tengamos fe, ni que incrementemos nuestra creencia, por el contrario, se nos insta a actuar correctamente, a mejorar nuestra conducta, a ser solidarios, a vivir de manera altruista y no altiva.
Sabemos que el monoteísmo es central en el judaísmo, es uno de sus pilares, sobre el cual se sostiene todo el inmenso edificio cultural y espiritual del mismo.
Sin embargo, este monoteísmo, con la consiguiente fidelidad al Uno y Único HASHEM, con reverencia y amor a Él, no vive por fe, sino por CERTEZA.
¿Qué es certeza?
Es la convicción, la certidumbre, el estar seguro y confiado en algo que se sabe que es verdad.
A diferencia de la fe, que reposa en la esperanza de que una creencia sea cierta,
la certeza se fundamenta en el saber.
Sabemos que Hashem existe,
sabemos que Él es Todopoderoso,
sabemos que Él nos reveló la Torá,
sabemos que el domina y conoce todo,
sabemos que Él es nuestro Padre Celestial y nos encomendó las mitzvot para que las cumplamos.
Lo SABEMOS.
No tenemos fe en esto, porque lo sabemos.
Tal como la Torá se encarga de manifestarlo en nuestra parashá:
«Moshé llamó a todo Israel y les dijo: ‘Vosotros habéis visto todo lo que el Eterno hizo ante vuestros ojos en la tierra de Egipto al faraón, a todos sus servidores y a toda su tierra; las grandes pruebas que vuestros ojos vieron, aquellas grandes señales y prodigios.»
(Devarim / Deuteronomio 29:1, 2)
Nuestros antepasados, todo un pueblo de diversas ideas y partidos, estaban presentes y testimoniaron todas las proezas y maravillas que el Eterno hizo por ellos.
Todo el pueblo, todos ellos, estaban allí, lo veían, lo experimentaban, lo comprobaban y confirmaban.
No un puñado de iluminados.
No una casta de sacerdotes o escribas.
No un grupo en particular.
Todos ellos, sin excepciones aceptaron lealmente la Torá con sus múltiples y pesados mandamientos, porque sabían que era el Eterno quien les daba esto por heredad.
No tuvieron que confiar en líderes carismáticos e inspirados, ni en historias fantásticas de milagros, ni fueron presionados por ejércitos para aceptar la Verdad: que el Eterno los había liberado de la esclavitud de Egipto, los había sostenido durante cuarenta años y les había conferido para toda la eternidad el regalo más precioso, que es la Torá.
Por esto, no nos dedicamos a hablar de fe, o a insistir en ella, o a vivir en la incertidumbre de las creencias.
De acuerdo a nuestra milenaria Tradición, se nos enseña a actuar correctamente, a conocer nuestro pasado para construir el presente, a bucear en los manantiales de Vida de la Torá para ser personas plenas e íntegras.
Porque, como expresa el final de nuestra parashá:
«Guardad, pues, las palabras de este pacto (la Torá) y ponedlas por obra, para que prosperéis en todo lo que hagáis.»
(Devarim / Deuteronomio 29:8)
Debemos conocer y estudiar la Torá, para poder actuar de acuerdo a sus normas y patrones de conducta, de manera que seamos bendecidos en todo lo que hacemos.
Tal es lo que la parashá nos enseña esta semana, sumamente relevante cuando estamos tan cercanos al Día del Juicio -Rosh HaShaná-, cuando se pesan y miden cada una de nuestras acciones del año que pasó y se nos diseña un camino para el año que comienza.
Así pues, sigamos estudiando Torá, para aprender y conocer, y reforzar nuestra identidad judía.
En palabras del inspirado y sabio salmista:
«Mucha paz tienen los que aman Tu Torá, y no hay tropiezo para ellos .»
(Tehilim / Salmos 119:165)
¡Te deseo a ti y a los tuyos que pasen un Shabbat Shalom UMevoraj!
¡Qué sepamos construir shalom!
Moré Yehuda Ribco
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