La ciencia sagrada

«מָֽה־רַבּ֬וּ מַֽעֲשֶׂ֨יךָ ׀ יְֽהוָ֗ה כֻּ֭לׇּם בְּחׇכְמָ֣ה עָשִׂ֑יתָ מָֽלְאָ֥ה הָ֝אָ֗רֶץ קִנְיָנֶֽךָ
¡Cuán numerosas/imponentes son tus obras, oh Eterno!
A todas las hiciste con sabiduría; la tierra está llena de Tus creaciones.»
(Tehilim/Salmos 104:24)

Esto fue expresado por el inspirado salmista hace 3000 años, con la limitada capacidad tecnológica y científica que tenían.
En la actualidad, más que ser negada esta afirmación, crece cada vez más.
Porque con el avance del conocimiento que vamos adquiriendo, cada día resulta más impresionante el universo. Se descubren especies que hasta ahora eran ignoradas. Se penetra en los misterios de lo inmensamente gigante o lo infinitamente pequeño y no paran de manifestarse las sorpresas y maravillas.
Cuanto más sabemos, más nos damos cuenta de lo poco que sabíamos ayer.
Estamos ante un universo infinitamente complejo, variado, y en muchos aspectos que parece irreal.
Y sin embargo, ¡existe!

La ciencia con la tecnología más aportan a la persona leal del Eterno a que con humildad y embeleso diga junto con el antiguo salmista:

¡Cuán imponentes son Tus obras, oh Hashem!

Así pues, bienvenido sea el desarrollo de las ciencias que equilibradas con la virtud de la NESHAMÁ nos permiten descubrir la Presencia del Eterno en cada partícula de la Creación.

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