Ahora, ¿cómo contarás lo que te sucede?

Como cuentas las cosas, tiene su importancia en los resultados.

Según reporta la “Journal of Psychological Science”, un estudio de la Universidad de Columbia, del año 2005, indica que las personas que cuentan sus malas experiencias pasadas en tercera persona, como si le hubiera ocurrido a otro, presentan mayor confianza y optimismo, en contraste con aquellos que las contaron como recuerdos personales.

Es un dato interesante.
Pareciera contradecir a ciertas corrientes de psicología que demandan que se cuente todo en primera persona, como forma de apropiarse de sus conductas, sentimientos, recuerdos, deseos, etc.

Creo que ambas opciones son acertadas, de acuerdo al uso que hagamos.

Veamos un poco lo que quiero enseñarte.
(Es oportuno que leas antes esto: http://fulvida.com/fortalecimiento/feliz-septimo/yo-soy-el-que-soy)

Tú haces, no hay relatos, sino acciones.
Pueden ser acciones internas, de las que ni tienes conciencia (funcionamiento de los órganos, fluir sanguíneo, etc.), o de las que sí tomas conocimiento.
Acciones externas, conscientes (un acto voluntario, por ejemplo) o no (tamborileo de los dedos como tic, movimiento de las piernas al caminar, etc.).
Es el mundo del hacer, sin más.
No hay cuento.

Luego, sientes, percibes y te comunicas.
Allí cuentas TU historia. Eres el personaje. A ti le suceden, a ti te hicieron, tú fuiste y volviste.
Estás envuelto en la narrativa, eres la narrativa, eres el mundo.
Te afectas por tu relato, tu relato te afecta.
Tu cerebro no distingue entre relato y realidad, entre recuerdo y suceso. Se entreveran tus hilos narrativos, te emocionas, actúas el pesar, ya no sabes si estás contando o siendo contado.
Estás en un tobogán, ¡no! Es una montaña rusa.
Todo gira en torno a “yo”, mí, mío. Sí, allí están los demás, pero son títeres, no tienen consistencia real, no son personas.
Hay expresión, hay relato, hay manipulación, pero siempre centrado en el yo.
Hay un cuento en primerísima persona.

Pero entonces subes un peldaño.
Te separas un poco de ti mismo y te duplicas (sin saberlo estás viajando el denso viaje hacia la unificación, hacia la unidad).
Ahora distingues los personajes, ya no eres el único intérprete de la obra. Estás tú, está el otro, estamos nosotros, y ellos.
Está el dar, el recibir, el compartir, el negar, el mendigar, el reclamar, el demandar, el exigir… la relación es lo que prevalece.
Juzgas, perdonas. Eres generoso, retienes. Te relacionas y te ubicas al relacionarte.
Entonces el relato ya no se hace midiendo lo que sientes, lo que haces, sino lo que estás siendo en tu relación con otros.
Hay un cuento ambivalente, en primera persona con participaciones estelares de los invitados a la fiesta.

Y allí subes otro peldaño en la integración de tu personalidad multidimensional, aunque aún está en el mundo de las dualidades, de las polaridades, de la confusión.
En este grado logramos hablar en tercera persona, aún de los sucesos personales.
Porque la mente permite tomar distancia, a la vez que acerca lo lejano.
En este plano analizamos, encasillamos, encuadramos, relacionamos con mayor perspectiva.
Vemos las causas y consecuencias… tomamos distancia, aunque no sé si tomamos conciencia.
Es una herramienta poderosa, porque se involucra la fantasías, la imaginación, la creatividad. Pero al mismo tiempo se inventan excusas, se rebuscan justificativos, se amparan errores, se somete al frío y la lógica aquello que debiera ser cálido y tierno.
Aquí hay un cuento aséptico, impersonal, en tercera persona.

Por último, se alcanza el peldaño de la unificación, de la unidad.
Uno es uno, pero es todo.
Se está en conexión permanente.
Se es consciente, más allá de los pensamientos y las razones.
Se deja de lado el juicio, la manipulación es intolerable, las mentiras son derretidas, las máscaras pierden sustancia.
Es el plano de la verdad absoluta, de la autenticidad plena.
El dolor y el gozo se encuentran, pero no afectan.
Aquí el relato existe como total aceptación.

Con esta breve descripción que proviene de lo más profundo de las enseñanzas cabalísticas, estarías en condiciones para comprender el resultado de la investigación que te mencioné al comienzo, así como los dictados de las corrientes de psicología también señaladas.

De paso, esta enseñanza te podría habilitar a conocerte un poco mejor, por tanto a amarte un poco más, y así acercarte a la meta sagrada de la persona: ser feliz por llevar una vida de servicio al Eterno, por medio del amor a sí mismo y al prójimo.

Ahora, ¿cómo contarás lo que te sucede?

Te propongo que hagas el experimento. Cuenta un suceso “dramático” en primera persona. Luego cuenta el mismo pero como si le hubiera pasado a otro. Observa las diferencias en tus reacciones emocionales.
¿Lo harás y nos contarás?

De paso, recuerdo otra técnica que te he brindado hace un tiempo atrás, la de contar lo dramático pero en tono de humor. Como en un “stand-up”. Pruébalo, te resultará de sanidad.

Gracias por acompañarme en la lectura hasta aquí.

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