La oportunidad de ser rico y feliz

Un hombre rico entra a una zapatería lujosa y empieza a preguntar por precios de los diversos zapatos que le llaman la atención. Parece disfrutar de su tarde de compras, o al menos de revolver la mercadería para encontrar lo que gusta y acomoda.
Pero su placer se ve interrumpido de a ratos, cuando un molesto “tic tac tic tac” lo desconcentra.
Mira para un lado, mira para otro, y no encuentra qué está haciendo ese ruido tan perturbador.
No se da cuenta si es un reloj, o una maquina, quizás algunas termitas, en verdad, no lo sabe, solo entiende que se está molestando con ese golpeteo.
De pronto, de la trastienda aparece un empleado y en él descubre la causa del ruido, ya que uno de sus zapatos está roto y es esa pieza suelta la que golpea el piso produciendo el “tiki taka tiki taka”.
Esto es insólito, piensa el rico comprador, añadiendo con astucia en su mente: “en casa de herrero cuchillo de palo”. Entonces, se acerca al mozo y le pregunta: “¿No te da vergüenza que estás en una zapatería fina tú con esas chanclas que dan pena, armando un ruido tremendo por si fuera poco?”.
El dependiente con mucha humildad le responde que su sueldo es escaso y los zapatos muy onerosos, no teniendo la capacidad para adquirir unos nuevos y tan siquiera de enviar al arreglo este par dañado que usa. 
De inmediato el rico saca un enorme fajo de billetes que está empaquetada por una banda elástica, para evitar que la multitud de billetes se disperse o estropee.
Al ver eso, el pobre empleado se relame y supone que va a recibir una donación, una generosa y abultada suma para comprar nuevos zapatos o al menos arreglar los actuales.
Con mucha emoción espera mientras el rico comprador saca la banda elástica del enorme fajo de billetes, ya está ansiando contar junto a él cada uno de los billetes que recibirá. Cuando el rico le estira la gomita e ingeniosamente le dice que se la ponga en el zapato, así sostendrá la pieza floja y dejará de hacer ruido.

¡Tantas cosas para comentar, opinar y aprender de este chiste!
Pero permíteme enfocarme en un solo aspecto, el cual está directamente vinculado con la parashá LEJ LEJÁ, que es leída esta semana.

Hay muchas personas que están a la espera de que algo o alguien le solucione sus problemas.
En lugar de hacer su parte, se dejan estar, consumiéndose en la esperanza de la solución mágica.
No aprenden, no rompen esquemas, no se esfuerzan, no se preparan, ni siquiera le buscan la vuelta ingeniosa, sino que simplemente esperan y esperan, como si las cosas se resolvieran por sí mismas, como si el tiempo en verdad todo lo curase, como si tuviera el universo la responsabilidad de hacerle los mandados. O quizás el Creador, (o los diversos dioses que son inventados por la imaginación humana), tuviera la obligación de responder a sus cretinas interrupciones.

En el caso del cuento, el empleado se dejaba estar y la solución no aparecía espontáneamente, de hecho la situación iba empeorando, porque es una ley natural que si un sistema no es sostenido a través del trabajo, de la inversión de recursos en él, decae, se vuelve caótico, se va destruyendo.
Tal como los zapatos rotos, cada vez más deshechos.

Entonces, el dependiente creyó ser merecedor de un milagro, en la presencia del rico portador de un gordo montón de billetes. Supuso que con la lástima conseguiría lo que no alcanzó con esfuerzo o preparación.
Se imaginó merecedor de un premio, enviado por los dioses mágicos que usarían como intermediario al rico.

Pero éste no estaba para dar caridad, ni una limosna.
Más bien dio un instrumento para que fuera el empleado el amo del destino de sus zapatos.
Ya que no quería o podía comprar otros zapatos, ya que no quería o podía remendarlos, entonces el rico le mostró cómo con ingenio y unos pocos recursos había un paliativo a mano.

Seguramente el empleado se sintió defraudado, engañado, estafado.
Es muy probable que al llegar a su casa esa noche le contara a su esposa de aquel rico desgraciado que en vez de comprarle unos zapatos le había entregado una miserable gomita.
Dudoso es que agradeciera lo más mínimo.

Y en verdad, el rico le estaba dando una riquísima enseñanza, pero no en dinero contante y sonante.
Una moraleja mucho más valiosa y duradera, que suponemos el pobre zapatero desaprovechó.

En nuestra parashá Avram, que todavía no era Abraham, recibió el llamado de aquella voz misteriosa y desconocida, la de Dios, que le ordenó irse de su marco social, abandonar lo conocido, rechazar su “destino”, salir de la incómoda zona de confort, para embarcarse en una aventura. Debía salir a la ruta para aprender a conocerse y en esa interminable tarea  llegar a la Tierra de Promisión y asentarse en ella.
Sería el inicio de un viaje inmenso, que abarcaría montón de generaciones, muchísimas anécdotas, interminables horas de aventuras y desventuras. Pero siempre con la meta por delante, finalmente llegar a la Tierra de Promisión, afincarse en ella, disfrutar de sus bendiciones junto a los descendientes.

Dios le estaba dando algo mucho más valioso y trascendente que una banda elástica a quien sería el primer patriarca de los judíos, pero no le estaba solucionando sus problemas, ni haciendo magia para evitarle contratiempos, sufrimientos, experiencias.
Le estaba obligando a salir de su zona de confort y ponerse a trabajar con mucho más empeño, aprender con mucha más destreza, aunque eran cosas que Avram ya venía haciendo hacía tiempo.

Sería bueno que tomemos el ejemplo, de dejar de esperar magia y comenzar a hacerla con nuestros aprendizajes, con dejar de lado conductas perjudiciales, con hacer lo que es justo y bueno.
A cada rato Dios nos envía “ricos” que nos brindan herramientas para conseguir superarnos.

Si este estudio te ha sido de bendición, te agradezco que apoyes nuestro trabajo: https://belev.me/apoyo

(Gracias profesor Luis Girona por los aportes conceptuales).

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Jonathan Ortiz

Me acordé del chico que estaba en la calle pidiendo algo para comer y un tipo bien vestido le regala un tenedor.

Entiendo la enseñanza Sensei, pero a veces un poco de magia no hace daño. Hay quien pudiendo hacer no hace. No toda ayuda debe ir con enseñanza.

Gracias

Jonathan Ortiz

¿Debo dejar de actuar con bondad (ayudar al otro en su desgracia/salvarlo) porque el otro puede ver magia en mi acto?

¿Podré alguna vez controlar la reacción del otro ante mi gesto bondadoso?

Creo que la linea entre magia y salvación es muy delgada. Quizás me equivoque.

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