No es lo mismo enseñar Cabalá, que supuesta Cabalá. Esos “centros” cabalísticos, grupejos y sectas tan de onda que se llenan la boca de palabrería metafísica, ciertamente poco y nada tienen de Cabalá, aunque sus maestros digan ser discípulos de tal o cual sabio, de contar con aquel o ese otro referente, o vender a diestra y siniestra libritos, cintitas, velitas, y otras cotizadas supersticiones.
No es lo mismo enseñar Cabalá, que principios universales aplicables a la vida cotidiana que se aprenden desde el conocimiento de la Cabalá.
La Cabalá es una teorización compleja, restringida para algunos estudiosos, dedicados, expertos, que cumplen determinadas y estrictas reglas personales y de preparación académica rigurosa. No es un océano llano, manso, simple de navegar, mucho menos de bucear. Contiene abismos y alturas de inmensas dimensiones, con peligros para los que no están preparados. Fácilmente se puede confundir, llenar de caos, pervertir aquel que no está con todos los requisitos al día, e incluso estos pueden perder el trazo en cualquier momento. Por ello es de mucho cuidado, dedicación, sutileza. Sus claves son inaccesibles para la gran mayoría, adrede se ha diseñado de esa forma. E incluso lo que puede parecer corriente, o hasta anodino, seguramente no es para ser interpretado de forma directa, sino que a través de lentes y espejos ubicados con milimétrica precisión.
Pero, los principios universales para la vida cotidiana que se desprenden del árbol de conocimiento de la Cabalá, son para ser disfrutados por las personas sin distinciones. Tal es el motivo del conocimiento, ser aplicado a la vida cotidiana, por todos, para que la Luz interna resplandezca, la construcción del shalom sea posible. No por unos cuantos “escogidos”, no solamente por “tzadikim” –personas notablemente justas-, sino por todos los que estén dispuestos a desprenderse del EGO y vivir a plenitud.
Por supuesto que tal fruto bueno y saludable debe ser preparado con el conocimiento y aptitud del cocinero experto, que sabe cómo aderezar y presentar los manjares a sus comensales. No cualquiera puede enseñar, ni debe hacerlo, aunque cualquiera puede ser quien reciba las instrucciones para aplicarlas al uso corriente y diario.
Nuestra idea es tratar de hacer esto último, dentro de marcos legales, saludables, positivos, que brinden claridad y no ilusiones, que liberen y no que sometan, que sean de provecho y no para enriquecimiento de algunos avivados mercaderes de la fe.
Tengamos mucho cuidado de esos que se disfrazan para dar sus mensajes, de los que aparentan santidad para esconder malicia. De los que son siervos del EGO pero pretenden dominar a los demás.
Un verdadero maestro de la ciencia de la Cabalá no precisa de ropas extrañas, ni de amuletos, ni de palabras incomprensibles, ni de enroscar en pensamientos absolutamente incomprensibles, ni de demostrar su sapiencia con “milagritos”. Más bien que debe llevar una vida sencilla, noble, de integridad, de respeto, de moderada alegría, de trabajo, dotando a cada momento de la impronta de su conocimiento, de hacer “carne” las enseñanzas, para que su prédica no sean palabras sino vivencias.
Tomemos en cuenta la siguiente anécdota al respecto del Maguid de Mezritch:
פעם אחת היה הרב [המגיד] מוכיח לאחד על מה שדרש קבלה ברבים, והשיב לו האיש מפני שמר [כלומר המגיד עצמו] דורש גם כן קבלה ברבים! והשיב לו הרב: אני לומד [=מלמד] את העולם שיבינו שבעולם הזה ובאדם גם כן כל הדברים הנאמרים בספר עץ-חיים [של ר’ חיים ויטאל, תלמידו הבכיר של האר"י], ולא שאני נותן להבין את הרוחני כמו שכתוב בעץ-חיים; אבל מר דורש דברים ככתבן בעץ-חיים! אם כן אתה עושה מרוחניות גשמיות, שאין הפה יכול לדבר למעלה בעולם הרוחני. (אור האמת, ל"ו, ע"ג-ע"ד)
Que traduzco a continuación:
En una ocasión estaba el rabino, el Maguid, amonestando a uno que enseñaba Cabalá a la muchedumbre.
El hombre le respondió que él hacía lo mismo que el Maguid, que también enseñaba Cabalá a la gente.
Le aclaró el rabino: Yo le enseñó al mundo para que comprendan las cuestiones de este mundo y de la persona según se explica a partir del libro “Etz HaJaim”. Yo no facilito que se estudie lo que está escrito en el “Etz HaJaim”. Pero usted va enseñando lo que está escrito en el “Etz HaJaim”. Por tanto, usted banaliza lo espiritual, porque lo del mundo espiritual no hay boca que pueda decirlo. (Or HaEmet 36:3 y 4).
El sentido es bastante claro.
Las enseñanzas de la Cabalá están a disposición para entender este mundo, mejorar a la persona, liberar de prejuicios, siempre y cuando se haga con la guía adecuada.
Pero cuando se pretende enseñar cuestiones metafísicas, dilucidar esencias espirituales, aleccionar sobre ángeles y otras cuestiones poco palpables, cuando la enseñanza es un tributo a la mitología y la superstición, entonces no se está por la senda correcta, no se está viviendo a pleno este mundo a la luz espiritual. Se está ahogando a la persona en supercherías, palabrerías, sectas, esclavitud y EGO.
Tengamos cuidado, no sea que las buenas intenciones carentes de conocimiento lleven al desastre.
Las enseñanzas cabalísticas bien aplicadas sirven para perfeccionar al hombre, mejorar a la sociedad, estimular al cumplimiento de los mandamientos que corresponden cumplir a cada uno.
Pero cuando llevan a adorar a “rabíes”, “cabalisteros”, “jasideos”, cuando imponen a esforzarse por ser más ritualistas en cuestiones carentes de fundamento, o a ser libertinos con la excusa de actuar sin ataduras físicas, entonces es mejor apartarse y llevar la vida sencilla y de integridad que Dios demanda de cada uno.
Recuerda, lo que Dios quiere de nosotros no es una cuestión misteriosa, no ha quedado “en los cielos”, no es un secreto, no hay nada por develar.
Lo que Dios quiere verdaderamente de nosotros está explícito, tanto en lo que respecta a los Siete Principios para las naciones como en el sistema de 613 mandamientos para el pueblo judío.
Todo lo que Dios quiere, está pautado ya, explicado, codificado.
Por tanto, no está “en los cielos”, o en estudios altamente sofisticados la respuesta a lo que debes hacer con tu vida.
Atiende:
"Pues el Eterno volverá a gozarse en ti para bien, así como se gozó en tus padres, si escuchas la voz del Eterno tu Elokim para guardar Sus mandamientos y Sus estatutos escrita en este libro de la Torá; si te vuelves al Eterno tu Elokim con todo tu corazón y con toda tu alma.
Ciertamente este mandamiento que te mando hoy no es demasiado difícil para ti, ni está lejos.
No está en el cielo, para que digas: ‘¿Quién subirá por nosotros al cielo y lo tomará para nosotros, y nos lo hará oír, a fin de que lo cumplamos?’
Tampoco está al otro lado del mar, para que digas: ‘¿Quién cruzará el mar por nosotros y lo tomará para nosotros, y nos lo hará oír, a fin de que lo cumplamos?’
Ciertamente muy cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón, para que la cumplas."
(Devarim / Deuteronomio 30:9-14)
Este párrafo le fue indicado al pueblo judío, pero ciertamente el fondo de la cuestión se aplica a todo ser humano.
Lo que atañe a la Torá –judía- con sus mandamientos, es específico de los judíos, pero el resto, aquello de que cada cual contiene el código genético espiritual, que todos tenemos nuestros deberes claros y expuestos, que no está en el cielo ni en la otra parte del mundo, eso aplica para todos.
No es difícil, no está lejos.
Está a tu alcance, porque así lo ha dispuesto Dios.
Por tanto, aquellos conocimientos para aplicar a la vida cotidiana que provienen de las teorizaciones cabalísticas, bienvenidas sean, en tanto aporten a avanzar en la tarea que Dios nos ha asignado.
Pero cuando se convierten en obstáculos, en disfraces, tapaderas, supersticiones, engaños, circo, esclavitud… pues no… mejor no beber de ellas.