Desperdiciamos nuestra preciosa energía de vida en llorar por cosas que no tienen solución,
en lugar de enfocarnos en resolver aquello que está a nuestro alcance.
Llora un ratito, si es que te hace bien,
y luego, sigue para adelante, hacia un puerto en el cual te sientas a gusto y dichoso.
En el camino está el provecho,
el éxito en construir con tus pasos un rumbo con sentido.
Al alcanzar tu meta, disfruta un ratito,
pero no te acomodes, sino que apunta una nueva tarea a realizar y por la cual movilizarte y crecer.
Y, por supuesto, no derroches tus recursos en sentimientos de culpa, ni tampoco en temores que
son solamente fantasías de una impotencia que solamente tú puedes hacer realidad.
Escoge la vida, que es bendición,
para vivirla y ayudar a otros a hacerlo.