¿Cuántas veces encontramos en la Torá (Pentateuco) las palabras beneijem -sus hijos- y baneja -tus hijos-?
51 veces.
En muchas ocasiones la frase es "ata ubaneja" – "tú y tus hijos"; tal como aparece en nuestra parashá:
"si vuelves, tú con tus hijos, al Eterno tu Elokim y obedeces Su voz con todo tu corazón y con toda tu alma…"
(Devarim / Deuteronomio 30:2)
No es casualidad que sea frecuente esta cercanía de palabras, pues, apunta a una cercanía en los hechos.
La Torá desea que haya padres, y que haya hijos.
Y la Torá anhela que unos y otros estén unidos.
Es confianza de la Torá que padres e hijos se fundan en un abrazo que los una de corazón y alma, en procura de alcanzar una meta compartida.
El objetivo es que se dediquen a crecer en compañía, padres e hijos, hijos y padres creciendo al mismo tiempo, cada cual en su área propia.
Éste es uno de los caminos por lo que se consigue alcanzar la Era Mesiánica, ya que el último de los profetas señaló que a la venida del Mashiaj:
"…hará volver el corazón de los padres a los hijos, y el corazón de los hijos a los padres…"
(Malaji / Malaquías 3:24)
¡Les deseo Shabbat Shalom!
¡Shaná Tová!
Moré Yehuda Ribco
Relato a propósito del comentario
En cierta ocasión un hombre se presentó ante un rabino (famoso por su espléndida sabiduría, pero también conocido por su rígida impaciencia ante las excusas) y le pidió que lo aconsejara y bendijera para que su hijo fuera un talmid jajam -un estudioso erudito de Torá-.
El rabino mira fijamente a los ojos del padre y le pregunta: ¿Tú estudias Torá?
El padre un poco avergonzado, aparta la mirada y responde: Y… no tanto como quisiera… usted sabe… hmmm… el trabajo, la parnasá, la situación, el…
Lo interrumpe el rabino, al parecer cansado de excusas, y le dice: Basta, basta, te entiendo. Dime, si tú no eres estudioso, ¿cómo pretendes que tu hijo lo sea?
Y responde casi en un susurro el padre: No sé, pensé que su bendición rabino… algún consejo, algo maravilloso… en verdad, ¡no lo sé!
Y el rabino finaliza: Ay querido mío, no esperes por milagros. Haz esto, regresa a tu casa, toma tiernamente de la mano a tu hijo y siéntense juntos a estudiar un poquito de Torá. Primero un párrafo, luego compartan un poco más. Estudia con él, y un día quizás descubrirás que tu hijo es un talmid jajam. Quizás, jamás llegue a serlo. Pero lo que sin dudas encontrarás, es que tú y él juntos han crecido y se han unido.