Cuando se presiona indiscriminadamente y con férreo control sobre los propios deseos,
o los ajenos,
sin buscar con esta actitud la trascendencia y la armonía,
estamos ante una prueba de una debilidad interior
y su agresivo, intoxicante y esclavizante mecanismo de defensa.
Es EGO al mando,
por tanto, descontrol, caos, sufrimiento a bordo.
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