El apreciado colaborador Edgar publicó en FB (https://www.facebook.com/ribco/posts/10155699306752420?comment_id=10155699313487420¬if_id=1512589683972160¬if_t=feed_comment) este párrafo de una de nuestras miles de enseñanzas:
El amor no es un mero sentimiento, sensación, opinión o concepto.
El amor es actuar generosamente, teniendo presente las necesidades reales de aquel que se dice amar, por su bienestar y no por el propio beneficio egoísta.
A lo cual bien pronto un amable lector comentó:
Moré: no sera una ideal demasiado irreal?
todos y todo se hace por interes poco o mucho.
y no es malo asi es la humanidad.
con todo respeto.
desde ya gracias por su tiempo y palabras. Shalom!!
Que recibió esta pronta humilde respuesta de mi parte, que más abajo amplío:
Sí, por supuesto que es un ideal, y es uno que se puede alcanzar, pero no si damos excusas para no llegar a él.
Gracias por el comentario crítico, es muy provechoso.
Ahora, pongámonos a pensar en el asunto.
Como sabemos y hemos enseñado en numerosas ocasiones, es parte natural del hombre su EGO.
Por tanto, no es extraño, pecaminoso, infrecuente, que nos topemos con los efectos de éste sobre aquel.
Estamos llenos de impotencia, y como podemos vamos navegando el océano embravecido de este mundo.
Con el chaleco salvavidas del EGO, que muchas veces se convierte en una pesada bolsa de plomo que nos arrastra a mayores abismos y dolores, pero es parte de lo que somos.
Así que, sí, es evidente que el amor realmente generoso, desinteresado, aquel que busca el bienestar del otro sin un atisbo de egoísmo, sabemos que es un ideal.
Pero, si renunciamos a él, estamos cayendo en el pozo de la resignación, y por tanto de la mayor impotencia.
Tengamos bien en claro que aceptación, conformismo y resignación no significan lo mismo.
Aceptación es estar consciente de lo que está sucediendo y lo limitado que estamos siendo.
Conformismo es admitir que el límite más alto actual es realmente muy bajo, pero es solamente un punto de partida, no uno de llegada.
Resignación es identificar el punto de partida con el de llegada, no aspirar a más nada y estar amargado por el techo que se ha alcanzado.
¿Se comprende la diferencia entre estas ideas?
Por ello, el techo del AMOR es altísimo, propio del Creador y no exactamente del hombre.
Pero no por ello hemos de dejar de aspirar a subir cada vez un escalón más, en la infinita escalera que nos aproxima a ese ideal.
Trabajar por mejorarnos y cuando tropezamos, darnos cuenta y levantarnos para seguir avanzando. Reconocer la caída y descubrir lo que la motivó es un buen insumo para que no vuelva a pasar, o al menos para mitigar los efectos negativos futuros.
Tenemos por delante una infinita escalera, no por ello hemos de resignarnos al peldaño alcanzado, sino que al contrario, gracias a ello esforzarnos para llegar tan lejos como podamos llegar.
Sepamos que la esencia de todas las personas, TODAS, es la NESHAMÁ.
Ese punto luminoso, puro, conectado permanentemente a la Fuente de toda Existencia.
En esa esencia somos todos uno, unificados, amalgamados y sin separatividad.
Pero en esta vida, el hecho de ser materia ya nos impone la separación y el conflicto.
No nos quedemos en el conflicto, ni apoyemos el mal.
Porque hay mucho mal en este mundo, que buena parte se lo debemos al propio hombre.
Así pues, podemos irnos por la zona oscura, mantenernos en celditas mentales y poblar nuestro discurso de lemas, dogmas y excusas.
O podemos ser socios conscientes y activos del Eterno.
Por tanto, elijamos y hagámoslo bien.
Seamos constructores de SHALOM.
Acciones de bondad y justicia, tanto en pensamiento, palabras y actos.
Sin religión, sin doctrinas, sin llenarnos de dogmas y rituales.
Aprender a hacer, el buen hacer.