וַיֹּ֨אמֶר֙ ה אֱלֹהִ֔ים לֹא־ט֛וֹב הֱי֥וֹת הָֽאָדָ֖ם לְבַדּ֑וֹ אֶֽעֱשֶׂה־לּ֥וֹ עֵ֖זֶר כְּנֶגְדּֽוֹ :
Dijo además el Eterno Elohim: ‘No es bueno que el humano esté solo; le haré una ayuda idónea.’»
(Bereshit/Génesis 2:18)
¿Qué podemos hallar en la base de las relaciones de pareja, aquello que sirve como elemento de cementación, que los une y hace persistir enlazados, más allá de las diferencias y divergencias?
Ciertamente no es el poderoso deseo sexual, que existe y ejerce una notable presión y motiva numerosas conductas y entrecruzamientos.
Ni tampoco los intereses materiales, egoístas, que también tienen su frecuente presencia y ostentan un alto grado de influjo.
Ni siquiera el poderoso instinto de reproducirse (en un paso más allá del deseo sexual que mencionamos antes) y perpetuarse, mecanismo efectivo para sobrevivir como especie e incluso como individuos puesto que trasladamos nuestra herencia genética y cultural a nuestros descendientes.
Ni de las miserias emocionales y limitaciones psicológicas, que nos encierran en celditas mentales, en falsas zonas de confort, en las cuales nos quedamos en relaciones tal vez tóxicas pero al menos en relación.
Ni en las trampas del EGO, que nos mantienen en vínculos fantasmas con gente real.
Ni el compromiso por mantener y realizar un proyecto compartido que ha sido elaborado y llevado a la práctica en la comunidad conyugal.
Ni las dificultades económicas y sociales, que apabullan y obligan a someterse a una existencia comunal con personas a las cuales ya no se quiere ni se respeta.
Todo ello opera y se manifiesta, no tenemos ningún reparo en afirmarlo, en mayor o medida.
Pero, hay algo mucho más primitivo, añejo y que nos afecta al punto de seguir pegoteados a ciertas personas, aunque no tengamos hijos, ni posibilidad de tenerlos, con ellas; ni siquiera sean cubiertas necesidades básicas; ni se obtengan otros placeres o beneficios directos del mantenimiento de dicha relación.
Cuando observamos el enunciado del Eterno con respecto al ser humano, en el párrafo de la Torá que citamos al principio, la respuesta surge en todo su esplendor.
Es nuestra manera para dejar de sentirnos solos.
Porque ese sentimiento de soledad, es absolutamente no-bueno. Negador de la vida, aniquilador de la existencia en su cualidad humana.
Y presta atención, digo sentirse solo y no necesariamente estar físicamente solo.
Porque hay gente rodeada de otros, penetrada por otros, influida por otros y sin embargo el sentimiento sigue siendo de soledad.
Y hay gente que está sola, más o menos tiempo, y sin embargo están satisfechas sus necesidades de no sentir la soledad.
Puede ser una observación cruda y salvajemente expuesta, por lo que agradezco tus comentarios reveladores.
Gracias.