¿Alguna vez has sentido que estás atrapado en una película donde solo importa lo que se ve, lo superficial, el cuerpo, la imagen, y te olvidas de que hay un guionista detrás de todo esto? Bueno, prepárate, porque hoy vamos a hablar de cómo hackear esa película. Vamos a hablar de una ventana en el tiempo, una tecnología antiquísima que se activa una vez al año para que puedas descargar una energía muy específica: la energía de los milagros.
Y no, no hablo de magia, ni de supersticiones, ni de que te va a caer un saco de dinero del cielo solo por desearlo. Hablo de «milagros» entendidos como esas sincronicidades imposibles, como ese tráfico molesto que te hace llegar tarde justo para evitar un accidente que ocurría dos minutos después. Hablo de ver la realidad con alta definición. Hoy vamos a hablar de Janucá, pero no como te lo contaron en la escuela, sino como un código para hackear tu propia consciencia.
Para entender esto, primero hay que entender la batalla. La historia dice que hace mucho tiempo hubo una guerra entre los de cultura griega y un pequeño grupo llamado los Macabeos. Pero olvídense de las fechas y los libros de historia por un segundo. Esto es algo que pasa dentro de tu cabeza ahora mismo.
La mentalidad «griega» representa el culto a lo externo. Es la obsesión con la estética, con el cuerpo, con lo finito. Es esa voz que te dice: «Solo existe lo que puedes tocar. Si no está en Instagram, no pasó. Tú eres tu cuerpo y nada más». Es ser popular en Tiktok haciendo tonterías que parecen sabiduría arcana y woke. Es el ego en su máxima expresión.
Del otro lado están los «Macabeos». Esa es tu resistencia interna. Es esa parte de ti que sabe que hay algo más, que busca significado, que busca trascendencia. La guerra de Janucá es la guerra entre vivir en piloto automático, obsesionados con la materia, o despertar la chispa que llevamos dentro.
Y aquí es donde se pone interesante. Cuando esta resistencia interna logra vencer al ego, cuando logras desconectarte del ruido externo para buscar tu verdad, ocurre el milagro. La historia cuenta que al recuperar el Templo, solo encontraron una vasija de aceite puro para un día, pero duró ocho.
¿Por qué aceite? En el idioma original, aceite se dice «Shemen», que comparte raíz con «Neshama», que significa alma. Y también con «Shemone», que es el número ocho. El siete representa la naturaleza: los días de la semana, las notas musicales. Pero el ocho es lo que está por encima de la naturaleza. Es lo sobrenatural.
El milagro no fue solo ganar la guerra concreta, de los buenos contra el imperio del mal. El milagro fue que, en un mundo oscuro, la luz del alma brilló más allá de la lógica. Y esa luz está disponible para ti ahora mismo.
Los sabios de la Kabalá enseñan algo fascinante: existe una luz llamada «Or HaGanuz», la Luz Oculta. Se dice que es la luz primordial de la creación, una luz que te permite ver la realidad tal como es, sin filtros, sin miedos, sin la distorsión del ego. Esa luz estuvo disponible para la humanidad solo durante las primeras 36 horas de la existencia y luego se ocultó.
¿Adivinen qué? Si sumas todas las velas que encendemos durante los 8 días de Janucá, sin contar la vela piloto (shamash), ¿cuántas son? Exacto: 36.
Cada vez que enciendes una vela en estos días, estás recuperando una hora de esa luz original. Estás accediendo a una claridad mental y espiritual que normalmente está bloqueada. Es como tener acceso a una supercomputadora cuántica en medio de un mundo analógico.
Entonces, ¿cómo aprovechamos esta tecnología? No se trata solo de prender fuego y comer algo frito. Hay un «manual de usuario» para que esto funcione en tu vida.
Primero, la ubicación. Se pone frente a la puerta o en una ventana, del lado opuesto a la Mezuzá si tienes una. La idea es estar rodeado de luz. Queremos crear un campo de fuerza.
Segundo, los elementos. Lo ideal es aceite de oliva, porque representa esa pureza de la conciencia, pero velas normales funcionan si tienes la intención correcta. Lo importante es que entiendas que la mecha eres tú, el cuerpo físico; el aceite es tu alma, tu potencial; y el fuego es la conexión con lo divino.
Tercero, y esto es vital: el orden. Las velas se colocan de derecha a izquierda, pero se encienden de izquierda a derecha. Es decir, siempre encendemos primero la «nueva» luz del día. Esto nos enseña que siempre debemos añadir, siempre debemos crecer. Si ayer fuiste bueno, hoy sé mejor.
Y aquí viene el truco más importante, el verdadero «hack»: durante los 30 minutos que duran las velas encendidas, no hagas nada con esa luz de la Janukia, y si puedes, ¡no hagas otra cosa!
En serio. No leas, no trabajes, no uses el celular, no uses esa luz para «ver» cosas físicas. Si necesitas luz para algo, prende un foco aparte. La luz de Janucá es «Or», no es para usarla, es para mirarla y absorberla.
Siéntate frente a esas velas. Mira el fuego. Medita. Piensa en traer esa luz infinita a las áreas oscuras de tu vida. Piensa en ese problema que no tiene solución lógica, en esa relación rota, en esa ansiedad. Y visualiza cómo la luz del número 8, la luz de los milagros, desciende y llena esos espacios. Es un momento de descarga de información espiritual.
Recuerda que el mayor milagro no es que se abra el mar en dos. El mayor milagro es cambiar tu naturaleza. Es que alguien te grite y tú no reacciones con ira. Es que tengas miedo y decidas actuar igual. Es transformar la oscuridad en luz.
Hay una vela extra que siempre está un poquito más arriba o separada, se llama el «Shamash», el servidor. Es la vela que usamos para encender a las demás. Esto nos deja una lección final brutal: para elevar a los demás, para encender la luz en otros, tú tienes que estar un poco más arriba, no en ego, sino en servicio. Tienes que estar dispuesto a dar de tu fuego sin que el tuyo disminuya. Porque eso es lo mágico del fuego: una vela puede encender mil velas más y no pierde ni un poquito de su propia luz.
Así que, en estos días, te invito a hacer la prueba. No lo hagas por religión, hazlo como un experimento de conciencia. Enciende la luz. Siéntate 30 minutos. Conecta con esa energía del número 8, con lo que está por encima de la lógica. Sal de la película de terror que a veces nos monta la mente y conviértete en el director de tu propia realidad.
Porque al final, el mundo puede estar lleno de oscuridad, puede haber caos afuera, pero si tú logras encender esa pequeña vasija de aceite puro que llevas dentro, te aseguro que tu luz durará mucho más de lo que la lógica dice que debería durar. Y eso, amigos míos, es vivir un milagro.
Feliz conexión para todos.
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