“La sucá es la única mitzvá en la que una persona entra con sus botas embarradas”, dice un dicho jasídico.
Muchas aristas para comentar en tan sencilla frase y multitud de profundas enseñanzas en tan simples palabras.
En esta oportunidad nos quedaremos con solo una enseñanza. Si Dios quiere, mañana continuaremos con alguna otra, para ir preparando nuestra mente, alma y cuerpo para celebrar con alegría este primer Sucot de la «nueva normalidad».
Entramos en la sucá por completo.
No es como los tefilín, para rodear el brazo y la cabeza.
Ni el talit, para cubrir nuestra espalda.
Ni la mezuzá, para dejarla colgada en la jamba de la puerta.
Ni la lectura de la Torá, que la hacemos con nuestra boca y ojos.
Ni kashrut, con el sistema digestivo.
Ni dejar de hacer lashón hará, con nuestra comunicación.
Ni tzedaká, con el dinero para impulsar la justicia social.
Ni cuando se elevaban ofrendas animales al Eterno, allá en el Templo de Ierushalaim.
Ni cualquiera de las otras 612 mitzvot.
Porque a diferencia de todas ellas, en esta mitzvá nos involucramos por completo.
El cuerpo, la mente, el alma, nuestra vestimenta, sí también los zapatos así como están, todo lo que estamos siendo en este momento se encuentra envuelto por la sucá.
Es como si un objeto de repente tomara algunas de las cualidades del tiempo.
Déjame que te lo explique muy brevemente.
Cuando celebramos alguna de las festividades de nuestra Tradición, también nos involucramos por entero, con nuestro cuerpo y todo lo que estamos siendo, porque somos envueltos en el tiempo. Esas 25 horas de cada día sagrado, nos rodea, pues no podemos escapar del tiempo. Cuando consagramos ese día, es decir, lo reconocemos como sagrado y nos vinculamos a él de manera especial, entonces todo nosotros estamos cubiertos por esa santidad del tiempo.
El único objeto que nos permite realizar algo similar, es la sucá, cuando nos introducimos en ella y nos santificamos al cumplir con el precepto de morar temporalmente en ella. No precisamos nada más que estar allí dentro, como si estuviéramos transcurriendo las horas de un día. No hacemos esfuerzo alguno, simplemente estamos siendo. Nos dejamos llevar, sin esfuerzo, pero habiendo sido conscientes de que nos estábamos conectando con la eternidad.
La gran enseñanzas de esto: la intención de todas las mitzvot es perfeccionar nuestra personalidad, conducirnos a una mejor versión de nosotros mismos. Con cada una de ellas podemos (debemos) aprender alguna cuestión que colabora en nuestro tikún, perfeccionamiento, personal.
El aprendizaje de la sucá es permitirnos gozar de este mundo, sabiendo que no está desconectado del mundo espiritual, sino que de alguna manera oculta a nuestro intelecto, ambas dimensiones son facetas de una misma Realidad Unificada.
Al tomar consciencia de esta cualidad de todo lo creado, pero especialmente de cada ser humano, estamos en condiciones de avanzar en nuestro crecimiento en la senda espiritual. Somos integrantes de una vida cuántica.
Si te quedan dudas o comentarios, son bienvenidos aquí debajo.
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