El humano se va inventando dioses y otros poderes extravagantes, porque está naturalmente desesperado por poder.
Hay algunas explicaciones para ello, pero no quiero que nos dediquemos a esta exploración en este momento, sino a concentrarnos en el problema que esto representa.
Pues, no solamente se pierde el foco en la sana relación con el Uno y Único Dios, que no tiene hijos, ni partes, ni reemplazos, ni competidores, ni imágenes; sino en las propias capacidades para sobrellevar situaciones y sobreponerse; o en la ayuda del prójimo.
Pero no, el humano quiere magia, se desespera por ella, busca todo lo tóxico y fantasioso en lugar de apelar a lo verdadero y con poder.
Sería un buen ejercicio que revisaras si estás poniendo tu fe en la magia, aunque parezca que sea santidad.
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