En la historia de la mujer de Lot (Bereshit/Génesis 19:15-26), encontramos un poderoso mensaje sobre el pasado, las dinámicas familiares y cómo estas pueden influir en nuestras decisiones y bienestar. Aunque en el judaísmo no hablamos de «constelaciones familiares» como terapia, la idea de que las conexiones familiares pueden afectar nuestra vida está profundamente arraigada en nuestra tradición.
La mujer de Lot miró hacia atrás mientras huían de Sodoma, a pesar de la advertencia divina de no hacerlo. ¿Por qué? ¿Qué la llevó a ese acto que terminó sellando su destino? La Cábala nos sugiere que ella no pudo desprenderse del apego emocional a Sodoma, un lugar cargado de corrupción, pero también de lazos y recuerdos.
Esto no es tan diferente de lo que las «constelaciones familiares» intentan explorar: cómo las dinámicas no resueltas de generaciones pasadas pueden atrapar a una persona, afectando su capacidad de avanzar. En el judaísmo, reconocemos esta influencia en frases como «Avot ajlu boser v’shinei banim tik’hena» (los padres comieron uvas agrias y los dientes de los hijos se embotaron) de Ezequiel 18:2. Sin embargo, también enseñamos que cada persona tiene la capacidad de romper con patrones dañinos y construir su propio camino.
Por ello, el versículo del profeta perfectamente puede estar entre signos de interrogación, pues no existe un destino familiar, no hay un castigo intergeneracional, no es el hijo el responsable por los pecados del padre (ni el padre por los del hijo adulto), y sin embargo, hay una red (una constelación) sumamente compleja que hace que tengamos que profundizar acerca de las relaciones, los vínculos, los aprendizajes, los mandatos inconscientes, entre otros interesantes factores asociados.
La lección de la mujer de Lot es clara: si nos quedamos atrapados en el pasado, ya sea por lealtades malentendidas o heridas no resueltas, podemos inmovilizarnos, como ella se convirtió en una estatua de sal. Pero si seguimos adelante con valentía y acción consciente, podemos liberarnos y hacer parte de nuestro Tikún (corrección), aquel que nos corresponde y podemos llegar a realizar.
En vez de mirar hacia atrás, como ella lo hizo, debemos aprender a reconocer lo que nos ancla y trabajar para soltarlo. En el judaísmo, el Tikún personal comienza al asumir responsabilidad por nuestras elecciones, en lugar de culpar al pasado.
Es decir, no nos quedamos pegados al pasado, no nos convertimos en estatuas de sal, que se solidifica y seca, no permitimos que el pasado se convierta en un estigma inamovile; pero, usamos las enseñanzas del pasado como un manual, un trampolín, enseñanzas para trazar un mejor presente.
¿Y tú? ¿Estás avanzando hacia tu Tikún o mirando hacia atrás como la mujer de Lot? La respuesta está en tus manos, en tus pies, en tu mirada, en tu relato… está en ti.
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