La parashá Vaietzé relata la salida de Yaakov (Jacobo) de Beer Sheva hacia Jarán, donde encuentra el lugar conocido como Bet-El, y tiene el famoso sueño de la escalera que conecta el cielo y la tierra. Dios le promete protección, descendencia y la tierra de Israel. Inspirado, Yaakov consagra el lugar y hace un voto a Dios.
En Jarán, Yaakov trabaja para Labán, su tío, quien lo engaña para que se case primero con Lea y luego con Rajel, a cambio de 14 años de servicio. Durante este tiempo, nacen sus hijos, que formarán las 12 tribus de Israel. Además, Yaakov prospera en riquezas a pesar de los intentos de Labán de aprovecharse de él. Al final de la parashá, Yaakov decide regresar a su tierra, enfrentando desafíos y con la certeza de cumplir con la misión que Dios le encomendó.
Reflexión
A través de la travesía de Yaakov, aprendemos que la vida puede estar llena de obstáculos y desafíos, pero cada paso que damos nos acerca a nuestra misión divina. Como Yaakov, estamos aquí no solo para existir, sino para transformar el lugar donde estamos, elevándolo con actos/palabras/pensamientos de bondad y justicia. La escalera del sueño de Yaakov no es solo un puente entre el cielo y la tierra, sino también un recordatorio de que cada instante cuenta para conectar lo terrenal con lo divino.
En palabras simples, quizás el viaje sea largo y complejo, pero cada parada, así como cada paso, es una oportunidad de traer luz y sentido a donde nos encontramos, cumpliendo con nuestro propósito único en este mundo.
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