Lecciones mesiánicas en la construcción de la Torre de Babel

«Dijo el Eterno: `He aquí que este pueblo está unido y para todos un mismo idioma. Esto es lo que han comenzado a hacer, y ahora nada les impedirá realizar lo que se proponen.»
(Bereshit/Génesis 11:6)

No bastó el terrible Diluvio para que el humano asentará su mente y usara la brújula espiritual para hacer su vida.
¡No señor!
Seguían esclavizados al EGO, tal cual lo estaban antes del Diluvio.
Quizás con otras mañas y renovados pecados, pero en el fondo la misma sumisión a la oscuridad, el anhelo a poder porque se siente la feroz impotencia.
Ahí estaban, organizándose para hacer el mal, en lugar de construir SHALOM entre todos.
¡Qué paradoja!
Fueron grandes constructores, inventores de métodos y materiales de construcción, pero en vez de usarlo para construir lo que es realmente trascendente, el SHALOM, escogieron reventar nuevamente sus existencias para adorar al EGO, sometidos al Sistema de Creencias viciado por el miedo, la envidia, la violencia, la impotencia y toda una lista de cosas negativas.

¡Qué paradoja!
Su gran ventaja, el poder comunicarse y entablar puentes de entendimiento, no la usaron para edificar un mundo de prosperidad y bendición, sino una empresa monopólica de odio, rebelión, conflicto, negación de la Divina Autoridad y con ello menosprecio por el ser humano y su eterno valor espiritual.

Allí se encontraba el líder, Nimrod, el gran primer emperador del mundo, el verdadero desarrollador de la religión, aquel que siguiendo los pasos del inventor de la misma (Caín) uso esta herramienta oscura para el mal, para oponerse a la LUZ.
Él supo aprovechar que el lenguaje era compartido y el Sistema de Creencias estaba programado para ser reproducido entre todos los habitantes, para de esa manera confirmarse en el estrado del emperador.
Sometía a todos con sus malabarismos lingüísticos, siendo un experto en predicar, confundir con lemas, hacer hervir la sangre con pasión, helar con amenazas, señalar a los disidentes, prometer amores mágicos, castigar con ferocidad, mostrarse tierno con quienes le era leales y otras cosas que sus esbirros de todas las épocas tratan de copiar (pastores religiosos de todas las religiones).

Allí estaban, empeñados en levantar la torre que era el portal a las estrellas y de esa forma llevar la batalla al terreno de Dios, según ellos creían. Proponían librarse del yugo del Divino y de esa forma escapar de cualquier castigo que Él les tuviera reservado por sus pecados.
Algo bueno había en toda esa perversión: al menos estaban unidos.

Esa horrenda unidad les dotaba de enorme fuerza, tal como pasó durante algunos años bajo el liderazgo del maldito Adolfo, quien logró unificar el espíritu de sus seguidores con dogmas infernales de muerte y promesas de paraísos. Esa fuerza de la unidad del Tercer Reich parecía imparable, tal como lo parecía el primer Reich de la historia, con Nimrod a la cabeza.

Imaginemos cuan poderosos podríamos ser los leales al Eterno, los constructores de SHALOM, si lográramos vivir en unidad, comunicándonos auténticamente, doblegando al EGO para estar en armonía andando según la instrucción espiritual.

Llegará el día en que eso sucede, entonces nos daremos cuenta que ya estamos en la Era Mesiánica, cuando la unidad de la diversidad nos permita avanzar por sobre contratiempos torpes que se presentan actualmente.

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