Resp. 6170 – Hodú laHashem ki tob – del salmo 118

«¡Alabad/Agradeced al Eterno, porque es bueno; porque para siempre es su misericordia!
Diga, por favor, Israel: ‘¡Para siempre es su misericordia!’
Diga, por favor, la casa de Aarón: ‘¡Para siempre es su misericordia!’
Digan, por favor, los que temen al Eterno: ‘¡Para siempre es su misericordia!’
—
Al Eterno invoqué desde la angustia, y el Eterno me respondió poniéndome en lugar espacioso.»
(Tehilim/Salmos 118:1-5)

¿Qué nos está enseñando el salmista?
Miremos bien a quienes está invocando a alabar o dar gracias al Todopoderoso.
Primero es un llamado general, sin especificar a nadie en concreto.
Una invitación abierta.
Por esta misma condición de ilimitada la gente bien pronto podría comenzar a limitar esa invitación.
Recordemos que en aquella época la mayoría del mundo era idólatra (me parece que es igual actualmente, aunque haya muchos miles de millones de personas que se llaman monoteístas, igualmente la idolatría es la que comanda en el mundo, hasta entre esos que se hacen llamar monoteístas); los únicos que trataban de continuar siendo leales al Uno y Único eran los judíos y algún grupito de noájidas que estuviera en vinculación con los judíos.
Recordemos que en aquellas culturas estaba la creencia de que había dioses locales, el dios de la ciudad, del país, de determinado grupo, etc. Ese dios era exclusivo para sus fieles, la gente de ese territorio y nacionalidad, etc.
Cuando se hacía la guerra una nación contra otra, en el Sistema de Creencias se consideraba que en el mundo de los dioses estaban luchando también el dios de una nación contra la el otro. El resultado de las guerras no se decidía solamente en el campo de batalla terrenal, sino especialmente en el cósmico.
En ese extraño mundo antiguo aquel pequeño grupo de leales a Dios, el Uno y Único, no creían en eso tampoco. Ellos sabían que Dios es Uno y es Único, no hay otros dioses. No hay una guerra de las galaxias cuando los pueblos luchan, a lo sumo quizás el ángel rector de cada nación debatiendo con el que corresponde a la de la otra, manifestando sus pareceres ante el Todopoderoso.
Así mismo, los judíos sabían que su Dios no es «suyo», sino de toda la creación y es deber de todo humano, no solo de los judíos, desechar toda creencia religiosa, eliminar las supersticiones, evaporar el recuerdo de la fantasía que son los dioses e hijos de dioses (si, como el fantástico personaje mitológico que tantos adoran actualmente como su salvador).
En ese extraño mundo antiguo los judíos esperaban que todos se volvieran a su Padre y Le sirvieran, abandonando para siempre las religiones, supersticiones, y otras formas delirantes de pretender ser espiritual.
Es por ello que el salmista primero invoca a que todos loen y agradezcan al Señor, pero luego se toma el trabajo de especificar quienes son los convocados a hacerlo.
Llama a todos los israelitas.
Luego, para que no queden excluidos también a ese grupo especial dentro de los israelitas, que son los hijos de la familia sacerdotal, los descendientes de Aarón. Que nadie se confunda y piense que por ser ellos los servidores en el Templo tenían alguna exclusión en esto de adorar al mismo Dios, como todos.
Finalmente convoca a todos los que son reverentes del Eterno, por tanto, a todo gentil que busca al Padre y Le desea servir.
El salmista nos está enseñando que lo que viene a continuación, su canto desde la angustia, su profunda confianza en el Creador, su lucha contra la impotencia que es esta vida, su éxito a pesar de las derrotas, que todo lo que nos está enseñando es enseñanza para toda la humanidad, no solo para un grupito en particular.
Así pues, ya lo sabe, apreciado señor que pregunta, cuando usted se sienta en angustia confíe en Dios, agradezca Su misericordia, espere Su salvación y aunque las cosas no pasen como usted quiera o planifique, tenga la certeza de que el mundo no es un caos y hay un Amo que es Juez y Padre.
Espero que pronto resuelva sus angustias y su hijito vuelva a disfrutar de su presencia saludable y con bendición.
Amén.