Nuestro Yo

Nacemos con el Yo Esencial, es nuestro ser espiritual, inmodificable, invariable, inmortal. No se alimenta ni se desgasta. No se mejora con nuestras buenas obras ni se perjudica con nuestras acciones equivocadas. Nos conecta con Dios y con todo lo creado.

Nacemos con el Yo Auténtico, que es nuestro Yo Esencial y nuestro cuerpo, particularmente la información genética que nos construye desde el primer instante de concepción.
Del ser espiritual, recién comentamos.
La otra parte de nuestro Yo Auténtico va cambiando con el paso del tiempo, con nuestras acciones o sin ellas. Constantemente se modifican algunos de sus componentes, casi todas nuestras células mueren y son reemplazadas, por ejemplo. Crecemos y nos desarrollamos. Vamos perdiendo capacidades y funciones. El cuerpo no es eterno ni petrificado. Sin embargo, igualmente lo seguimos reconociendo como “yo”.

El Yo Vivido se va armando con nuestras experiencias, con lo que hacemos, con lo que omitimos, con lo que negamos, con lo que nos mandan, con lo que introducimos del mundo exterior como “verdades”, con las identificaciones, con las imágenes de personas valoradas, con los objetos con los que nos compenetramos, con lo que nuestro EGO nos provoca a reaccionar, con lo que manipulamos, con lo que nos manipularon. Son máscaras que recubren nuestra cara. Son cáscaras que se pegotean al Yo Esencial y le restan resplandor, si bien la Luz se mantiene intacta nosotros no alcanzamos a percibirla. Son pensamientos, sentimientos, creencias, ideas que vamos asumiendo como propias y que nos apartan de la conexión con nuestra esencia, con Dios y con el prójimo.
Sin embargo, no son algo ajeno completamente, también son uno de nuestro “yo”. No es el original, no es el eterno, pero es el que vamos construyendo con nuestra vida, es lo que vamos haciendo con ella.

La salud se encuentra en armonizar estas facetas de nuestro ser.
No se trata de negar al Yo Vivido, denunciarlo, extirparlo, atacarlo, sentirlo como travesuras de los demás o ataques de algún demonio.
Tampoco se trata de negar nuestra esencia y someternos a las variaciones de lo pasajero.
Ni de rechazar al cuerpo, con sus virtudes y/o defectos.

Se trata de integrar nuestro ser para poder llegar a ser el “Yo que estoy siendo Yo”, en la medida de lo humanamente posible.
El único que ciertamente puede decir “Soy el que Soy” (Shemot / Éxodo 3:14) es Dios, el Uno y Único.
Nosotros podemos alcanzar un nivel infinitamente menor, pero que es necesario alcanzar, el de la integración de nuestro ser.

No se precisan religiones, ni rituales, ni sectas, ni congregaciones de adoradores, ni posturas extrañas, de palabras incomprensibles, no conocimiento místico.
Se trata de viajar hacia dentro, de conocerse, de re-conocerse, de amarse, de aceptarse, de cambiarse para bien.

Te invito a que lo hagas.

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