Shabbat: Tishrei 24, 5768; 6/10/07
*Algo más, más allá*
¡Bienvenido lector estimado!
Con la parashá Bereshit damos comienzo a un nuevo ciclo anual de la lectura de la Torá.
Incesantemente bebemos de la fuente inagotable de su sabiduría.
En cada ocasión descubrimos nuevas enseñanzas a la vez que aprendemos antiguas pautas de vida a la Luz del Eterno.
Como sabemos, la Torá no es un libro de ciencias, ni físicas ni humanas; por tanto, no es fértil el debate que algunos a veces quieren imponer entre Torá y Ciencia, puesto que son ramas diferentes del conocimiento.
La Torá es conocimiento espiritual, emerge de la Sabiduría infinita y perfecta del Creador; apunta a la fidelidad de la creación hacia su Creador. Esta finalidad redunda en el perfeccionamiento del individuo y del mundo, a la Luz del Eterno.
Por su parte, las Ciencias son atisbos de la mente humana que intenta penetrar el secreto de la vida y del mundo. En ocasiones estos vistazos son acertados, descubren y reconocen lo que está puesto ante nosotros, pero que es menester destapar. En otras oportunidades las Ciencias no tienen elementos ni utensilios para descorrer el velo del misterio, y esto lo sabe el científico leal, aquel que no hace de su asignatura una especie de religión o dogma que suplante el plano de la espiritualidad.
Esto es importante tenerlo en cuenta cuando leemos los primeros capítulos del Bereshit, con su fidedigno retrato de la Creación del universo por parte del Padre Celestial.
La Torá nos brinda de primera mano el testimonio de cómo se fue desarrollando en grandes trazos el nacimiento del todo, pero debemos comprender que no está codificado en un lenguaje científico ni le interesa que descubramos verdades científicas (aunque paulatinamente la ciencia se va acercando con sus teorías a verificar la absoluta veracidad del relato de la Creación de la Torá).
La Torá es la palabra revelada del Eterno, que entregó directamente al pueblo judío.
Cada uno de sus detalles fue puesto por escrito por Moshé Rabeinu, siguiendo fielmente el dictado que el Eterno hacía.
Encontramos narraciones que vienen a describir el nacimiento de la humanidad y particularmente de la nación consagrada: Israel.
Así mismo son enunciados preceptos, leyes, que el Eterno, Creador y Legislador nos ha impuesto. Él ha dado siete mandamientos fundamentales para todas las personas de las naciones de la tierra; pero a la nación judía ha dado un complejo sistema de 613 mandamientos.
Fundamentalmente, es un manual de vida, para Este Mundo y para el Venidero.
Esto ya queda esbozado desde sus primeras palabras:
«Bereshit bará Elokim et hashamaim veet haaretz – En principio creó Elokim los cielos con la tierra.«
(Bereshit / Génesis 1:1)
Prestemos atención a la voz, «cielos», que está dicho «shamaim».
¿De dónde proviene esta voz?
¿Con que otra palabras se vincula a través de su raíz lingüística?
De acuerdo al conocimiento de la Cabalá se nos enseña que «shamaim» es el plural de «sham», que significa allá.
Es decir, al momento de crear nuestro universo, el Eterno también creó una realidad paralela, un «Allá» que es por su naturaleza ajeno a «Acá».
Este plural nos indica que es un «Allá» que estás más allá del allá, en breve le podemos decir: «Más Allá».
A este «Allá» lo identificamos con diversos conceptos, particularmente con el «plano espiritual».
Es aquello que trasciende absolutamente el plano físico material, no obstante esto, es lo que le permite que la existencia terrena cuente con sentido, con alguna finalidad que va más allá del mero pasar fugazmente por este plano material para luego ser reciclado en el ciclo infatigable de la naturaleza.
La «tierra» sin los «cielos» carece de sentido.
Esto lo sentimos profundamente, constantemente.
Sentimos que solo lo material no es suficiente, que hay algo más, un algo que no alcanzamos.
Entonces, en esa tensión entre lo terreno y ese «algo» vivimos y padecemos. Buscamos ese algo en los diversos planos. Nos afanamos por tener más y más bienes materiales, dinero, belleza, etc. O procuramos tener poder sobre otras personas, considerando que de esa manera trascendemos nuestra limitación terrena. O estamos detrás de fama y honores que son aplaudidos socialmente. O investigamos los misterios que están ocultos, usamos y abusamos de nuestro intelecto para dar sentido a los sucesos cotidianos. Así creemos que ese «algo» está en el Cosmos, o en ecuaciones de energía, o en comprensiones intensas de la realidad material. Y están aquellos que se hunden en idolatría, supersticiones, rituales, dogmas, ideologías aparentemente espirituales, con las cuales dicen armonizar esa desesperación por tener sentido en la vida.
Los sabios y prudentes no pierden el sendero, sino que buscan allí en donde el Creador ha indicado que se encuentra el «shamaim».
Cuando nos percatamos de que el sendero a «shamaim» lo brinda la Torá, cuando entendemos completamente que lo que corresponde al plano terreno es pasajero – intrascendente, estamos capacitados para apuntar correctamente hacia puertos saludables y de bendición.
En palabras de la famosa Mishná:
Rabí Iaacob dice: Este mundo es como un vestíbulo en relación con el Mundo Venidero; prepárate en el vestíbulo para que entres al salón del banquete.
Él solía decir: Más bella es una hora de retorno al Eterno y buenas obras en este mundo que toda la vida del Mundo Venidero; y más bella es una hora de paz de espíritu en el Mundo Venidero que toda la vida de este mundo.
(Avot 4:16,17)
Si sabemos que el mapa no es el camino, pero que lo representa y nos permite llegar a buen puerto; entonces quizás podamos aprovechar este conocimiento, el de la existencia del plano espiritual, para que nos sirva como faro en el mundo, que nos auxilie a la hora de trazar nuestros pasos hacia un más deslumbrante destino.
Contamos con la Torá, que es el Manual inequívoco para la buena vida.
Estamos provistos de mitzvot, preceptos, que son la manera de perfeccionarnos y llevar a cabo nuestra misión en Este Mundo.
Si vivimos en la «aretz» y tendemos hacia el «shamaim», entonces construimos en Este Mundo y gozaremos a plenitud en el «Allá».
¡Te deseo a ti y a los tuyos que pasen un Shabbat Shalom UMevoraj!
¡Qué sepamos construir shalom!
Moré Yehuda Ribco
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