Se le atribuye al fundador del movimiento jasídico, el Baal Shem Tov, la siguiente frase:
«Amarte a ti mismo, es identificarte como parte de la Shejiná»
Shejiná, es la creencia que se estableció en el seno del judaísmo acerca de «la Divina Presencia».
¿Cómo explicar la misma?
Difícil, más bien imposible, como todo lo que corresponde a tratar de definir al Eterno y Sus cuestiones.
Pero, podríamos establecer que es la vivencia de que Él está presente. No es necesario que haya manifestaciones supranaturales, ni hechos maravillosos, ni columnas de nubes o fuego avanzando de manera coherente, ni relámpagos o bolas de energía con evidente inteligencia. Todo ello pudiera revelar la Presencia, pero no son la misma.
Shejiná es sentir, saber, compenetrarse con Dios aquí y ahora, presente y «vivencial»; no solamente el Creador allá lejano perdido en la oscuridad de los tiempos y misterios insondables; no ese Dios que actúa como el Soberano, desde la distancia y el temor reverente que puede inspirar Su poder sin límites; no como el Dios de los filósofos, que resulta abstracto, incomprensible no por su esencia sino por los adefesios con que Le adornan; sino el Dios cercano, íntimo, como una madre que cobija a Sus hijos, como la amante esposa que se funde en un abrazo tierno e inspirador.
Los poetas quieren verla como la faceta femenina del Dios que no tiene sexo ni género, en el mundo de la fantasía poética parece que todo pudiera ser posible.
Igualmente, no es tan traída de los pelos la imagen, pues es como una dulzura próxima, una belleza sin palabras, un sentirse acompañado y valorado sin límites ni quejas.
¿Cuál pudiera ser la enseñanza, entonces, contenida en la frase del ilustre Isroel ben Elieizer?
Mi respuesta, a la espera de la tuya, es vivir de tal modo que podamos ir haciendo de nuestro Yo Vivido un reflejo de nuestro Yo Esencial (Neshamá).
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