Por encima de tu intelecto

Nuestra mente puede alcanzar alturas inmensas, ser profusamente brillante, pero no deja de estar limitada por su propia esencia humana.

Jamás tendremos toda la información del universo, ni con las mejores computadoras a nuestro servicio, ni con todas las redes neuronales del mundo activadas.
Estamos limitados y eso puede resultar pesado y humillante para algunos. Para otros puede sonar absurdo e injusto.
Pero para otros, es un alivio, un descanso del afán de saber todo, tener todo, controlar todo, ser responsable de todo.
El hecho de aceptar que estamos limitados y que esos límites no podrán ser vulnerados, representa un bálsamo para ciertas personas, para aquellos que depositan su confianza en algo más grande que sus propios seres y mentes. Para los que confían en el Eterno y por tanto, acatan con humildad y regocijo Sus mandamientos, sin impugnarlos, sin rechazarlos, sin buscar vanas excusas para obviarlos.

Así pues, el trabajo realmente espiritual no consiste en recabar información o realizar ciertos gestos rituales, sino depositar íntegramente nuestra confianza en el Creador y cumplir con modestia y fidelidad con lo que es Su Voluntad.
Tal es, y no otro, el trabajo que aliena el espíritu y lo nutre con bien, para despegar las cáscaras oscuras que aprisionan la Luz celestial de nuestro interior.

Esta actitud de confianza en el Creador no significa que debemos descansar en la ignorancia, ni que hagamos de la fe irracional nuestro plato cotidiano.
¡Todo lo contrario!
El ignorante no alcanza la plenitud ni confía realmente en el Creador pues no se da cuenta cuando incurre en alejamientos (pecados), ni sabe a ciencia cierta como aproximarse a la esencia del Bien.
Solamente quien estudia, profundiza, analiza, medita y re-crea el conocimiento es capaz de alcanzar grados supernos de confianza espiritual.
Por supuesto que están los «simples», los que destilan «emuná pshutá», es decir que confían con sencillez y sinceridad y acatan las normas que aprenden con empeño. Estos «simples» son buenas personas, excelentes en su vida, nobles en su espíritu, que se dedican a conocer para cumplir, sin complicarse, sin filosofar, sin pedir ni dar explicaciones.
Es un grado excelso de vida y de espiritualidad, pero que le falta un tranco, el del análisis, el de la profundidad, para alcanzar el máximo grado de des-tape de la Luz celestial en nuestro interior.

Pero, ten presente, que no es la intelectualidad la que te alimenta espiritualmente, y por tanto integralmente, sino la confianza en el Creador y el acatamiento de Sus mandamientos, los entiendas o no.

¿Existe algo oscuro en tu vida que tu mente no logra destrabar?
¿Los especialistas no penetran con su mente en las respuestas apropiadas?

Entonces, ¿no es hora de elevarse a un plano superior, el de la espiritualidad?

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Algunos imprudentemente nos hemos metido en camisas de 11 varas intentando dar respuestas equivocadas a temas muy complejos, de los que no tenemos ni la mínima noción; temas que exigen un poco más de conocimientos científicos. Creo que eso me ha pasado a la hora de intentar encontrar respuestas que me cierren en la mente respecto a la propia individualidad.

juanjesus

mis respetos muy buen pensamieto

Que bueno que el valor “confianza” esté en primer lugar en algunas escalas de valores. Pero, igual que casi todo, está mal entendido el valor.

«La confianza es una hipótesis sobre la conducta futura del otro. Es una actitud que concierne el futuro, en la medida en que este futuro depende de la acción de un otro. Es una especie de apuesta que consiste en no inquietarse del no control del otro y del tiempo.»
Laurence Cornu, La confianza en las relaciones pedagógicas.

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