¿Cómo saber si tus pensamientos, sentimientos, acciones, palabras, son provocadas por tu EGO?
¿Acaso disfrutar de lo bueno de la vida, sin atormentarse por culpas, es sinónimo de ser esclavo del EGO?
¿Acaso estar pendiente de que cada palabra o acto no sea originada en el EGO, es esclavizarse al EGO?
¿Acaso vivir sin importar lo que los demás opinen, sientan, consideren, es ser víctima del EGO?
¿Cómo puedes saber cuando estás actuando bajo el dominio del imperio mediocre y oscuro del EGO?
Te brindaré UNA respuesta, que probablemente cubra la mayoría de las situaciones en las cuales podrás discernir si estás operando a la sombra del EGO.
Es una respuesta, no necesariamente la única o definitiva, tenlo presente.
Repasemos brevemente lo que ya hemos enseñado.
Al nacer nos vemos sumergidos en un océano infinito de dolor, miedo, enojo, angustia.
Todos junto forma el terrible estado y sentimiento de impotencia original del humano.
Sentimiento que se marca a perpetuidad en los recovecos de su memoria y le acompañará a lo largo de su vida.
Ante esa invasión espantosa, el hombre dispone de una única herramienta protectora, a la que denominamos EGO.
Nace como una armadura, tosca, recia, insufrible, rudimentaria, pero útil para lo que fue diseñada: proteger al recién nacido del terror mortal de la impotencia.
Las armas con que cuenta este EGO son (en este artículo) escasas, algunas de carácter pasivo y otras activo.
Las activas son: llanto, gritos, pataleo.
La pasiva es la huida, básicamente en el neonato: dormir.
Estas herramientas son efectivas para resguardar a la persona, aliviarle el pesar inmenso de la impotencia, proveerle de auxilio externo, recibir atención, sobrevivir.
Son herramientas que serán usadas en lo sucesivo por el niño, quien se irá perfeccionando en el arte de manipular a los demás por medio de ellas.
Con el paso del tiempo y las interacciones estas armas serán sostenidas o a partir de ellas se elaborarán otras, similares pero más “adultas”. Por ejemplo, el llanto pasará a ser gimoteo lastimoso o quejas; el grito será un insulto o una ironía; el pataleo un golpe o una agresión emocional; la huida adquirirá otras facetas, tales como el fantasear, el delirio, la negación, el rechazo, el olvido, la distracción, el aburrimiento, la torpeza, entre otros.
Repasando: el EGO es beneficioso en los primeros momentos de vida, pues es la zozobrante tabla de salvación a la cual recurre instintivamente el niño para sobrevivir el impacto aterrador del nacimiento.
El EGO es necesario en alguna que otra ocasión más adelante, pero sería beneficioso que el EGO dejará paso a un control más desarrollado y eficiente de las cuestiones vitales.
El EGO recurre a recursos innatos para alcanzar sus objetivos de supervivencia: gritos, golpes, llanto y huida.
La persona que se mantiene esclavizada al EGO y actúa, habla, piensa, siente a través de su filtro estará usando (o abusando) de alguna de estas armas primarias, o alguno de sus derivados, como manera de manipular a otros, pretender controlar la realidad ajena al dominio personal, o anestesiarse a la percepción de su estado de impotencia. Para ni tener miedo, no angustiarse, no sufrir y manejar de alguna manera su enojo.
¿Hemos respondido a las preguntas iniciales de este artículo, especialmente a la primera?
¿Contamos ya con una guía para tomar conciencia de nuestro estado de servilismo ante el EGO?
Espero tus comentarios, son una buena retroalimentación y manera de crecer juntos en conciencia y libertad.
Gracias por acompañarme en este viaje.