El que da al prójimo con el ánimo de humillar,
está demostrando su carencia de estima propia;
tal como el que servilmente acepta las vejaciones
para creer que está siendo amado.
Cuando la relación es un conflicto de poder,
es el EGO el que gobierna,
aunque se lo disfrace como amor, romance, pasión, o similares mascaradas.
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