Hacer posible lo improbable

En el Tanaj encontramos varias historias donde el débil agredido por el infinitamente más poderoso físicamente, termina siendo vencedor.
Te comentaré brevemente dos pasajes que comparten una enseñanza común sobre no menospreciar al contrincante.

En la historia de David y Goliat, que se encuentra en 1 Samuel 17, Goliat era un gigante filisteo y campeón de guerra que desafiaba al ejército de Israel. David, un joven pastor, aceptó el desafío y derrotó a Goliat utilizando una honda y una piedra.
Por su parte, Goliat, despreció a David, se burló de la aparente fragilidad de David y confiaba en su propia fuerza y habilidad. La actitud de acrimonia de Goliat hacia David se volvió en su contra, ya que subestimó al joven y terminó siendo derrotado por su astucia y determinación.
Esta historia es conocida por demostrar que, a pesar de la diferencia de tamaño y fuerza, la habilidad y la confianza en Dios pueden superar cualquier obstáculo.

En el pasaje de 1 Reyes 20, el rey Acab de Israel se enfrenta a Ben-hadad, rey de Aram, que sitió la ciudad de Samaria. A pesar de estar en inferioridad numérica y haber recibido amenazas y demandas de Ben-hadad, Acab no menospreció a su enemigo y aceptó la guía de un profeta y con la ayuda de Dios, Acab y su ejército lograron derrotar a los arameos en dos ocasiones.
En tanto que, Ben-hadad, el rey de Aram, creyéndose vencedor antes de la batalla, le exigió a Acab su riqueza, sus esposas y sus hijos, y amenazó con atacar su ciudad. Sus anteriores conquistas y su ego desbordado, lo llevaron a subestimar el poder y la resolución de su oponente, lo que finalmente resultó en su propia derrota.

Ambas historias ilustran la importancia de no subestimar al contrincante. David no menospreció a Goliat y confió en sus habilidades y en Dios para lograr la victoria. Del mismo modo, Acab no ninguneó a Ben-hadad y buscó la dirección divina para enfrentar la amenaza.

Nos enseñan que el desprecio hacia el oponente puede ser un error costoso. Subestimar a los demás basándonos en su apariencia, posición o habilidades aparentes puede llevarnos a ignorar las verdaderas fortalezas y capacidades que pueden poseer. El desaire que propinamos al otro, puede cegarnos ante el potencial y la determinación de aquellos a quienes rebajamos, que no hemos sabido valorar correctamente, dejándonos vulnerables y expuestos a la derrota.

En lugar de escarnecer a los demás, debemos cultivar un espíritu de respeto, humildad y reconocimiento de la dignidad y el valor inherentes en cada persona. Esto nos permitirá evaluar objetivamente las habilidades y fortalezas de nuestros oponentes, y abordar cualquier desafío con cautela y preparación adecuada. Al evitar el desprecio, podemos eludir no calcular correctamente el poder y determinación de los demás.
Por supuesto que, siempre es mejor trabajar para construir relaciones saludables y equilibradas, pero, en ocasiones, el adversario no quiere diálogo ni negociación, por tanto, hay que tenerlo bien medido para responder con poder.

Para finalizar, estos relatos también nos enseñan que el tamaño, la fuerza o las apariencias externas no determinan necesariamente el resultado de una confrontación. Es esencial estar preparado, confiar en nuestras habilidades y no subestimar al adversario, ya que incluso aquellos considerados más débiles pueden tener fortalezas ocultas o recibir ayuda inesperada.

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