HASTA DE UN DIBUJO ANIMADO SE PUEDE APRENDER

HASTA DE UN DIBUJO ANIMADO SE PUEDE APRENDER

Por Shaúl Ben Abraham Avinu

¿Cómo sabemos que en verdad hemos aprendido Toráh y que la vivimos? ¿Cómo sabemos que somos buenos judíos y buenos noajídas? ¿Acaso por qué repetimos y repetimos de memoria versos y versos que pocas veces comprendemos? ¿O por qué nos afiliamos a una creencia en especial guiada por algún eminente al que somos incapaces de cuestionar porque pensamos y nos han hecho pensar que lo estamos irrespetando? ¿O por qué inundamos nuestras casas y nuestras mentes de elementos con sabor judaico? Ante estas preguntas, yo tengo mi propia respuesta, una respuesta que resplandece por su simpleza: sabemos que hemos aprendido Toráh porque podemos aprender de todas las cosas.

¿De todo? Sí ¿Aun de lo malo? Sí y ¿Cómo? Viendo, pero no con los ojos que solo miran lo superficial o como le dijo HaShem al gran profeta Shemuel al asegurarle que había que ver el corazón de las cosas (cf. 1 Shemuel 16: 7) ¿Y cómo puede ver uno cualquier cosa y sacar de ello una enseñanza? Viendo con Toráh, que es saber que Dios ha hecho todo con sabiduría, y por eso cada cosa del universo se mira con respeto, sabiendo y conociendo que son, como nosotros, parte de la creación.

Para comprender mejor lo que expongo evoco la pluma de Rabí Tzadok HaKohen, que en Pri Tzadik, interpretando Bamidbar 22:28 (Verso que dice: “Entonces el ángel de HaShem abrió la boca de la burra”), asegura:

“La boca de la burra” remite a un principio general, según el cual Dios puede expresarse a través de todas las cosas, aun a través de la voz de Bilám –pues el poder de Bilám mismo era semejante al de la burra- (…) De ahí entendemos que aun cuando el ser que habla no tiene conciencia de lo que dice –como en el caso de la burra-, puede enseñarnos algo. Esto quiere decir el versículo de Yeshaiahu (30:21): “Entonces tus oídos oirán la palabra de otro diciéndote: ‘Esté es el camino, ve por él’. Aun cuando se trate de las palabras de un extranjero, puede aprenderse algo de ellas referente al servicio de Dios, de modo que estas palabras no habrán sido escuchadas en vano (…) Muy a menudo, ese extranjero habrá seguido su propia lógica, sin intención de enseñarte cosa alguna; y, sin embargo, esas palabras te habrán ayudado a comprender qué camino elegir: eso es lo que suele llamarse “voz celeste” (…) en todos los seres, haya palabras de la Toráh cautivas; (…) por eso, aun la boca de una burra puede ser fuente de palabras divinas, o, dicho de otro modo –en el sentido propio del término-, fuente de Torá oral.

Cuando no se ve uno mira todo y no puede comprender que su presencia ante determinado evento es en realidad una gran oportunidad de aprendizaje. En Mishlé 1:20 está escrito: «La sabiduría clama en las calles, alza su voz en las plazas” Y yo me pregunto, ¿por qué lo más grande que puede obtener un ser humano, está en un lugar tan popular? ¿Por qué no está en un gran centro de conocimiento, un laboratorio o una gran universidad en medio de personas muy eruditas? ¿Por qué? Porque la sabiduría está en todos lados, y más aún en aquel o aquella que la sabe buscar.

Un ejemplo de ello son las 10 reglas del servicio (avodáh) espiritual del Maggid de Mezrij, tres de las cuales aprende de un niño y siete de un ladrón. ¿De un ladrón? ¡Hasta del niño se entiende, ¿pero de un ladrón? Las presento antes de que juzguen como un desatino la penetrante opinión de tan eminente sabio. Del niño dice:

1) Es feliz sin razón

2) No descansa ni un minuto.

3) Exige lo que desea con todas sus fuerzas.

Son buenas, cosas y yo creo que muchos pueden aprender otras tantas más. Pero veamos que dice del ladrón:

1) Trabaja de noche

2) Procura ganar esa noche lo que no ganó en la anterior

3) Es leal con sus colegas.

4) Arriesga la vida por lo insignificante.

5) No valora lo robado y lo vende por poco.

6) Recibe golpes y no se aporte de su camino.

7) Ve las ventajas de su ocupación y no desea cambiarlas.

Desde luego el mensaje no es ni ser infantil ni ser un ladrón. El mensaje es aprender aun del mal para emplear su fuerza en hacer el bien. Muchas veces me he interrogado y he interrogado a otros diciendo, ¿qué tal si hiciéramos el bien con la misma fuerza que se hace el mal? La verdad es que el ego es como un combustible que hay que quemar en un motor para permitir que su combustión mueva nuestros propósitos; pero cuando lo empleamos mal, fuera de su lugar, incendiamos con él todo lo que poseemos.

Así pues como cada uno de estos grandes de la Toráh y como muchos otros que no cito por cuestión de extensión, quiero señalar la sabiduría en un lugar insólito, o al menos extraño o poco común; y de todas las formas en que la vi y la encontré quiero indicar una muy popular, que seguramente muchos han visto y seguramente también habrán descartado como pueril o incluso como de origen idolatra, olvidando que no todas las culturas tienen un mismo sentido y aprecio hacia las imágenes. Estoy refiriéndome a una caricatura, que luego pasó a ser animada y que durante los años ochenta y noventa y aun hoy se sigue viendo con mucho existo, al punto que fue quizás una de las primeras caricaturas que agradó a personas de diversas condiciones, características y edades. ¿Será que muchos se pusieron de acuerdo para perder el tiempo, como algunos juzgarían? Eso sería una respuesta demasiado sencilla y falsa.

¿De qué estoy hablando? De Gokú. Sí, leyó bien, Goku el personaje de la serie de Akira Toriyama, Dragón Ball y Dragón Ball Z. ¿Por qué escribo de él? ¿Es esto una página de Otakus[1]? No, en absoluto. Escribo por una simple razón: siempre me han llamado la atención los fenómenos colectivos y me ha sorprendido como esta serie cautivó a tantas personas. ¿Serian acaso mensajes subliminales, como dicen los que satanizan las pareidolias? Lo dudo rotundamente. Yo creo que fue popular por una cosa que muy pocos se percatan: porque han aprendido lecciones para su vida real y practica… (Como nota interesante recuerdo a varios estudiantes de la universidad que prefirieron faltar a un examen con tal de verse un capítulo decisivo) ¿Lecciones de artes marciales? Tal vez, pero no para una pelea corporal, sino esa pelea que todos, seamos judíos o no, llevamos día a día: la pelea contra nuestro ego.

¿Y que he aprendido yo de esta popular caricatura? Aquí puedo enunciar ocho cosas que he aprendido de tan popular personaje:

1) Siempre se quiere hacer más fuerte, nunca está contento con su estado actual.

2) Pelea con felicidad y agradecimiento hacia su contrincante.

3) Nunca ha perdido el respeto por sus maestros por más que los haya superado en poder.

4) Volvió a muchos de sus enemigos, amigos.

5) Toda batalla es para él una oportunidad para mejorar.

6) Si algo está más allá de sus fuerzas espera el momento oportuno preparándose para superarlo.

7) Cuida y protege mucho a los suyos y a sus amigos.

8) Agradece hasta el más mínimo detalle.

¿Quería esta caricatura enseñarme algo? Seguramente no, pero estaba dispuesto a sacar una enseñanza de ella. Y sí eso puedo he aprendido de algo que no existe para enseñar, ¿Cuánto más habremos de aprender de algo que se hizo específicamente con ese propósito, como la Toráh? Y le pregunto a quién me lee, independiente de que le guste o no la caricatura en sí y llegue a esgrimir críticas, ¿estás de acuerdo con lo que escribo? ¿Te parecen buenas lecciones? ¿Qué aprendes tú de las ocho cosas que aprendí yo? ¿Identificas algunas, o se te hacen similares a lo que dice la tradición hebrea? ¿De qué cosas raras, extrañas, no comunes has aprendido? ¿No ves que la creación entera está llena de cosas para aprender? Pero atención la regla es aprender, pero aprender sabiduría, no aprender lo que la niega, esa “mujer extraña” de que nos menciona Shelomó en Mishlé, y esa sabiduría, la auténtica, está por todo el mundo y que los jajamim llaman Derej Eretz, la misma que sirve de antesala a la Toráh y que es un bien común de todas las naciones y cuyo oficio más sagrado consiste en ver al mundo iluminado en cada rincón por más oscuro o extraño que parezca y tiene la capacidad de hacer realidad nuestros mejores sueños: aquellos que están hechos de Shalom.


[1] Palabra japonesa que sirve para identificar, entre otros muchos sentidos, a las personas que son aficionadas al Anime.

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Emanuel Ruiz

Me gusto mucho el post, algunas cosas que aprendí de Goku, es que nunca pelea innecesariamente, no asesino nunca, pelea para defender a la tierra y se sacrificaba por los suyos, hasta ahora recuerdo cuando les daba una oportunidad a sus enemigos para que se marchen. Pensar que la mayoría del mundo religioso tildo como «satánico» a este dibujo.

Shaul Ben Abraham

Puros fanatismos… preocupados por unos dibujos, que ciertamente, como todo, pueden ser malos o buenos, en lugar de enseñar a ser buenos a todos para que al ver lo malo lo dejen. Gracias por el comentario…¿y de que otras cosas has aprendido lecciones?

Emanuel Ruiz

He aprendido de buenas fuentes en general, pero en alguna etapa de mi adolescencia casi al terminar secundaria aprendí a ver los errores y tropiezos de otros para no cometerlos yo, siempre me interese por analizar el comportamiento de la sociedad.

Shaul Ben Abraham

Gran lugar de aprendizaje!!!!

Shaul Ben Abraham

Acordándome de lo que veía en la niñez me encontré con esta perla dicha por uno de mis héroes de infancia, el Capitán Centella, o el que en japonés tiene el poético nombre de Geko-Kamen (máscara de la luna) que le decía a un amigo aconsejándolo: “En vez de llorar los fracasos que estos te ayuden a luchar contra el mal. La lucha con nuestras malas tendencias es larga y penosa, pero si la abandonas solo eres un hombre en apariencia. Que tus caídas momentáneas te sirvan de incentivo para mejorar”. Por eso era un héroe, no solo porque rescataba,… Read more »

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