La infiltración de la idolatría

En su libro «Psicopolítica: Neoliberalismo y nuevas técnicas de poder», Byung-Chul Han analiza cómo el neoliberalismo ha logrado imponer su lógica de rendimiento y productividad en todas las esferas de la vida, incluyendo la esfera psicológica y emocional.

En su análisis, Han se enfoca en cómo la tecnología, especialmente la tecnología digital, ha permitido que el poder se ejerza de manera más sutil y efectiva a través de técnicas de vigilancia y control que se basan en la voluntad de los individuos de someterse a un régimen de auto-explotación. Han argumenta que el neoliberalismo ha creado una nueva forma de subjetividad en la que el individuo se ve a sí mismo como una empresa, una marca o un emprendedor de sí mismo, y en la que la creatividad, la innovación y la flexibilidad se han convertido en valores supremos.

Uno puede estar más o menos en coincidencia con las ideas de Byung-Chul, pero no podemos dejar de percatarnos que si cambiamos la palabra «neoliberalismo» y ponemos en su lugar “idolatría”, rápidamente encontramos que es muy similar.
¡Ojo, atención!
No porque el neoliberalismo sea una religión, ni porque contenga creencias idolátricas, sino que lo que expone el autor bien puede ser un retrato de cómo se ha conducido la religión desde su origen en Caín, su fundamentación con Nimrod y su larga permanencia desde entonces.

El misionero fanático, el pirata de la fe, el fiel que porta la revelación, el creyente enceguecido: se ve a sí mismo como una empresa donde obtiene ventajas de su relación con su dios, es emisario de una marca que debe imponer sobre otros, se dedica a ser un emprendedor de su propia empresa de difusión de la idolatría. Hace uso de la creatividad, de la innovación y la flexibilidad para engañar, para someter a los dogmas a los infiles, para mantener la opresión mental y emocional encarcelando a las personas a la esclavitud de los dioses falsos y sus doctrinas que alejan del verdadero Uno y Único.
Sin dudas que el invento supremo del EGO, las religiones, se comportan de esta forma, con mucha creatividad para ir vendiendo una y otra vez al mismo perro, pero con diferente collar.

Aquel que es leal al Eterno, el que sigue el camino espiritual, se guarda muy bien de caer en esos patrones de conducta tóxicos.
Vive una existencia de construcción de SHALOM, con pensamientos, palabras y acciones de bondad y justicia. No se hace pasar por griego cuando está entre griegos, ni por judío cuando está entre judíos. No intenta someter a nadie a ninguna esclavitud, es libre para pensar y decidir, ejerciendo realmente su conciencia espiritual, de ser una NESHAMÁ que está en un trabajo de experimentación sensorial en este mundo.

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