El Eterno anunció al patriarca hebreo Avraham que pronto sobrevendría la destrucción sobre las perversas ciudades del valle del Mar Muerto.
Avraham argumenta con Él, para encontrar la manera de salvar la vida de aquellas personas.
Comenzó su alegato con las palabras:
"Entonces Avraham [Abraham] se acercó y dijo: -¿Destruirás también al justo con el culpable?
Quizás haya cincuenta justos dentro de la ciudad; ¿la destruirás con todo y no perdonarás el lugar por causa de los cincuenta justos que estén dentro de ella?"
(Bereshit / Génesis 18:23-24)
Al gran rabino, Shimshon Rafael Hirsch, le pareció sugestiva la introducción de la noción “que estén dentro de ella”.
Quizás para nosotros, menos preparados espiritualmente e intelectualmente que el insigne rabino, no nos llame la atención, o suponemos que es muy simple su sentido: ‘hay cincuenta justos que viven en la ciudad’. ¿Qué tanta instrucción se puede esgrimir aquí?
Sin embargo, el rabino señala que, por definición esencial, la persona justa es una habita junto al resto de las personas, interactúa con ellas, se entremezcla con la gente, actúa y sirve como ejemplo para el que atiende y aconseja en la medida que su justa palabra sea escuchada.
Es decir, para el rabino Hirsch, el hombre justo no es uno que se encierra en un monasterio, se confina en un gueto, se aparta de la muchedumbre anónima, se amuralla en su alta torre solitaria, se atrinchera detrás de sus libros de estudios.
Al contrario, vive entre la gente común, menos perfecta en su estado espiritual, menos trabajados espiritualmente, y sí, también se rodea de gente que yerra y peca sin por ello “contaminarse”.
Vive de tal manera que enseña con su vida, más que con sus prédicas o elaboradas palabras.
El justo no vive mirando su ombligo, no se esclaviza a su EGO, no se preocupa solamente de sí mismo o de lo que le concierne directamente.
El justo vive en base a actos de justicia, que se esclarecen en el contacto con el prójimo, el cercano y el lejano, con su comunidad, en su trabajo, en su centro educativo, en el respeto por el ambiente, etc..
El justo no se alela con pensamientos de apartarse de los demás por miedo a “contaminarse”, “ensuciarse”, “contagiarse”, etc.; por supuesto que hará lo necesario para preservar el orden y la virtud, pero no a costa de llevar una existencia opaca y carente de vitalidad.
Así pues, de acuerdo a la visión del rabino Hirsch, Sodoma no provocó su destrucción por que anidaba el mal, sino porque no tenía suficiente gente justa dispuesta a convivir en medio de sus conciudadanos.
Literalmente, de haber habido diez justos en medio de la población, la devastación no hubiera acontecido.
Pues, esos justos involucrados en la vida cotidiana de sus vecinos hubieran servido de referencia moral, de pauta ética, de faro para encaminar conductas.
Así pues, la salvación no depende de “la fe”, sino de los actos de justicia realizados con el prójimo, en medio de la relación con los demás.
Tú que te consideras leal al Eterno, sea en tu identidad judía o en tu identidad noájida, debieras tomar esta enseñanza como consigna.
Elevar tu conducta por medio de una vida de nobleza, plenitud en justicia, pero especialmente sin abandonar a los demás a sus miserias habituales.
No debes ejercer presiones, manipular, actuar como misionero, nada de eso.
Tampoco debes ir pregonando “la salvación” por medio de difundir “la palabra” del noajismo o del judaísmo.
Sino que debes hacer de ti un verdadero constructor de shalom, es decir, alguien que por lealtad al Eterno actúa en todo momento motivado por la justicia y la bondad.
No dejes de ser tú, de vivir tu legado espiritual (judaísmo si eres judío natural o por conversión; noajismo si eres gentil), no dejes de esforzarte para construir shalom con los instrumentos que Dios te ha provisto.
De esa forma estarás aumentando la masa crítica de personas de bien que son escudos para el mal que nuestras sociedades producen en abundancia.
Si eres constructor de shalom, eres generador de bienestar, imán de bendición, sembrador de dicha, recolector de placer eterno.
De ti depende cómo vives y cómo aportas tu parte a la obra del Eterno en el mundo.
Recuerda:
"Tzión [Sion] será redimida con el juicio, y sus arrepentidos con la bondad.
Pero los rebeldes y los pecadores serán quebrantados a una; los que abandonan al Eterno serán consumidos.
Entonces os avergonzaréis de los robles que habéis amado, y tendréis afrenta a causa de los jardines que habéis escogido.
Porque seréis como la encina de hojas secas y como el jardín al que le faltan las aguas.
El fuerte se convertirá en estopa, y su trabajo en chispa. Ambos arderán juntos, y no habrá quien los apague."
(Ieshaiá / Isaías 1:27-31)