«Cuando comienzas tu jornada espiritual, puedes hallar que tus problemas se incrementan – ¡No te preocupes! – es el Creador limpiándote de tu pasado…».
Con esta frase un “amigo” del FaceBook engalanó hace un rato su muro, añadiendo que está basado en una enseñanza de Rabí Najman de Breslev.
Humildemente me gustaría añadir algunas ideas, para no quedarnos petrificados con una única perspectiva, correcta o no, sino que podamos ampliarnos y entender la complejidad del universo.
Quizás, tal vez, por ahí nos demos cuenta de que nosotros podemos hacer nuestra parte, nuestra misión sagrada, como constructores de Shalom.
Porque, puede sonar muy bonito que el Eterno se está encargando como una madre sobreprotectora de limpiarnos de nuestro pasado por medio de aumento de complicaciones, pero, ¿es eso lo que debemos esperar del Rey de reyes, del Creador y Sostén de todo el universo?
Por otra parte, ¿es aumentando el pesar, los conflictos, las dudas, las trabas, los obstáculos, la esclavitud, la miseria, el dolor, es esa la forma de limpiarse del pasado?
¿No sería esperable que si fuera Dios el que está ayudándonos a corregir (más que limpiar) nuestro pasado, fuera minimizando el mal para que el bien rompa la cáscara que lo rodea y resplandezca?
Además, ¿dónde queda el libre albedrío del prójimo? ¿No será que algunos de los problemas se incrementan porque otros hacen daño a causa de las decisiones que toman?
¿O es que los que perjudican con sus acciones son meras herramientas, carentes de voluntad, títeres en manos de un dios que juega a divertirse con la vida de sus criaturas?
O tal vez, hemos preferido mirar a otro lado, no encarar nuestras dificultas, escogimos negar nuestros problemas, y por ello no los resolvemos, por lo cual crecen y se multiplican.
Porque, los problemas que no solucionamos, no desaparecen por milagro, ni se esfuman con magia, tampoco al negarnos a reconocerlos dejan de existir.
Más bien, cuando no nos hacemos cargo, cuando no realizamos los pasos necesarios para controlar aquello que está en nuestro control, terminamos hundidos en mayores dificultades, alejándonos de las soluciones, multiplicando nuestros dolores.
Los problemas no se van con rezos, ni tampoco con magia, ni cerrando los ojos, ni esperando sentados a que algún dios venga a nuestro socorro, cuando la solución depende de nuestras acciones.
No dejemos que el EGO nos haga sentir impotentes, pero tampoco todopoderosos, cuando los problemas nos rodeen. No permitamos que el EGO siga dominando, con fantasías de solucionar las cosas con buenos deseos y poco de acción positiva.
La “limpieza” de nuestro pasado, más bien dicho la corrección de nuestras acciones, no se debe fundar en la espera pasiva e irresponsable de soluciones milagrosas. No es eso lo que la sagrada y milenaria Tradición enseña. Más bien, se nos informa que está en nuestro deber y derecho el andar por el camino de la TESHUVÁ, el proceso del arrepentimiento total y sincero. Está en trabajar por quitarnos las piedras de nuestra mochila, en reparar lo que está a nuestro alcance arreglar, en pedir perdón, en hacer nuestra parte de la tarea.
Sí, seguramente que la confianza en el Eterno ayuda muchísimo, así como el rezar, también el estudiar del ejemplo que nos provee la Tradición, como el recibir de Su parte la ayuda en aquello que no podemos hacer ni controlar.
Pero, pretender que el incremento de los problemas es un favor de Dios, que Dios es el encargado de “limpiarnos” de nuestro pasado, en ser sujetos irresponsables y pasivos… no, no creo que sea el mensaje más provechoso y de bendición.
Hay problemas, entonces no achaquemos a Dios los mismos.
Veamos qué hay de nuestra parte en ellos, qué hacemos, hicimos o dejamos de hacer, para que los problemas estén o aumenten.
Reconozcamos lo que hacen o dejan de hacer las personas que nos rodean, no para echar culpas o quitarnos de encima la responsabilidad, sino para comprender la situación, para encarar las cosas con eficiencia y capacidad resolutoria.
Esperemos menos milagros mientras aprendemos más y hacemos mejor lo que es nuestra tarea.
Son mis humildes reflexiones.
Gracias por permitirme compartirlas contigo hoy.