Shabbat: 22 Adar 2, 5768; 29/3/08
*Anticipando la liberación de Pesaj*
Bienvenido. Gracias por compartir nuevamente nuestra reflexión en torno a la parasha semanal.
Es un placer y un honor saberme acompañado por ti.
Luego de la belleza y regocijo de Purim ya nos encaminamos decididamente a la celebración de Pesaj, pronto, en menos de un mes.
Debemos reestudiar las halajot correspondientes a la festividad, para así comenzar a prepararnos correctamente para vivirla tal como Dios manda.
Ya se inician las actividades de limpieza del hogar y del lugar de trabajo, ya se empiezan a adquirir algunos de los productos para el jag, ya se va tomando conciencia de esta semana tan particular.
Aunque Pesaj es el tiempo de nuestra liberación, nos atareamos y dedicamos profundamente, tal como si fueramos esclavos de las normas que debemos acatar para la fiesta.
Esta paradoja recibe una sabia y pronta respuesta de nuestras fuentes; ya que, según enseña nuestra Tradición, solamente es verdaderamente libre aquel que se reconoce como esclavo del Eterno y cumple con Sus mandamientos.
El que no lo sabe, o es demasiado altivo para admitir su inferioridad ante el Eterno, es esclavo de otras cosas, aunque crea ser libre.
Puede ser libre de cadenas, pero esclavo de sus emociones, de sus pasiones, de sus deseos, del deseo de otros, de un sistema político, de doctrinas religiosas, de la moda, de la propaganda, en fin, de numerosas invisibles cadenas y prisiones que lo retienen bajo la falsa impresión de ser libre.
Tal como ocurrió con Mijal, la hija del rey Shaúl, que estaba casada con el rey David.
Ella vio a su marido danzar en regocijado éxtasis a causa del Eterno, pues estaba trayendo el arón habrit a Ierushalaim.
Ella estaba enfurecida por esto, no podía concebir que el rey se rebajara a danzar en las calles, que «hiciera el rídiculo», según a ella le parecía.
Ella era pretenciosa, altiva, sofisticada, y esa imagen de su marido el rey no congeniaba con su dignidad real, según ella creía.
«Sucedió que cuando el arca del Eterno llegó a la Ciudad de David, Mijal hija de Shaúl [Saúl] miró por la ventana; y al ver al rey David saltando y danzando delante del Eterno, lo menospreció en su corazón.«
(2 Shemuel / II Samuel 6:16)
Para ella era más importante, prioritario, mantener las apariencias, el estatus, la imagen de lustre nobiliario por sobre cualquier cosa. Incluso por sobre la alegría derivada del cumplimiento sincero de las mitzvot.
¿Cuál fue la reacción de David?
«David respondió a Mijal: -Fue delante del Eterno, que me eligió en lugar de tu padre y de toda su casa, para constituirme como el soberano del pueblo del Eterno, de Israel. Por tanto, me regocijaré delante del Eterno.«
(2 Shemuel / II Samuel 6:21)
Le recordó que la apariencia es útil pero secundaria, que la dignidad es muy importante pero antes está la fidelidad al Eterno.
Si él encontraba que bailar extasiado era lo correcto a causa del Eterno, entoces eso haría.
Porque David estaba libre de imposiciones externas, no era esclavo de un disfraz de pulcritud, era libre porque siendo el rey se sometió a las leyes del Eterno.
Pudiendo hacer lo que quisiera escogió ser esclavo de Dios, tal como dice:
«Escúchame, oh Eterno, porque yo soy Tu siervo; soy Tu siervo, hijo de Tu sierva. Tú rompiste mis cadenas.«
(Tehilim / Salmos 116:16)
Solamente al reconocerse como esclavo, siervo, del Eterno, es que sus cadenas y amarguras fueron rotas.
Se liberó de toda esclavitud para ser libre, aunque siguiera padeciendo dolores y fracasos en su vida.
Era libre por saberse siervo del Eterno y actuar como tal.
Así pues, llega pronto Pesaj, y se nos prohíbe comer jametz, debemos comer matzá, no trabajar determinados días, hacer esto y aquello. Parecemos esclavos de viejas normas, muy antiguos y a ojos de muchos pasadas de moda. Pero la verdad es que esas normas nos hacen libres, nos quitán las pesadas cadenas de vicios y malas conductas, nos sacan de la cárcel del alma.
En palabras de nuestra parashá:
«Porque Yo soy el Eterno, que os hago subir de la tierra de Egipto para ser vuestro Elokim. Seréis santos, porque Yo soy santo.«
(Vaikrá / Levítico 11:45)
Es Él quien nos hace subir de las opresiones, de los terrores, es Él quien nos libera.
Es gracias a Él, que es santo, que nosotros podemos ser santos.
¿De qué manera?
Dejando de lado las conductas negativas y asumiendo conductas positivas, aquellas que nuestra Tradición nos marca como el camino a la Luz.
¡Te deseo a ti y a los tuyos que pasen un Shabbat Shalom UMevoraj!
¡Qué sepamos construir shalom!
Moré Yehuda Ribco
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