Parashat Shemot 5782

Como una bola de nieve, comenzó todo por un pequeño problema, uno que parecía inexistente, pero luego la cuestión fue rodando y agrandándose y finalmente ya no se podía tener el control de los acontecimientos.
¿Cuándo fue que la simpática bolita de nieve se transformó en un monstruo destructor?
Creo que nadie puede saberlo, porque es parte de un proceso lleno de incógnitas y apariencias.
El hecho cierto es que aquel faraón que había entronado a Iosef murió, aunque algunas leyendas nos dicen que en realidad siguió siendo el mismo, pero lo que murió fue su agradecimiento y honestidad con respecto al hebreo y los derechos que habían adquirido su familia.
Como sea, hay un nuevo faraón al mando, el cual rechaza la figura de Iosef. Llevado vaya uno a saber por cuál fantasía que produce el EGO, el nuevo rey temía al pueblo que crecía entre ellos y planificó una estrategia vil para obtener la supremacía. Por ello, aquel cálido vínculo de los miembros de la familia de Israel con el rey de Egipto se convirtió en una seca fricción, luego en pesadas imposiciones, más tarde en terrible esclavitud y se continuó de formas poco amables hacia los israelitas, quienes fueron considerados parte de supuestos enemigos extranjeros.

Sus maquinaciones y castigos quitaron a los hebreos sus derechos, doblegaron sus cuerpos y muchas veces sus almas, no obstante no reducía su número, porque el pueblo de Israel estaba creciendo de todos modos. El rey estaba enojado, viéndose impotente, lo cual se agravó cuando sus adivinos y otros seudo sabios le dijeron que iba a nacer o había nacido un varón que salvaría a los hebreos y demolería el reino de faraón.
Por lo cual, el rey decidió empeorar las cosas: las parteras hebreas recibieron una instrucción clara: ‘Si los israelitas tienen un hijo, ¡mátenlo inmediatamente!’.
Con gran valentía, las parteras no guardaron la terrible ley, por lo que, el pueblo siguió sumando nuevos miembros.

Entonces, el rey decide que sean los egipcios quienes se hagan cargo de la cuestión, ya que les ordenó lanzar a los bebes judíos al río, para que murieran allí. Esto fue así porque siguió nuevamente el consejo de sus brujos, quienes dijeron que el salvador de los hebreos fracasaría a causa del agua, ellos no sabían bien el cómo o el porqué, pero veían en sus vanas predicciones el agua.
Los egipcios se apuraron a denunciar a las hebreas que habían parido en los últimos tiempos, para que sus hijos fueran masacrados.
Era un espantoso momento para la incipiente nación israelita, y parecía que no habría pronto final a sus angustias.

La cosa tuvo un inesperado revés, cuando los adivinos dijeron al faraón que el bebé que ellos pronosticaban quizás fuera egipcio, ahora sus artes mediocres les mostraban eso. Por lo cual, el faraón ordenó que todos los varones egipcios nacidos en los últimos meses corrieran el mismo destino que aquellos pobres bebés judíos asesinados. Las madres egipcias que hasta ayer saltaban y cantaban de alegría al ver ahogarse a los judíos y sufrir sin consuelo a las hebreas, ahora caían ellas mismas en esas y peores tribulaciones.

Entonces, en una familia de la tribu de Leví nace un pequeño. De manera milagrosa se salva de las requisas policiales y es mantenido a cubierto tres meses. Al cabo de este tiempo, su madre, Iojeved, temió por su seguridad y lo colocó en el agua del río (el Nilo), dentro de una canasta flotante y protegida. La hermana del niño, Miriam, fue enviada a rastrear la canasta, para ver qué le pasaría. Un nuevo milagro acontece, pues, la hija de faraón que estaba tomando un baño, oyó el llanto, salvó al bebé y lo llamó Moshé (que en egipcio quiere decir «hijo de» y en hebreo se interpreta como «porque fue sacado del agua»).

Moshé creció en la casa de Faraón, pero según nos refieren los midrashim, tenía referencias de que era israelita. Algo en su subconsciente le hacía recordar su tierna infancia, la señora que lo amamantó, que era su verdadera madre contratada por la hija de faraón para tal tarea.
Cuando Moshé creció, un día vio a un egipcio con la intención de asesinar a un judío. Mató al egipcio y salvó al judío. Al otro día, el mismo hebreo estaba riñendo con otro hebreo, y al querer intervenir Moshé, aquel que había salvado le insultó, para luego ir a denunciarlo por la muerte del egipcio. El faraón se enteró de esto y Moisés se vio obligado a huir a una tierra vecina: Madián.
Allí, Moisés ayudó a las hijas de Itró, un clérigo madianita, rescatándolas de las manos de los pastores varones que estaban acosándolas. Itró se enteró de los hechos de Moshé, lo invitó a su casa, le ofreció un trabajo como pastor. Más tarde se casó con Moshé con una de sus hijas: Tzipora.

Pasaron varias décadas y ya parecía que Moshé terminaría su vida tranquilamente en Madián.
En eso, el malvado Faraón murió, y los hijos de Israel le rogaron a Dios que los salvara de la sentencia de muerte y del arduo trabajo. Dios les escuchó, por lo cual, convocó a Mohsé, a través de un ángel revelado en una zarza ardiente, mientras Moshé pastaba el rebaño. Moshé tenía curiosidad por ver por qué la zarza ardía, pero no se consumía. Al acercarse escuchó a Dios hablarle, entre otras cosas le dijo que él era quien salvaría al pueblo de Israel de los egipcios, y también llevaría al pueblo a la Tierra de Israel.

Moshé intenta esquivar de varias formas esta misión, peligrosa y suicida.
Argumentó diciendo: ‘¿Quién soy yo de todos modos?’.
También dijo: ‘¡Soy de habla tardía!’.
Además: ‘¡¿Quién me escuchará?!’.
No se sentía como un líder, ni con los instrumentos suficientes para enfrentar la enorme e imposible tarea que le estaba planteando el Creador.
Pero también, ¿qué tenía que ver Moshé con ese pueblo abrumado y lejano?
Sin embargo, Dios insistió y le dio a Moshé algunas señales que él podía mostrar y probar que estaba actuando en representación de la deidad.
Además,  le instruyó a cooperar con su hermano, Aarón, quien actuaría como su portavoz.

A regañadientes, Moshé aceptó la misión, se separó de Itró y se llevó a su familia de regreso a Egipto. Cuando llegó a Egipto, Moshé se encontró con su hermano Aarón y juntos comenzaron a actuar en la misión de Dios. Moshé y Aarón descubrieron que el nuevo Faraón también era enemigo de los hijos de Israel, y no estaba dispuesto en lo más mínimo para liberarlos de Egipto. Le pidieron que dejara salir a los hijos de Israel de Egipto durante tres días para orar a Dios, pero el faraón se negó. De hecho, añadió mayores cargas y castigos en contra de los hebreos.

Los hijos de Israel, cuyo trabajo se volvió insoportable, se enojaron con Moshé y Aarón. Moshé lo entendió y se quejó al Señor. Pero Dios tranquilizó a Moshé y le prometió: ‘Faraón no solo librará al pueblo de Israel, sino que hará todo lo que pueda para sacarte de Egipto’.

La historia continúa en las siguientes parashot.

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https://youtube.com/yehudaribco

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rydhelexcv

Gracias Moré. La verdad es que nunca me canso de leer la historia del Tanaj sobre la aparición del libertador y legislador del pueblo hebreo. El gran Moisés, el personaje que pudo hablar cara a cara con Dios.

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