Una de las cosas más interesantes de la espiritualidad judía es su enfoque en la vida cotidiana y cómo ésta puede ser utilizada como una oportunidad para conectarnos con Dios y para crecer en el camino de la revelación espiritual.
Una práctica común en el judaísmo es la observancia del Shabbat, el reposo, el detener la marcha, que se celebra como un día sagrado durante el cual intentamos abstenernos de pretender dominar el mundo.
Cada semana, desde el atardecer del viernes hasta la nochecita del sábado, es el día de Shabbat.
Durante el día de Shabbat, la persona judía debe tomar en cuanto de no realizar determinadas tareas que están prescritas en la Halajá, la normativa judía.
Esta desconexión de cierta forma de encarar la vida, nos permite poner foco en mejorar nuestro vínculo con la familia, amigos y la comunidad, así como nos da la oportunidad para la reflexión y ahondar en la espiritualidad.
Si bien, como hemos dicho, la tradición judía reconoce espiritualidad en todo momento y acción, el detener la máquina de conquista del entorno, el no ocuparnos de lo material, nos brinda oportunidades de disfrutar de la espiritualidad de una manera diferente, y esperemos que más lúcida y placentera.
La observancia del día de Shabbat es una forma de recordar que hay algo más grande que nosotros en el mundo y de encontrar un momento de paz y tranquilidad en medio de la vida cotidiana ajetreada.
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