Parashat Shemot 5766

 Respuestas al sufrimiento

En la parashá de esta semana, nos encontramos con el siguiente tenebroso testimonio:

"Entonces los egipcios los hicieron trabajar con dureza, y amargaron sus vidas con el pesado trabajo de hacer barro y adobes, aparte de todo trabajo en el campo; y en todos los tipos de trabajo les trataban con dureza."
(Shemot / Éxodo 1:13-14)

Cuando nos encontramos con el sufrimiento, el verdadero y auténtico sufrimiento,
ese que atraviesa al ser desde las entrañas hasta la punta de la coronilla,
como al estar ante un deudo que tiene a un difunto reciente,
como ante el maltratado esclavo (adicto) irredento que acaba de recibir una dosis de golpiza1,
como ante la víctima inocente del atropello o la atroz injusticia,
debemos congelar nuestro natural ánimo riguroso,
abstenernos de sentenciar juicios severos
para permitir que solamente la misericordia2 aflore y sirva como silencioso bálsamo.

Es bastante frecuente que las personas poco cultivadas espiritualmente actúen al contrario.
Metafóricamente, meten el dedo en la llaga y causan mayor pena que si se mantuvieran en silencio.
Pero incluso gente más atenta, si emiten algún juicio, incluso el que es acertado y apegado a las normas que tienden a descubrir la verdad, en una situación de extremo dolor, lo único que hacen es incrementar el martirio del que padece.
Por tanto, debemos recordar que es nuestro deber actuar con misericordia, especialmente entonces, en momentos en que la herida está abierta.

Aunque, seamos más precisos: la persona debiera actuar en todo momento con un equilibrio armónico de juicio y misericordia, de modo tal que se establezca justicia y orden que viene de la mano con la ternura y la bondad hacia el prójimo (y hacia uno mismo).

En palabras del inspirado proverbista:

"El que sigue la justicia y la bondad hallará vida, justicia y honra."
(Mishlei / Proverbios 21:21)

En nuestra parashá, como hemos trascrito más arriba, son los israelitas los que están sufriendo. No solamente de un instante de dolor, de una temporada de mala fortuna o de una calamidad importante pero transitoria o personal.
Era en verdad una esclavitud de lo más atroz, que duró decenas de años, siglos, y que carcomía las carnes, las emociones, los lazos sociales y los pensamientos y además encubría con sombrías miserias la perenne luz de sus espíritus.
Más de doscientos años de humillación, desprecio a la vida, pérdida de identidad, falta de sentido vital, muerte, golpes, trabajos forzados, ataques de todo tipo marcaban intensamente las vidas de todas estas personas.

Algunos, como siempre, trataron de explicar este sufrimiento.
Presentaremos ahora alguna de las versiones y quizás encontremos alguna luz para las desgracias personales.

Primera.
Desde el punto de vista del Meam Loez, Egipto era el "horno de fundición", que con sus ardientes sufrimientos purificó y refinó a los israelitas, quitándoles sus impurezas para dejarlos modelados y cristalizados como un pueblo listo para recibir la Torá.

Pero nosotros sabemos que los israelitas que fueron liberados de Egipto aceptaron prontamente la Torá y prontamente la dejaron de lado, para que la estudiaran los rabinos y la cumplieran "los ortodoxos". Ellos estarían al margen, serían ovejitas detrás de un pastor, pero que no les pidieran mucho esfuerzo para rectificarse. Tal como lo recuerda Moshé en la perfecta Torá, que los israelitas le pidieron:

"Acércate tú, y escucha todo lo que dice el Eterno nuestro Elokim. Luego tú nos dirás todo lo que el Eterno nuestro Elokim te haya dicho, y nosotros lo escucharemos y lo pondremos por obra.’"
(Devarim / Deuteronomio 5:24)

De esta manera, ellos preferían continuar aprisionados por la cultura egipcia, que había tomado posesión de sus corazones y mentes y no los dejaba crecer espiritualmente.
Para romper los lazos de la esclavitud, de cualquier esclavitud, no alcanza con ser tibia, tímido y sumiso, sino que se debe ser fiero, activo, pleno de celo por alcanzar la libertad.
Ese fuego interno lo tenían enfriado muchos de aquellos israelitas, precisamente a causa de las penurias sufridas durante la estadía tortuoso en Egipto.

Por esto el salmista inspirado expreso que:

"Cuarenta años estuve disgustado con aquella generación y dije: ‘Este pueblo se desvía en su corazón y no ha conocido Mis caminos.’
Por eso juré en mi ira: ‘¡Jamás entrarán en Mi reposo!»"
(Tehilim / Salmos 95:10-11)

Así pues, esta perspectiva de considerar la experiencia de la dura esclavitud en Egipto como positiva, no es exactamente así en su totalidad.
Pero, nosotros habíamos enseñado recientemente que el sabio y prudente sabe que es necesario aprender a encontrar la chispa luminosa incluso en la más oscura de las noches. Entonces, si buscamos en profundidad nos encontramos con que es correcto que los israelitas solamente pudieron hacerse aptos para recibir la Torá luego de humillar su ánimo, de rebajar la altanería y la presunción.

Tan solo en el desierto es posible recibir la Torá: en el desierto, aquel sitio yermo e inhabitado; en el desierto, con el alma vacía de arrogancia y vanidad.

Como enseña el Rav Israel de Salant, en "Itturei Torá", el desierto es la imagen que mejor preludia el estado del alma para recibir la Torá. Para recibir la Revelación del Eterno, uno debe considerarse como un desierto, llano, en blanco, humilde sin movimiento ni dirección, solamente así las palabras del Eterno pueden entrar.

En sentido similar, nuestros Sabios mencionaron tres adquisiciones espirituales, que se obtienen solamente a través de padecimientos:

"La tierra de Israel, la Torá, el Mundo Venidero se adquieren a través de padecimiento"
(TB Brajot 8b)

Éste es el alto precio, para valores que no tienen un precio material.
Ni todo el oro y plata del universo son capaces de comprar ninguna de las tres.

Ahora bien, debemos darnos cuenta de que "padecimientos" -isurim, en el original- no debe ser tomado en sentido de lo corporal, como si solamente un masoquista estuviera en condiciones de adquirir Israel, Torá y Mundo Venidero.
Padecimientos, en este contexto, son aquellas restricciones que ha de imponerse el que quiere alcanzar grandes alturas espirituales.
Por ejemplo, el que prefiere salir a tomar un par de cervezas y ver el partido de fútbol con los amigos, o el que sale a bailar toda la noche, o el que dedica 6 horas diarias a la pesca recreativa, etc.; seguramente no se están restringiendo materialmente, sino que están accediendo a esas gratificaciones accesorias, quitándose así oportunidad para conquistar grandes alturas espirituales y emocionales.

Por otra parte, cuando los padecimientos son aquellos que provienen de manera externa: enfermedad, muerte, desastres naturales, etc., no deben ser vistos como castigos de Dios, que Él impone como modo de apartar al "pecador" de Sí.
Esa NO es la manera de ver las cosas en el judaísmo.
En el judaísmo se sabe que los padecimientos tienen un sentido trascendente, que el sentido tiene un propósito: educar y corregir a la persona.
El padecimiento es una lección que se debe de aprender, un escalón que falta para subir otro peldaño en la ruta del crecimiento espiritual.4
Y en verdad, el padecimiento puede ser una pequeña cosa, un diminuto obstáculo, pero que para el que lo sufre es motivo de dolor.
Tal como expresaron los Sabios:

"El sufrimiento puede consistir en un pequeño incidente, por ejemplo, cuando pones tu mano en tu bolsillo esperando encontrar un par de monedas, pero solamente encuentras una".
(TB Arajín 16b)

Así pues, la sabiduría está en encontrar el mensaje detrás del padecimiento, la luz en medio de la oscuridad, para que no sea el sufrimiento un fracaso, sino un malestar (más o menos intenso) con un rédito final.

Para los israelitas el rédito fue el ser los receptores de la Torá, sus sostenes y trasmisores: ¡inmenso rédito sin dudas!

Segunda.
Imagina que toda la vida estuviste bajo el intenso sol del mediodía, sin conocer noche ni atardecer, ni días nublados ni apagones, ni techos ni ramas de fresca sombra arbórea.
Imagínate así… y luego dime si conoces lo qué uno experimenta en la oscuridad…

Ahora, imagínate algo parecido, pero tu única luz fue la de un trémulo fósforo perpetuamente encendido.
Imagina esto y dime, ¿notarías un cambio si de pronto se iluminara todo con la luz del sol a pleno mediodía?

¿Cuál es la diferencia entre ambas situaciones?
En la primera no se aprecia en su justa medida la bondad de la luz, es más, se la siente a menudo como una carga pesarosa.
Para el segundo, que conoce luces y sombras, es fácil reconocer la luz poderosa cuando se enciende, y valora ambas cosas, la luz intensa que brinda un detalle más fino, una percepción más clara, y también aprecia el respiro que brinda la sombra.

La opresión en Egipto, donde estaban iluminados con un escuálido cerillo casi al borde de la extinción, les permitió apreciar a los israelitas luego la majestad y poder de la Luz que se les reveló cuando salieron da allí, cuando recibieron la Torá, cuando se encontraron "en persona" con el Eterno.
A mayor oscuridad, luego mayor intensidad para reconocer el valor de la luz.
Cuanto más difícil es obtener algo, más bienvenido es.
Luego de la inmensidad de la oscuridad espiritual y material en Egipto, los hebreos estaban en condiciones de poder apreciar a plenitud la libertad y la Luz de la guía proveniente de la Torá.

Así pues, el padecimiento en Egipto era la dosis de oscuridad necesaria para aprender a gozar de las bondades que obtendrían luego5.

Sin embargo, los ojos (corazón y mente) de aquellos israelitas estaban tan habituados a la oscuridad, al estiércol de la idolatría y la perversidad, que no pudieron tolerar tanta Luz en sus vidas y reclamaron que hubiera pantallas, filtros, sombras.
Tal como nos relata la Torá:

"Al ver los Hijos de Israel que la piel de su cara resplandecía, Moshé [Moisés] volvía a poner el velo sobre su cara, hasta que entraba para hablar con el Eterno."
(Shemot / Éxodo 34:35)

¡Ni siquiera toleraban la Luz que emanaba del mortal Moshé!

No podemos juzgarlos duramente, pues entendemos su condición, no era fácil tolerar lo que tuvieron que soportar en Egipto, tal como tampoco es fácil hacerse de un día para el otro responsable de sus vidas, de las de su comunidad y de ser "sacerdotes del Eterno" para conducir a todos los pueblos a la Verdad.
Por esta dificultad, comprendemos que la generación del desierto no cumplió a totalidad su misión, pero también reconocemos y agradecemos que sin su fuerza, su persistencia, su dureza, tampoco hubieran podido recibir la Torá y trasmitirla con fidelidad a sus descendientes, a nosotros.

Las pruebas que se ponen en nuestro camino sirven para fortalecernos, lástima que muchas veces solo vemos el sufrimiento y no la oportunidad…

¡Les deseo a usted y los suyos que pasen un Shabbat Shalom UMevoraj!
¡Cuídense y gocen de lo permitido para qué sepamos construir shalom!

Moré Yehuda Ribco
Haga clic aquí para saber cómo colaborar con nosotros… GRACIAS!

 
"La persona generosa será prosperada, y el que sacia a otros también será saciado."
(Mishlei / Proverbios 11:25)

 

Notas:

1- Hablamos también en sentido figurado, haciendo alusión a los que son esclavos de drogas químicas, relaciones enfermizas, cultos tóxicos, etc.

2- Recordemos que misericordia no es lo mismo que lástima.
Numerosas son la diferencias entre ambos conceptos, pero para comprender con un breve comentario usaremos el idioma original de la Creación, el hebreo.
Lástima es "javal", que se asocia con "jevel", que es soga, pero también dolor, malestar.
Misericordia es "rajamim", que se vincula con "rejem", que es útero, seno.
La lástima se basa en sentirse superior al que padece, y por eso termina siempre siendo una soga que ata en lugar de liberar, que asfixia en vez de dar vida. El sentimiento de lástima, lastima.
Por su parte la misericordia se basa en la correcta autoestima, por medio de la cual se acepta al otro con sus diferencias, defectos y virtudes, y se acepta a uno mismo con los propios errores y aptitudes. Con misericordia se tiende un manto protector que cobija al necesitado sin desproteger al que brinda.

3- No es del judaísmo, pero sí es típica del cristianismo y de otras creencias politeístas, pues suponen una contienda entre divinidades, generalmente una del bien y otra del mal, Jesús y Satanás en el cristianismo. Cuando ocurren desgracias es un castigo del dios bueno, que aparta al pecador, pues éste se ha aproximado al dios del mal, el pecador es un apóstata o traidor o hereje o hijo del diablo.
Pero en el judaísmo, tanto el bien como el mal, la luz como la oscuridad, todo es obra del Uno y Único. El mal está en función del bien, no en competencia con él.
El castigo divino es una manera, dura y triste, para despertar al pecador y hacerle entender que a pesar de todos sus esfuerzos negativos, igualmente Dios le ama y desea que esté más cercano, ya que nunca se está sin conexión con Él.

4- Los padecimientos auto-provocados, o provocados por otro ser humano NO entran dentro de esta explicación, pues el ser humano está dotado de libre albedrío, por tanto no podemos "responsabilizar" a Dios por los crímenes, pecados, errores o daños cometidos por un ser humano. Es esa persona, o ese grupo el responsable de sus actos.
Pero bien podemos nosotros incluso en esas situaciones CONSTRUIR un sentido a nuestro padecimiento, aunque a priori no lo tenga en su génesis.

5- No olvidemos, por favor, que los responsables del padecimiento de los israelitas eran los egipcios y los que los apoyaban. Por lo que mencionamos en la nota al pie "4", Faraón podía elegir y prefirió la dureza y maldad.

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