Parashat Tzav: comentario

"Velavash hakohen midó bad umijnesei bad ilvash al besaró."

"Vestirá el cohen su ropa de lino y calzones de lino vestirá sobre su carne, y retirará las cenizas de lo que haya consumido el fuego al holocausto sobre el Mizbeaj, y las depositará junto al Mizbeaj".

Vaikrá 6:3

Esta parashá es la segunda del cuarto libro de la Torá, conocido como Vaykrá o Levítico.

Extrañas suenan las palabras empleadas, para nuestra mentalidad de hombres y mujeres del siglo 21. Ocurre que, según explican los sabios, las palabras de la Torá pueden interpretarse en varios niveles, desde el más simple y aparente hasta el más profundo y oculto (Sod). Pero cuando el sentido literal aparece totalmente desfasado de época, quedamos totalmente desarmados, a menos que logremos comprender su sentido más allá de lo literal.

El nombre de la parashá, Tzav, es como comienza la misma y puede traducirse como "ordena".

Las órdenes, (tzav) para los Bnei Aarón (descendientes de Aarón el primer Cohen principal), siguen un orden. En un principio tenemos las leyes de la Olá (nombre que se le da a este tipo de ofrenda) ya que éste es el sacrificio por los malos pensamientos o las intenciones equivocadas, que constituyen el principio del error.

Dos veces en este pasuk (versículo) se alude a la humildad. En primer lugar la ropa de lino, material muy simple y accesible a todos, que era usada por el cohen. En segundo término por el hecho de que era el mismo cohen quien debía de realizar la limpieza del Mizbeaj (altar) y no debía de delegarlo en ningún otro. ¿Acaso no parece más lógico, que una limpiadora o un empleado de menor rango se ocupara de esa tarea?

Leemos al respecto en el Shulján Aruj:

"Existen cualidades que es prohibido practicar según la vía media, sino que debe alejarse de ellas al extremo. Es el caso del orgullo. Efectivamente, la virtud consiste no sólo en ser modesto, sino humilde al extremo. Vemos que la Escritura califica a Moshé Rabeinu de "extremadamente humilde" y no de simplemente humilde"

También: "¡Cómo podemos enorgullecernos de nuestros bienes, de nuestra fuerza, de nuestra inteligencia, de nuestras capacidades; como si estos valores fuesen nuestra adquisición personal! ¿Acaso no debemos todo al Dueño del universo que nos proporcionó esos bienes y esas cualidades para nuestro desarrollo y nuestro éxito? Debemos serle reconocidos de todo corazón y conducirnos en consecuencia con humildad y sumisión a Sus Mandamientos":

Leemos en Vaykrá Rabá 7:

"Lo que descalifica al animal y lo vuelve Pasul (no apto), es precisamente lo que valoriza al hombre y lo vuelve Kasher. Una bestia que tiene un miembro roto es considerada Trefá. La persona con el corazón quebrantado goza de la estima y de la afección Divina"

Esta idea también está expresada en el Salmo 51 según vimos en relación al tema de los sacrificios en el comentario a Parashat Vaikrá.

Pero esto parece conducirnos a un cuestionamiento. En la sociedad occidental estamos acostumbrados a que el ideal de persona es aquél que es totalmente seguro de sí mismo. ¿Cómo podemos ser seguros de nosotros mismos y a la vez ser extremadamente humildes? ¿Es que está todo el mundo equivocado, o acaso la Torá pretende que vivamos sufriendo?

La respuesta la podemos encontrar al final de la Haftará:

"Así ha dicho Adonai: No ha de loarse el sabio con su Sabiduría, ni se loe el valiente con su valentía, ni se alabe el rico con su riqueza.

Sino con esto, que se alabe quien se alabare: discernir y conocerme a Mí, ya que Yo soy Adonai, el que hace benevolencia, derecho y justicia en la Tierra, ya que estas cosas Yo deseo, dice Adonai".

Irmiahu 9:22-23

Cuando hablo de mí mismo: ¿de qué yo estoy hablando? ¿de mis títulos universitarios? ¿de mi fuerza física? ¿de mi cuenta bancaria? El Naví nos contesta que si ese es el Yo del cual me siento seguro estoy equivocado. Es tan sólo de nuestra chispa divina, que nos conecta con el Creador, de lo único que puedo y debo sentirme seguro.

Pero hay otra connotación en el hecho de que era el cohen mismo quien limpiaba las cenizas. Es el hecho de que debemos hacernos personalmente responsables por todos los detalles de aquellas tareas que emprendemos. No podemos simplemente decir lo que habría que hacer y esperar que otros hagan la tarea por nosotros, creyendo que van a hacerlo como nosotros lo haríamos. Debemos transformar nuestros simples deseos y necesidades adecuados, en una intención real. Entonces y sólo entonces se tornarán en realidades. Aunque para ello tengamos que limpiar nosotros mismos las cenizas.

Shabat Shalom

Carlos Schellenberg.

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